Atrapada en el Veneno Familiar

Atrapada en el Veneno Familiar

Gavin

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Capítulo

Faltaban solo dos semanas para el examen de admisión a la universidad de 1977, el que decidiría mi futuro, mientras la voz de las cigarras era el único alivio en la pesadez del verano. Sentada a mi mesa, con la espalda adolorida y los ojos irritados, cada línea de mis libros era una promesa de escapar. Entonces, mamá entró con un tazón de sopa de fideos, y su sonrisa cansada no llegó a sus ojos. "Quizás no deberías esforzarte tanto con esto de la universidad", soltó con una voz dulcísima que en mi cabeza sonó: Ojalá deje de soñar de una vez. Esta niña terca va a arruinarlo todo. Tiene que casarse con Carlos, es la única manera de que no le haga daño a Elena. Era la maldición de mi don: escuchar la podredumbre detrás de la falsa amabilidad de mi propia familia. No era la primera vez que intentaban sabotearme; recordé el concurso de ciencias y cómo mi hermano "accidentalmente" rompió mi trofeo, mientras mi padre "accidentalmente" derramaba agua en mi proyecto. Todo para "proteger" a Elena, mi mejor amiga, a quien consideraban la verdadera hija, y a quien yo, su propia hija, solo lastimaba. "No me voy a casar con Carlos" , desafié, la voz apenas un temblor. "Y voy a hacer ese examen." La sonrisa de mi madre desapareció. "¡Cállate! ¡No entiendes nada! Lo hacemos para proteger a Elena. El libro lo dijo. Tú eres la villana en su historia", escuché en su mente. Fui encerrada en mi habitación, medicada para mantenerme débil y somnolienta. "Así no tendrás escapatoria", pensaban. "Cuando pase la fecha del examen, te dejaremos salir." ¿Pero qué clase de locura era aquella donde el amor de una familia se convertía en veneno, todo por una estúpida novela? ¿Y qué harías si tu única esperanza de escapar de tu propia familia dependiera de la única persona que ellos quieren salvar de ti?

Introducción

Faltaban solo dos semanas para el examen de admisión a la universidad de 1977, el que decidiría mi futuro, mientras la voz de las cigarras era el único alivio en la pesadez del verano.

Sentada a mi mesa, con la espalda adolorida y los ojos irritados, cada línea de mis libros era una promesa de escapar.

Entonces, mamá entró con un tazón de sopa de fideos, y su sonrisa cansada no llegó a sus ojos.

"Quizás no deberías esforzarte tanto con esto de la universidad", soltó con una voz dulcísima que en mi cabeza sonó: Ojalá deje de soñar de una vez. Esta niña terca va a arruinarlo todo. Tiene que casarse con Carlos, es la única manera de que no le haga daño a Elena.

Era la maldición de mi don: escuchar la podredumbre detrás de la falsa amabilidad de mi propia familia.

No era la primera vez que intentaban sabotearme; recordé el concurso de ciencias y cómo mi hermano "accidentalmente" rompió mi trofeo, mientras mi padre "accidentalmente" derramaba agua en mi proyecto.

Todo para "proteger" a Elena, mi mejor amiga, a quien consideraban la verdadera hija, y a quien yo, su propia hija, solo lastimaba.

"No me voy a casar con Carlos" , desafié, la voz apenas un temblor. "Y voy a hacer ese examen."

La sonrisa de mi madre desapareció.

"¡Cállate! ¡No entiendes nada! Lo hacemos para proteger a Elena. El libro lo dijo. Tú eres la villana en su historia", escuché en su mente.

Fui encerrada en mi habitación, medicada para mantenerme débil y somnolienta.

"Así no tendrás escapatoria", pensaban. "Cuando pase la fecha del examen, te dejaremos salir."

¿Pero qué clase de locura era aquella donde el amor de una familia se convertía en veneno, todo por una estúpida novela?

¿Y qué harías si tu única esperanza de escapar de tu propia familia dependiera de la única persona que ellos quieren salvar de ti?

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