Esposa Contratada Cedió

Esposa Contratada Cedió

Gavin

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Capítulo

La voz de Damián, helada como siempre, resonaba en el vacío: "Ve y discúlpate con Eva" . Mi corazón se apretó, ¿disculparme por qué? Si no hice nada. Él ni siquiera levantó la vista de sus papeles, y su indiferencia se clavó como una aguja en mi alma. Sus palabras fueron brutales: Eva estaba asustada por una supuesta mirada mía, y para él, ella era intocable, invaluable. Un escalofrío me recorrió: ¿una mirada bastaba para humillarme así? Un dolor agudo me golpeó la cabeza, y recuerdos sangrientos e infernales inundaron mi mente. Recordé esta escena, esta misma humillación, en mi vida anterior, cuando su furia me condenó a un sótano sin comida ni agua. Recordé a Eva sonriendo, ofreciéndome una sopa, ¿y después? El dolor insoportable que me arrebató al hijo que ni siquiera sabía que esperaba. Recordé nuestro aniversario de bodas, la cena a la luz de las velas que nunca compartió porque estaba comprando una isla para el cumpleaños de Eva. Recordé el incendio: mis gritos, su rostro impasible, Eva temblando en sus brazos, mientras yo ardía. El humo me asfixió, el dolor me consumió, y mi último aliento fue un grito de odio y arrepentimiento: ¡si renaciera, jamás volvería a amarlo! Desperté gritando, pálida, temblando. No era una pesadilla. ¡Había renacido! Damián me miró, irritado, como si mi agonía fuera un truco para llamar su atención. Pero al mirarlo, ya no había amor en mis ojos, solo un odio gélido y profundo que venía de mi alma. La oleada de emociones fue demasiado: mis ojos se voltearon y caí inconsciente al suelo. Él ni siquiera se inmutó, solo llamó fríamente a una criada para que me arrastrara fuera de su vista. Desperté sola, abandonada, pero esta vez, la decepción dio paso a una calma extraña, a una fría determinación. El espejo me devolvió a una Ximena demacrada, pero ya no era la misma cobarde. Abrí mi laptop y busqué a Eva, la diosa de sonrisa pura que todos amaban. Y entonces, vi la noticia: "¡Actriz Eva Soler salva valientemente a un niño de un automóvil fuera de control!" . El video mostraba su heroísmo, su pureza, su valentía. Mi sonrisa amarga lo confirmó: ella era perfecta para Damián. Yo, solo un obstáculo, un matrimonio detestado. Él no era incapaz de amar. Simplemente, nunca me amó a mí. Esta vez, no lucharía. No me aferraría a un título vacío. Tomé mi teléfono y le pedí a mi abogado que redactara un acuerdo de divorcio. No quería nada de Damián. Solo quería mi libertad. Él lo firmó sin dudarlo, creyendo que era otro de mis "trucos" . Al recibir el documento, una lágrima rodó por mi mejilla, no de tristeza, sino de puro alivio. Finalmente, era libre.

Introducción

La voz de Damián, helada como siempre, resonaba en el vacío: "Ve y discúlpate con Eva" .

Mi corazón se apretó, ¿disculparme por qué? Si no hice nada.

Él ni siquiera levantó la vista de sus papeles, y su indiferencia se clavó como una aguja en mi alma.

Sus palabras fueron brutales: Eva estaba asustada por una supuesta mirada mía, y para él, ella era intocable, invaluable.

Un escalofrío me recorrió: ¿una mirada bastaba para humillarme así?

Un dolor agudo me golpeó la cabeza, y recuerdos sangrientos e infernales inundaron mi mente.

Recordé esta escena, esta misma humillación, en mi vida anterior, cuando su furia me condenó a un sótano sin comida ni agua.

Recordé a Eva sonriendo, ofreciéndome una sopa, ¿y después? El dolor insoportable que me arrebató al hijo que ni siquiera sabía que esperaba.

Recordé nuestro aniversario de bodas, la cena a la luz de las velas que nunca compartió porque estaba comprando una isla para el cumpleaños de Eva.

Recordé el incendio: mis gritos, su rostro impasible, Eva temblando en sus brazos, mientras yo ardía.

El humo me asfixió, el dolor me consumió, y mi último aliento fue un grito de odio y arrepentimiento: ¡si renaciera, jamás volvería a amarlo!

Desperté gritando, pálida, temblando.

No era una pesadilla.

¡Había renacido!

Damián me miró, irritado, como si mi agonía fuera un truco para llamar su atención.

Pero al mirarlo, ya no había amor en mis ojos, solo un odio gélido y profundo que venía de mi alma.

La oleada de emociones fue demasiado: mis ojos se voltearon y caí inconsciente al suelo.

Él ni siquiera se inmutó, solo llamó fríamente a una criada para que me arrastrara fuera de su vista.

Desperté sola, abandonada, pero esta vez, la decepción dio paso a una calma extraña, a una fría determinación.

El espejo me devolvió a una Ximena demacrada, pero ya no era la misma cobarde.

Abrí mi laptop y busqué a Eva, la diosa de sonrisa pura que todos amaban.

Y entonces, vi la noticia: "¡Actriz Eva Soler salva valientemente a un niño de un automóvil fuera de control!" .

El video mostraba su heroísmo, su pureza, su valentía.

Mi sonrisa amarga lo confirmó: ella era perfecta para Damián.

Yo, solo un obstáculo, un matrimonio detestado.

Él no era incapaz de amar. Simplemente, nunca me amó a mí.

Esta vez, no lucharía.

No me aferraría a un título vacío.

Tomé mi teléfono y le pedí a mi abogado que redactara un acuerdo de divorcio.

No quería nada de Damián.

Solo quería mi libertad.

Él lo firmó sin dudarlo, creyendo que era otro de mis "trucos" .

Al recibir el documento, una lágrima rodó por mi mejilla, no de tristeza, sino de puro alivio.

Finalmente, era libre.

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El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

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