La noche más importante de la moda en la Ciudad de México prometía ser la culminación de un sueño. Elena, dueña de "Aura" y con un diseño esmeralda que captaba todas las miradas, se sentía en la cima, a años luz de la pesadilla que la había consumido. Pero el pasado, siempre acechante, resurgió con la fuerza de un tren desbocado: un recuerdo de su boda, cinco años atrás, cuando su prometido Ricardo, y su "mejor amiga" Sofía, la abandonaron en el altar con un mensaje devastador. "Ricardo dice que no eres lo suficientemente buena para él. Se ha dado cuenta de que me ama a mí." La humillación fue pública, dolorosa, un golpe que la dejó rota en mil pedazos, traicionada y sin aliento. Y ahora, aquí estaban, Ricardo y Sofía, caminando arrogantemente hacia ella en el mismo evento donde Elena brillaba, intentando volver a pisotearla. Su mundo se convirtió en un borrón de rostros conmocionados, luces parpadeantes y un dolor agudo que prometía humillarla de nuevo, ella era la costurera, la que no era "lo suficientemente buena". Pero esta Elena ya no era la chica rota, el dolor se había transformado en acero, y sin saberlo, ellos estaban a punto de descubrirlo de la peor manera posible. "¿Estás bien, amor? Llegué tan pronto como pude." La voz de Marcos Véliz la sacó de su tormento, sus palabras un bálsamo en medio de la tormenta, confirmando lo que nadie podía creer: la humillada costurera era, en realidad, la esposa del magnate más poderoso de México.
La noche más importante de la moda en la Ciudad de México prometía ser la culminación de un sueño.
Elena, dueña de "Aura" y con un diseño esmeralda que captaba todas las miradas, se sentía en la cima, a años luz de la pesadilla que la había consumido.
Pero el pasado, siempre acechante, resurgió con la fuerza de un tren desbocado: un recuerdo de su boda, cinco años atrás, cuando su prometido Ricardo, y su "mejor amiga" Sofía, la abandonaron en el altar con un mensaje devastador.
"Ricardo dice que no eres lo suficientemente buena para él. Se ha dado cuenta de que me ama a mí."
La humillación fue pública, dolorosa, un golpe que la dejó rota en mil pedazos, traicionada y sin aliento.
Y ahora, aquí estaban, Ricardo y Sofía, caminando arrogantemente hacia ella en el mismo evento donde Elena brillaba, intentando volver a pisotearla.
Su mundo se convirtió en un borrón de rostros conmocionados, luces parpadeantes y un dolor agudo que prometía humillarla de nuevo, ella era la costurera, la que no era "lo suficientemente buena".
Pero esta Elena ya no era la chica rota, el dolor se había transformado en acero, y sin saberlo, ellos estaban a punto de descubrirlo de la peor manera posible.
"¿Estás bien, amor? Llegué tan pronto como pude."
La voz de Marcos Véliz la sacó de su tormento, sus palabras un bálsamo en medio de la tormenta, confirmando lo que nadie podía creer: la humillada costurera era, en realidad, la esposa del magnate más poderoso de México.
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