Corazón por Corazón: Venganza

Corazón por Corazón: Venganza

Gavin

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Capítulo

El bebé se movió dentro de mí. Fue un revoloteo suave, pero me provocó un escalofrío de puro terror. Porque este niño no era mío. Era la condena viva de que yo ya no me pertenecía; mi vida, mi cuerpo, todo era de Ricardo Mendoza. Supe que estaba atrapada cuando la puerta se abrió sin aviso y la sonrisa torcida de Ricardo se posó en mi vientre. "¿Se está moviendo?" , preguntó. Su voz posesiva y el frío tacto de su mano sobre mí vientre me recordaron mi lugar: era una incubadora. Mi madre, curandera del pueblo, había sido acusada de brujería por la infertilidad de su prima, Sofía. Y yo estaba pagando el precio. Me habían convertido en la villana de su historia, expuesta a la humillación pública, con cada susurro de "la hija de la bruja" taladrando mi alma. Desperté en un callejón, abandonada, sintiéndome invisible. Fue entonces cuando escuché a Ricardo hablar de "donantes" y del "delicado corazón de Sofía" . No era una incubadora, era una pieza de repuesto. Querían mi corazón. La náusea me subió por la garganta. Esa noche, Ricardo me ofreció comida para "estar fuerte por el bebé" . Pero yo no vi a un hombre, vi a un carnicero. Mi corazón latía con una furia fría y lúcida. Ya no había miedo, solo la certeza de que estaba viviendo en una pesadilla. Mi gato, Sombra, mi único consuelo, desapareció. Esa noche, Sofía, con una dulzura venenosa, reveló el ingrediente secreto del guiso en mi plato: "Es tu gatito, tonta. Tu Sombra" . El horror dio paso a una rabia cegadora. Me abalancé sobre Sofía, pero Ricardo me arrojó al suelo. Tirada, en medio de mi vómito y los restos de mi amigo, tomé una decisión. No escaparía. Me vengaría. Si querían mi corazón, se los daría. Pero me los llevaría a todos conmigo al infierno.

Introducción

El bebé se movió dentro de mí.

Fue un revoloteo suave, pero me provocó un escalofrío de puro terror.

Porque este niño no era mío.

Era la condena viva de que yo ya no me pertenecía; mi vida, mi cuerpo, todo era de Ricardo Mendoza.

Supe que estaba atrapada cuando la puerta se abrió sin aviso y la sonrisa torcida de Ricardo se posó en mi vientre.

"¿Se está moviendo?" , preguntó.

Su voz posesiva y el frío tacto de su mano sobre mí vientre me recordaron mi lugar: era una incubadora.

Mi madre, curandera del pueblo, había sido acusada de brujería por la infertilidad de su prima, Sofía.

Y yo estaba pagando el precio.

Me habían convertido en la villana de su historia, expuesta a la humillación pública, con cada susurro de "la hija de la bruja" taladrando mi alma.

Desperté en un callejón, abandonada, sintiéndome invisible.

Fue entonces cuando escuché a Ricardo hablar de "donantes" y del "delicado corazón de Sofía" .

No era una incubadora, era una pieza de repuesto.

Querían mi corazón.

La náusea me subió por la garganta.

Esa noche, Ricardo me ofreció comida para "estar fuerte por el bebé" .

Pero yo no vi a un hombre, vi a un carnicero.

Mi corazón latía con una furia fría y lúcida.

Ya no había miedo, solo la certeza de que estaba viviendo en una pesadilla.

Mi gato, Sombra, mi único consuelo, desapareció.

Esa noche, Sofía, con una dulzura venenosa, reveló el ingrediente secreto del guiso en mi plato: "Es tu gatito, tonta. Tu Sombra" .

El horror dio paso a una rabia cegadora.

Me abalancé sobre Sofía, pero Ricardo me arrojó al suelo.

Tirada, en medio de mi vómito y los restos de mi amigo, tomé una decisión.

No escaparía.

Me vengaría.

Si querían mi corazón, se los daría.

Pero me los llevaría a todos conmigo al infierno.

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