Promesa Rota, Amor Hallado

Promesa Rota, Amor Hallado

Gavin

5.0
calificaciones
2
Vistas
11
Capítulo

Ricardo "Ricky" Morales y Sofía "La Sombra" Delgado, sicarios de élite de la Ciudad de México, eran una pareja letal, veintidós años juntos, compartiendo cama y balas. Pero esa noche, después de una misión, Sofía lo despertó con una patada: "Muévete, Ricky. Roncas como un cerdo". Ricky creyó que su frialdad era una coraza, que un día se derretiría por él. Seis meses atrás, un contrato para proteger a Mateo Reyes, un empresario carismático, lo cambió todo. Ricky vio una ternura en los ojos de Sofía por Mateo que nunca le dedicó a él. La regla número uno de su profesión, la distancia emocional, Sofía la rompió en mil pedazos. La vio espiar a Mateo ducharse. En ese instante, Ricky comprendió que la frialdad de Sofía no era innata; su deseo, su anhelo, nunca habían sido para él. Veinte años de lealtad, de amor silencioso, se hicieron cenizas. Marcó un número que no usaba en años: "Abuelo, ¿esa chica de la familia Mendoza, la que decían que estaba mal de la cabeza, sigue viva?" "Sí, Isabella... sigue aquí." "Acepto", dijo Ricky con voz hueca. "Acepto casarme con ella." Al regresar a la mansión, vio a Sofía riendo con Mateo, una sonrisa llena de devoción que le revolvió el estómago. Quiso herirla, así que se acercó: "Mateo, Sofía me confesó que cree que está embarazada. Y que el hijo es tuyo". Sofía, furiosa, gritó: "¡No le creas! ¡Está mintiendo!" Pero Mateo, visiblemente incómodo, se alejó. Sofía corrió tras él, jurándole que Ricky mentía. Luego, lo que destrozó a Ricky: Sofía besó a Mateo, tembló en sus brazos, una vulnerabilidad que nunca le mostró a nadie. La pregunta de Mateo flotó en el aire: "¿Realmente está tan obsesionado? Debiste darte cuenta, ¿no?". Sofía, al ver a un guardia y a Ricky cerca, gritó: "¡ESE TIPO ESTÁ OBSESIONADO CONMIGO! ¡INVENTA MENTIRAS PORQUE NO PUEDE ACEPTAR QUE NUNCA ME INTERESARÍA EN ALGUIEN COMO ÉL! ¡ES REPULSIVO!". Mateo intervino, protegiéndola, llamando a Ricky obsesivo. Ricky sintió la humillación, buscando un rincón para lamerse las heridas. Oculto, los escuchó: Mateo: "Te amo, Sofía". Sofía: "Yo también te amo, Mateo". Mateo, cruelmente, preguntó a Sofía sobre Ricky: "Ese tipo, Ricky... ¿Realmente está tan obsesionado? Debiste darte cuenta, ¿no?". Y Sofía respondió, como un veneno directo al alma de Ricky: "Siempre ha sido así. Un perro faldero. Patético". En ese momento, Mateo levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Ricky a través de la rendija. Una sonrisa triunfante y cruel lo confirmó: Mateo lo hizo a propósito. Ricky, con una furia helada, salió. Vio que Mateo llevaba un colgante: una bala, la que él mismo se quitó del hombro hace cinco años al salvar a Sofía. Ella, al verlo, no dijo nada. "No significaba nada", admitió Sofía de la bala-amuleto. El último vestigio de amor de Ricky se extinguió. Fue despedido por la organización. Pero para su sorpresa, su abuelo lo esperaba afuera, confirmando el matrimonio arreglado con Isabella Mendoza, "la loca". Dos semanas después, Sofía lo encontró en la hacienda. Delgada, rota, clamó: "¡Estaba ciega! Te quiero a ti, Ricky. Siempre te he querido a ti." Ricky se rio: "¿Me quieres? ¿Ahora? Tu amor es muy conveniente." Sofía mintió: "Nunca me acosté con él". Ricky, asqueado, reveló que los había escuchado en el jardín. Isabella, silenciosa, se acercó, tomando la mano de Ricky. Los celos de Sofía explotaron: "¿Y tú quién eres para tocarlo? ¿La loquita? ¿Crees que puedes reemplazarme?". Bella, firme, le ordenó: "Vete. No eres bienvenida aquí". La furia de Sofía se desató: "¡Él es mío! ¡Veinte años! ¡Le di veinte años de mi vida!" Ricky, furioso por sus insultos, le dio una bofetada a Sofía: "No vuelvas a hablarle así. Ella es Isabella Mendoza. Mi prometida. Mi futura esposa. Y vale más que tú y todas tus mentiras juntas." Sofía se derrumbó: "Ricky, por favor, no me hagas esto...". Ricky la apartó con frialdad: "Se acabó, Sofía. Te di veinte años para que me eligieras. Elegiste a otro. Ahora yo he elegido a otra persona. Vive con eso". Ricky, de la mano de Bella, entró en la hacienda, lejos de Sofía, quien quedó llorando sola en el polvo. El día de la boda, Sofía irrumpió en la capilla, demacrada y febril: "¡No puedes casarte con ella, Ricky! ¡No puedes! Es a mí a quien amas. Ella es una loca". Bella, con inusual autoridad, enfrentó a Sofía: "Señorita Delgado, creo que ya ha dicho suficiente". Ordenó a los guardias: "Acompañen a esta mujer fuera de mi propiedad. Si se resiste, no duden en usar la fuerza necesaria". Sofía luchó gritando: "¡Ricky, dile algo! ¡No dejes que me haga esto! ¡Tú me lo prometiste! ¡Me dijiste que me esperarías!". Pero Ricky, cansado, miró a su prometida y dijo: "Acepto". Justo cuando se besaron, un alboroto fuera de la capilla. Ricky y Bella corrieron, encontrando a Sofía sobre Mateo Reyes, apuñalándolo repetidamente con un cuchillo de jardín ensangrentado. "¡Tú me lo quitaste! ¡Todo es tu culpa!", gritaba. Luego, con una sonrisa demencial: "Ricky, mi amor, ya me deshice del problema". Ricky, horrorizado, protegió a Bella. Los guardias se llevaron a Sofía. Mateo sobrevivió con secuelas. En su luna de miel, Bella le reveló su verdad a Ricky: "Mi familia me veía como un activo. Me enamoré y ellos lo destruyeron. Fingí locura para que me dejaran en paz". Ricky, conmovido, preguntó por qué se casó con él. Bella le mostró dos caramelos de fresa viejos: "Éramos niños. Tú llorabas porque tu hermano te quitó un juguete. Te di mis caramelos. Fue la primera vez que sentí que había hecho algo bueno. Nunca te olvidé, Ricardo. Cuando tu abuelo propuso el matrimonio, supe que eras tú". Las lágrimas corrieron por las mejillas de Ricky. "Te he amado desde ese día en el jardín, Ricardo. En secreto, durante todos estos años." Ricky la abrazó, encontrando finalmente la paz junto a Isabella, su esposa.

Introducción

Ricardo "Ricky" Morales y Sofía "La Sombra" Delgado, sicarios de élite de la Ciudad de México, eran una pareja letal, veintidós años juntos, compartiendo cama y balas. Pero esa noche, después de una misión, Sofía lo despertó con una patada: "Muévete, Ricky. Roncas como un cerdo". Ricky creyó que su frialdad era una coraza, que un día se derretiría por él.

Seis meses atrás, un contrato para proteger a Mateo Reyes, un empresario carismático, lo cambió todo. Ricky vio una ternura en los ojos de Sofía por Mateo que nunca le dedicó a él. La regla número uno de su profesión, la distancia emocional, Sofía la rompió en mil pedazos. La vio espiar a Mateo ducharse.

En ese instante, Ricky comprendió que la frialdad de Sofía no era innata; su deseo, su anhelo, nunca habían sido para él. Veinte años de lealtad, de amor silencioso, se hicieron cenizas. Marcó un número que no usaba en años: "Abuelo, ¿esa chica de la familia Mendoza, la que decían que estaba mal de la cabeza, sigue viva?"

"Sí, Isabella... sigue aquí."

"Acepto", dijo Ricky con voz hueca. "Acepto casarme con ella." Al regresar a la mansión, vio a Sofía riendo con Mateo, una sonrisa llena de devoción que le revolvió el estómago. Quiso herirla, así que se acercó: "Mateo, Sofía me confesó que cree que está embarazada. Y que el hijo es tuyo". Sofía, furiosa, gritó: "¡No le creas! ¡Está mintiendo!"

Pero Mateo, visiblemente incómodo, se alejó. Sofía corrió tras él, jurándole que Ricky mentía. Luego, lo que destrozó a Ricky: Sofía besó a Mateo, tembló en sus brazos, una vulnerabilidad que nunca le mostró a nadie. La pregunta de Mateo flotó en el aire: "¿Realmente está tan obsesionado? Debiste darte cuenta, ¿no?".

Sofía, al ver a un guardia y a Ricky cerca, gritó: "¡ESE TIPO ESTÁ OBSESIONADO CONMIGO! ¡INVENTA MENTIRAS PORQUE NO PUEDE ACEPTAR QUE NUNCA ME INTERESARÍA EN ALGUIEN COMO ÉL! ¡ES REPULSIVO!". Mateo intervino, protegiéndola, llamando a Ricky obsesivo. Ricky sintió la humillación, buscando un rincón para lamerse las heridas. Oculto, los escuchó: Mateo: "Te amo, Sofía". Sofía: "Yo también te amo, Mateo".

Mateo, cruelmente, preguntó a Sofía sobre Ricky: "Ese tipo, Ricky... ¿Realmente está tan obsesionado? Debiste darte cuenta, ¿no?". Y Sofía respondió, como un veneno directo al alma de Ricky: "Siempre ha sido así. Un perro faldero. Patético". En ese momento, Mateo levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Ricky a través de la rendija. Una sonrisa triunfante y cruel lo confirmó: Mateo lo hizo a propósito.

Ricky, con una furia helada, salió. Vio que Mateo llevaba un colgante: una bala, la que él mismo se quitó del hombro hace cinco años al salvar a Sofía. Ella, al verlo, no dijo nada. "No significaba nada", admitió Sofía de la bala-amuleto. El último vestigio de amor de Ricky se extinguió. Fue despedido por la organización. Pero para su sorpresa, su abuelo lo esperaba afuera, confirmando el matrimonio arreglado con Isabella Mendoza, "la loca".

Dos semanas después, Sofía lo encontró en la hacienda. Delgada, rota, clamó: "¡Estaba ciega! Te quiero a ti, Ricky. Siempre te he querido a ti." Ricky se rio: "¿Me quieres? ¿Ahora? Tu amor es muy conveniente." Sofía mintió: "Nunca me acosté con él". Ricky, asqueado, reveló que los había escuchado en el jardín. Isabella, silenciosa, se acercó, tomando la mano de Ricky. Los celos de Sofía explotaron: "¿Y tú quién eres para tocarlo? ¿La loquita? ¿Crees que puedes reemplazarme?".

Bella, firme, le ordenó: "Vete. No eres bienvenida aquí". La furia de Sofía se desató: "¡Él es mío! ¡Veinte años! ¡Le di veinte años de mi vida!" Ricky, furioso por sus insultos, le dio una bofetada a Sofía: "No vuelvas a hablarle así. Ella es Isabella Mendoza. Mi prometida. Mi futura esposa. Y vale más que tú y todas tus mentiras juntas." Sofía se derrumbó: "Ricky, por favor, no me hagas esto...". Ricky la apartó con frialdad: "Se acabó, Sofía. Te di veinte años para que me eligieras. Elegiste a otro. Ahora yo he elegido a otra persona. Vive con eso".

Ricky, de la mano de Bella, entró en la hacienda, lejos de Sofía, quien quedó llorando sola en el polvo. El día de la boda, Sofía irrumpió en la capilla, demacrada y febril: "¡No puedes casarte con ella, Ricky! ¡No puedes! Es a mí a quien amas. Ella es una loca". Bella, con inusual autoridad, enfrentó a Sofía: "Señorita Delgado, creo que ya ha dicho suficiente". Ordenó a los guardias: "Acompañen a esta mujer fuera de mi propiedad. Si se resiste, no duden en usar la fuerza necesaria". Sofía luchó gritando: "¡Ricky, dile algo! ¡No dejes que me haga esto! ¡Tú me lo prometiste! ¡Me dijiste que me esperarías!". Pero Ricky, cansado, miró a su prometida y dijo: "Acepto".

Justo cuando se besaron, un alboroto fuera de la capilla. Ricky y Bella corrieron, encontrando a Sofía sobre Mateo Reyes, apuñalándolo repetidamente con un cuchillo de jardín ensangrentado. "¡Tú me lo quitaste! ¡Todo es tu culpa!", gritaba. Luego, con una sonrisa demencial: "Ricky, mi amor, ya me deshice del problema". Ricky, horrorizado, protegió a Bella. Los guardias se llevaron a Sofía. Mateo sobrevivió con secuelas.

En su luna de miel, Bella le reveló su verdad a Ricky: "Mi familia me veía como un activo. Me enamoré y ellos lo destruyeron. Fingí locura para que me dejaran en paz". Ricky, conmovido, preguntó por qué se casó con él. Bella le mostró dos caramelos de fresa viejos: "Éramos niños. Tú llorabas porque tu hermano te quitó un juguete. Te di mis caramelos. Fue la primera vez que sentí que había hecho algo bueno. Nunca te olvidé, Ricardo. Cuando tu abuelo propuso el matrimonio, supe que eras tú". Las lágrimas corrieron por las mejillas de Ricky. "Te he amado desde ese día en el jardín, Ricardo. En secreto, durante todos estos años." Ricky la abrazó, encontrando finalmente la paz junto a Isabella, su esposa.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Mi Muerte Falsa

Mi Muerte Falsa

Romance

5.0

Mi esposa me dijo: "Si pudiera volver atrás... lo esperaría a él." Esas palabras me las susurró la Isabella del futuro, mientras yo agonizaba y ella me creía moribundo, justo después de descubrir que mi mujer, supuestamente fallecida en un accidente aéreo, estaba viva y en brazos de otro hombre. Desperté en el primer año de nuestro matrimonio, veinte años más joven, con esa premonición cruel grabada en mi alma. La amada Isabella de mi presente, con su sonrisa perfecta, comenzó a tejer una red de mentiras. La seguí a escondidas y la vi con Ricardo, el músico, confirmando mi peor pesadilla. Luego vinieron las grabaciones de sus gemidos, las burlas de él, y la verdad: ella planeaba su propia "muerte" para huir conmigo. Me humilló públicamente, me culpó de sus problemas y, cuando me negué a ceder a sus manipulaciones, me difamó sin piedad. El dolor era insoportable, una traición que me desgarraba el alma. ¿Cómo la mujer que juró amarme incondicionalmente podía ser tan calculadora y cruel? Consumido por la farsa, decidí que no podía seguir así. Si ella tramó una falsa muerte para escapar, yo haría lo mismo. Orquesté mi propia desaparición en la Patagonia, un plan limpio y definitivo. Con la ayuda incondicional de mi madre y el apoyo inesperado de Sofía, una mujer noble y sincera, forjé un nuevo destino. Juntos, no solo reconstruiré mi vida, sino que desmantelaré el imperio de corrupción de su familia, mientras Isabella aprende el verdadero significado de la pérdida.

Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Cuentos

5.0

El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

Ojos Robados, Corazón Roto

Ojos Robados, Corazón Roto

Cuentos

5.0

Corrí por los pasillos estériles del hospital, con el corazón desbocado. Después de semanas de oscuridad, Ricardo, el amor de mi vida, por fin había despertado. Al llegar a su puerta, grité su nombre, las lágrimas de felicidad nublando mi vista. Pero en la habitación, junto a mi prometido, estaba Isabel, la hija de una de las familias más ricas de la ciudad, con una sonrisa de triunfo. «¿Quién eres tú?», me soltó Ricardo, con una voz helada que no reconocí. Luego de 15 años juntos, me miraba con mis propios ojos, los ojos que le doné para que pudiera volver a ver. «Mi prometida está aquí, aléjate», añadió, y mi mundo se vino abajo. Isabel, con falsa compasión, me dijo: «Sé que siempre te ha gustado Ricardo, pero eres solo una sirvienta de nuestra casa. Por favor, no lo molestes». «¿Sirvienta?», susurré, confundida. Su madre, con una risa cruel, sentenció: «Mi hijo jamás se comprometería con alguien como tú. Isabel es su prometida, ella le donó las córneas». La hermana de Ricardo añadió: «Eres una trepadora. Pensaste que con el accidente podrías aprovecharte. La gente como tú siempre tiene su lugar. Y el tuyo no es aquí». La humillación me quemaba. Me habían robado a mi hombre, mi sacrificio, mi identidad. «¡No! ¡Eso es mentira! ¡Yo le doné mis ojos! ¡Ricardo, tienes que recordarme!», grité. Pero su madre ordenó a seguridad que me sacaran al grito de: «¡Vuelve a la mansión ahora mismo! ¡Tienes que preparar la cena! ¡Es lo único para lo que sirves!». Él solo me miró con indiferencia mientras me arrastraban fuera, rompiéndome el corazón. Atrapada en esa mansión, me obligaron a cocinar para los que me habían destruido. Un día, Isabel derramó té caliente sobre mí y Laura, su hermana, me empujó contra la estufa. Yo, con la piel ardiendo, susurré: «Por favor, necesito algo para la quemadura». Laura se rio: «Deberías estar agradecida de tener un techo. Limpia ese desastre. Ricardo tiene hambre». «Por favor, solo déjame hablar con él. Él me escuchará», supliqué. Entonces, Laura me empujó de nuevo, y mi mano chocó con la olla caliente. «¡Ya basta!», gritó una voz, era Ricardo, con el ceño fruncido. Isabel y Laura mintieron, diciendo que me había quemado sola y que estaba obsesionada. Él se acercó y, sin dudarlo, me soltó: «No sé quién eres, pero ya me cansé de tus mentiras y tu escándalo. Isabel es la mujer que amo. Tú no eres nadie». Me agarró el brazo herido. «No vuelvas a molestar a mi familia». Me soltó con un empujón. El hombre que me prometió amor eterno, me trataba como basura. Ese día, mientras limpiaba, vi cómo desenterraban los cactus, el símbolo de nuestro amor. «¡No! ¡Deténganse! ¡Son míos!», grité, defendiéndolos. Isabel se burló: «Nada en esta casa es tuyo. Eres una empleada. Quítate o te despido». Ricardo apareció y, con rabia, empezó a arrancar los cactus con sus propias manos. Me lanzó uno, las espinas se incrustaron en mi brazo. «¡No quiero volver a ver tu cara en esta casa!», me gritó. «Lárgate. Estás despedida», sentenció Isabel. Me arrojaron mis cosas a la calle. Me quedé allí, en la acera, arrodillada, mi vida reducida a cenizas y espinas. ¿Cómo pude perderlo todo por la amnesia de él y la malicia de ellos? Debería haber muerto en ese terremoto. Un día mi esposo me amó, me adoró, y al día siguiente me golpeó y me echó a la calle. Me encontró Eduardo, el primo de Ricardo. Me miró con compasión, curó mis heridas. «Cásate conmigo», me dijo. «Te protegeré. Nadie volverá a lastimarte». Asentí, sin entender aún por qué. Pero esa noche, Ricardo encontró algo que podría cambiarlo todo: un viejo álbum lleno de fotos nuestras.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro