Me Arrepiento de Haberte Amado

Me Arrepiento de Haberte Amado

Gavin

5.0
calificaciones
13
Vistas
27
Capítulo

En la bulliciosa Ciudad de México, el salón de la mansión Montoya estaba repleto, celebrando el compromiso de Isabela Montoya y el Capitán Arturo Vargas. Pero, de repente, Isabela gritó ante todos que no se casaría con él. Apuntando a Arturo, declaró su amor por Leonardo, un poeta de sonrisa burlona. El General Montoya, impactado, ordenó que se la llevaran, pero Isabela amenazó con quitarse la vida si la obligaban. Mientras Arturo procesaba la humillación pública, Leonardo se le acercó, insultándolo y llamándolo "soldado de provincia" sin refinamiento. Isabela, cegada por su nuevo amor, lo defendió, diciendo que Arturo solo entendía de guerra. Con el corazón destrozado, Arturo anuló el compromiso, pidéndole al General la misión más peligrosa en la frontera norte. Todos pensaron que se había vuelto loco; la frontera era una sentencia de muerte. Pero para Arturo, era su escape de la burla y la lástima de la sociedad que una vez lo celebró. Como último acto de nobleza, pidió una escolta para Leonardo, dejando a Isabela confundida. En su cuartel, Arturo quemó los recuerdos de su pasado con Isabela, sintiendo que su futuro era la sangre y el acero. La capital se regocijaba por el nuevo romance, ajena al capitán que se dirigía a una muerte casi segura. En una fiesta, Leonardo lo humilló de nuevo, pero Arturo lo superó con su música, ganando un reloj de oro de su abuelo. Sin piedad, Leonardo destrozó el reloj, el último vínculo de Arturo con su familia. Cegado por la rabia, Arturo lo golpeó, dejándolo inconsciente. Isabela, furiosa, le exigió a su padre que castigara a Arturo con azotes. Cincuenta latigazos cayeron sobre su espalda, un recordatorio de su humillación. Arturo, con voz ronca, solo dijo: "Solo me arrepiento de haberte amado". Al día siguiente, Isabela lo visitó, no para disculparse, sino para advertirle que se mantuviera alejado de Leonardo. Él le dijo con desprecio que entendía que su honor no significaba nada para ella. "Tengo una guerra a la que asistir. Vete de mi vista." Más tarde, Leonardo lo acusó de envenenamiento, y Arturo fue humillado y forzado a observar a Isabela cuidar de su rival. "Eres un adorno," le dijo ella, y Arturo finalmente sintió una indiferencia liberadora: su corazón se había vuelto piedra. En una cacería, Arturo ganó un caballo, pero Isabela intentó cambiarlo por un collar de diamantes para Leonardo. Arturo se lo regaló, diciendo: "No quiero tu dinero", y se alejó. En el cementerio familiar, Felipe, su leal asistente, apareció. Leonardo llegó ebrio, insultó a Felipe y lo apuñaló, arrojando su cuerpo a un barranco. La rabia de Arturo explotó: el último hilo de humanidad se había cortado. Quiso matar a Leonardo, pero Isabela se interpuso, hiriéndose. Arturo fue encarcelado, liberado solo para ir a la frontera como castigo. "No siento nada por ti, Isabela. Eres una extraña para mí." Isabela dudó por primera vez. Arturo y su contingente salieron de la capital, hacia la frontera, sin mirar atrás. Mientras, Isabela, al descubrir que Leonardo la había engañado y solo se había aprovechado de ella, lo expulsó de la casa. Consumida por el arrepentimiento, empezó a investigar a la familia de Leonardo. Con pruebas irrefutables, expuso sus crímenes y, en un enfrentamiento final, ella misma mató a Leonardo. Decidió ir a la frontera en busca de Arturo. Arturo, entretanto, se había convertido en un líder legendario en la frontera, pacificando el territorio. Un día encontró a un hombre herido, Mateo, y lo ayudó. Mateo le confesó que era el último de una casa noble traicionada, que buscaba justicia. Arturo le prometió ayudarlo a limpiar el nombre de su familia, sellando un vínculo profundo. Isabela los encontró en un oasis, pidiendo perdón y queriendo regresar a la capital. Pero Arturo la rechazó: "Mi vida ya no te incluye. Tengo a alguien a quien proteger". Isabela, desesperada, reveló el verdadero nombre de Mateo, pero él confesó su amor incondicional por Arturo. Arturo y Mateo se alejaron juntos, dejando a Isabela sola en la tormenta, su destino sellado. Días después, una tribu renegada atacó el campamento durante la tormenta. Isabela, al ver a Arturo en peligro, se interpuso entre él y una lanza, salvándole la vida. Arturo la llevó a la tienda del médico, rogando que la salvaran. Isabela se recuperó, y Arturo y Mateo finalizaron la pacificación de la frontera. Regresaron a la capital como héroes. En una ceremonia pública, se le ofreció a Arturo cualquier cosa por salvar a la nación. Él pidió justicia para Mateo, que la casa de Alarcón fuera exonerada. La verdad sobre la conspiración salió a la luz, el nombre de Mateo fue limpiado, y recobró su título de duque. Pero Mateo lo rechazó todo, eligiendo la libertad junto a Arturo. Juntos, Arturo y Mateo dejaron la capital, buscando una vida de paz y aventura. En las llanuras del norte, Arturo, lleno de felicidad, le pidió matrimonio a Mateo. Se casaron en una ceremonia íntima, sellando su amor con la promesa de ser "ancla" y "alas" el uno del otro. Vivieron dos años viajando, encontrando la paz en un pequeño pueblo de la frontera. Pero la capital los llamó de nuevo: una rebelión amenazaba con la guerra civil. Arturo y Mateo regresaron, una vez más, para salvar la nación. Antes de partir, encontraron a Isabela, ahora una mujer sin hogar y con la mente perdida. Arturo y Mateo finalmente dejaron la capital para siempre, cabalgando hacia el sol poniente, hacia su hogar. Su leyenda, del héroe y su compañero, fue la de un amor que eligió la libertad sobre el poder.

Introducción

En la bulliciosa Ciudad de México, el salón de la mansión Montoya estaba repleto, celebrando el compromiso de Isabela Montoya y el Capitán Arturo Vargas.

Pero, de repente, Isabela gritó ante todos que no se casaría con él.

Apuntando a Arturo, declaró su amor por Leonardo, un poeta de sonrisa burlona.

El General Montoya, impactado, ordenó que se la llevaran, pero Isabela amenazó con quitarse la vida si la obligaban.

Mientras Arturo procesaba la humillación pública, Leonardo se le acercó, insultándolo y llamándolo "soldado de provincia" sin refinamiento.

Isabela, cegada por su nuevo amor, lo defendió, diciendo que Arturo solo entendía de guerra.

Con el corazón destrozado, Arturo anuló el compromiso, pidéndole al General la misión más peligrosa en la frontera norte.

Todos pensaron que se había vuelto loco; la frontera era una sentencia de muerte.

Pero para Arturo, era su escape de la burla y la lástima de la sociedad que una vez lo celebró.

Como último acto de nobleza, pidió una escolta para Leonardo, dejando a Isabela confundida.

En su cuartel, Arturo quemó los recuerdos de su pasado con Isabela, sintiendo que su futuro era la sangre y el acero.

La capital se regocijaba por el nuevo romance, ajena al capitán que se dirigía a una muerte casi segura.

En una fiesta, Leonardo lo humilló de nuevo, pero Arturo lo superó con su música, ganando un reloj de oro de su abuelo.

Sin piedad, Leonardo destrozó el reloj, el último vínculo de Arturo con su familia.

Cegado por la rabia, Arturo lo golpeó, dejándolo inconsciente.

Isabela, furiosa, le exigió a su padre que castigara a Arturo con azotes.

Cincuenta latigazos cayeron sobre su espalda, un recordatorio de su humillación.

Arturo, con voz ronca, solo dijo: "Solo me arrepiento de haberte amado".

Al día siguiente, Isabela lo visitó, no para disculparse, sino para advertirle que se mantuviera alejado de Leonardo.

Él le dijo con desprecio que entendía que su honor no significaba nada para ella.

"Tengo una guerra a la que asistir. Vete de mi vista."

Más tarde, Leonardo lo acusó de envenenamiento, y Arturo fue humillado y forzado a observar a Isabela cuidar de su rival.

"Eres un adorno," le dijo ella, y Arturo finalmente sintió una indiferencia liberadora: su corazón se había vuelto piedra.

En una cacería, Arturo ganó un caballo, pero Isabela intentó cambiarlo por un collar de diamantes para Leonardo.

Arturo se lo regaló, diciendo: "No quiero tu dinero", y se alejó.

En el cementerio familiar, Felipe, su leal asistente, apareció.

Leonardo llegó ebrio, insultó a Felipe y lo apuñaló, arrojando su cuerpo a un barranco.

La rabia de Arturo explotó: el último hilo de humanidad se había cortado.

Quiso matar a Leonardo, pero Isabela se interpuso, hiriéndose.

Arturo fue encarcelado, liberado solo para ir a la frontera como castigo.

"No siento nada por ti, Isabela. Eres una extraña para mí."

Isabela dudó por primera vez.

Arturo y su contingente salieron de la capital, hacia la frontera, sin mirar atrás.

Mientras, Isabela, al descubrir que Leonardo la había engañado y solo se había aprovechado de ella, lo expulsó de la casa.

Consumida por el arrepentimiento, empezó a investigar a la familia de Leonardo.

Con pruebas irrefutables, expuso sus crímenes y, en un enfrentamiento final, ella misma mató a Leonardo.

Decidió ir a la frontera en busca de Arturo.

Arturo, entretanto, se había convertido en un líder legendario en la frontera, pacificando el territorio.

Un día encontró a un hombre herido, Mateo, y lo ayudó.

Mateo le confesó que era el último de una casa noble traicionada, que buscaba justicia.

Arturo le prometió ayudarlo a limpiar el nombre de su familia, sellando un vínculo profundo.

Isabela los encontró en un oasis, pidiendo perdón y queriendo regresar a la capital.

Pero Arturo la rechazó: "Mi vida ya no te incluye. Tengo a alguien a quien proteger".

Isabela, desesperada, reveló el verdadero nombre de Mateo, pero él confesó su amor incondicional por Arturo.

Arturo y Mateo se alejaron juntos, dejando a Isabela sola en la tormenta, su destino sellado.

Días después, una tribu renegada atacó el campamento durante la tormenta.

Isabela, al ver a Arturo en peligro, se interpuso entre él y una lanza, salvándole la vida.

Arturo la llevó a la tienda del médico, rogando que la salvaran.

Isabela se recuperó, y Arturo y Mateo finalizaron la pacificación de la frontera.

Regresaron a la capital como héroes.

En una ceremonia pública, se le ofreció a Arturo cualquier cosa por salvar a la nación.

Él pidió justicia para Mateo, que la casa de Alarcón fuera exonerada.

La verdad sobre la conspiración salió a la luz, el nombre de Mateo fue limpiado, y recobró su título de duque.

Pero Mateo lo rechazó todo, eligiendo la libertad junto a Arturo.

Juntos, Arturo y Mateo dejaron la capital, buscando una vida de paz y aventura.

En las llanuras del norte, Arturo, lleno de felicidad, le pidió matrimonio a Mateo.

Se casaron en una ceremonia íntima, sellando su amor con la promesa de ser "ancla" y "alas" el uno del otro.

Vivieron dos años viajando, encontrando la paz en un pequeño pueblo de la frontera.

Pero la capital los llamó de nuevo: una rebelión amenazaba con la guerra civil.

Arturo y Mateo regresaron, una vez más, para salvar la nación.

Antes de partir, encontraron a Isabela, ahora una mujer sin hogar y con la mente perdida.

Arturo y Mateo finalmente dejaron la capital para siempre, cabalgando hacia el sol poniente, hacia su hogar.

Su leyenda, del héroe y su compañero, fue la de un amor que eligió la libertad sobre el poder.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Mi Odio No Desaparecerá con Muerte

Mi Odio No Desaparecerá con Muerte

Cuentos

5.0

Siete años después de mi muerte, ni la tumba me dio paz. Mi hermana Sofía, la Reina, la misma que tosió sangre por años y vio a nuestro reino caer, finalmente exhaló su último aliento. Pero su agonía no era por su enfermedad, era el preludio de mi juicio póstumo, un espectáculo macabro donde todos clamaban venganza contra Elena, la bruja muerta. Mi Rey, Ricardo, el hombre al que una vez amé más que a mi propia vida, juró aplastar mi alma convertida en amuleto. Incluso mis padres, aquellos que me dieron la vida y me la arrebataron, se unieron al coro de odio, desenterrando mi ataúd con una bandera de contención de almas, ritual reservado para los peores criminales. Con malicia en sus rostros, clamaron, no por descansar en paz, sino por una tortura eterna en un cerdo. ¿Cómo podía el amor de mi vida odiarme tanto? ¿Por qué mis propios padres, aquellos que debieron protegerme, deseaban mi sufrimiento más allá de la muerte? Viajaron a la tierra salvaje de mi exilio, buscando mis restos para profanarlos. Pero al llegar, no me encontraron a mí. En su lugar, hallaron a mi pequeña hija, la niña que nadie sabía que existía, acunando mi tablilla conmemorativa, esperando justicia. Ricardo, el que creyó todas las mentiras, la arrojó sin piedad a una pila de cadáveres, desatando su furia. En ese instante, mi alma fragmentada, atrapada en el horquilla de madera de mi hija, sintió la misma agonía, la misma desesperación. Grité, pero nadie me escuchó. Solo pude ver cómo pateaban a mi hija, la maldecían y la humillaban. Fue entonces, al verla al borde de la muerte, que mi pequeña, en un acto supremo de amor y sacrificio, activó el Testimonio de Sangre, un hechizo que revelaría la verdad, una verdad que Ricardo y todos ellos se negaron a creer. Esta es la historia de cómo una bruja, traicionada por los suyos, encontró la redención a través de una hija que desafió la muerte para limpiar su nombre.

Mi Anillo, Tu Traición

Mi Anillo, Tu Traición

Cuentos

5.0

El agudo dolor en mi tobillo era lo único real, un recordatorio constante de la humillación de estar tirada en el suelo de la oficina, con el sonido distante de una sirena acercándose. Mientras los paramédicos me subían a la camilla, mi primer y único pensamiento fue para Ricardo, mi prometido. Con manos temblorosas, le envié un mensaje: "Me rompí el tobillo. ¿Puedes venir por mí al hospital?" . La eternidad que tardó en llegar su respuesta se materializó en solo unas palabras: "Qué mala onda, Luna. Justo hoy no puedo. Tengo noche de chicos. Pide un Uber, ¿no?" . Sola, con el corazón encogido por el frío mensaje y la repentina realización de estar tirada en el suelo del hospital, firmé el consentimiento para una cirugía que nadie más que yo presenciaría. Fue entonces, buscando una distracción en Instagram, cuando vi la foto. Ricardo, riendo a carcajadas, con el brazo rodeando los hombros de Sofía, su "mejor amiga" . Y en el dedo anular de Sofía, brillando con descaro, estaba mi anillo de compromiso. El diamante que Ricardo me había dado, la promesa de nuestro futuro. "¿Qué onda, mi amor? ¿Ya te checaron? ¿Todo bien?" , preguntó su voz despreocupada por teléfono, ajeno a que mi mundo se había desmoronado. Silencio. "¿Luna? ¿Estás ahí? ¿Por qué no contestas? No te pongas de malas…" "Me van a operar" , dije, la voz helada. "Ah, bueno. Pues que todo salga bien. Me marcas cuando salgas. Te quiero." Y colgó. Ese día, la Luna ingenua y enamorada murió en esa cama de hospital. Una fría ira se apoderó de mí, una furia silenciosa pero inquebrantable. No iba a llorar más. Iba a planear. Iba a desaparecer.

La Sombra de la Envidia

La Sombra de la Envidia

Cuentos

5.0

El chirrido de las llantas fue lo último que escuché. Luego, un golpe seco y un dolor que me atravesó antes de la oscuridad total. Mi último pensamiento: Javier, mi novio, con quien apenas horas antes había compartido nuestra felicidad en redes sociales. Pero su imagen se mezcló con la cara de Daniela, mi mejor amiga, gritándome por teléfono: "¡Sofía, eres una tonta! ¿No te das cuenta de que Javier solo juega contigo? ¡Te está engañando!" Ella me envió un video borroso, un supuesto Javier entrando a un hotel con otra mujer. Mi mundo se derrumbó. Sin hablar con él, sin darle oportunidad de explicarse, terminé mi relación, ahogándome en el dolor de una traición orquestada por quien más confiaba. Días después, Daniela, enfurecida porque Javier ni siquiera la miraba, me atacó. "¡Si no es mío, no será de nadie, y tú me lo quitaste!" Fue lo último que gritó antes de acelerar su coche y arrollarme. Me dejó morir sola en el frío asfalto. La traición, el dolor, el arrepentimiento… todo se mezcló en un último suspiro. ¿Cómo pude ser tan ingenua? ¿Cómo no vi el odio y la envidia en los ojos de quien consideraba mi hermana? El engaño fue burdo, pero funcionó con mi mente nublada por la inseguridad. Sentía una profunda injusticia, una confusión. ¿Por qué yo? ¿Por qué ella? ¿Por qué la vida me arrancó de esa manera? Y entonces, desperté. En mi cama, junto a Javier, en el mismo día del anuncio de nuestro noviazgo. El universo, por alguna razón, me había dado una segunda oportunidad. Esta vez, no sería la tonta ingenua. Esta vez, yo tomaría el control de mi destino.

Mi Venganza, Mi Boda

Mi Venganza, Mi Boda

Cuentos

5.0

La puerta de mi vieja casa de campo se abrió de golpe, revelando la imagen que había intentado borrar por tres años. Allí estaba Ricardo Vargas, con su sonrisa arrogante y a su lado, Camila, su "prima", aferrada a él como una garrapata, mirándome con una mezcla tóxica de lástima y triunfo. Tres años. Tres infernales años desde que Ricardo me exilió aquí, al campo, para "aprender modales". "Sofía, mi amor", dijo con una falsa calidez que me revolvió el estómago. "Hemos venido a buscarte. Ya es hora de que vuelvas a casa". ¿Volver a casa? ¿Con ellos? La antigua Sofía, la huérfana "afortunada" que se arrastraba por las migajas de su atención, quizá lo hubiera hecho. Pero esa Sofía murió el día en que Ricardo me humilló frente a todos, ignoró mis súplicas y me calificó de desagradecida. Murió el día en que su indiferencia destrozó el único recuerdo de mi madre, un simple brazalete de plata que para mí valía más que toda su fortuna. Murió el día en que las palabras de Ricardo resonaron en mi cabeza: "Eres una huérfana, Sofía. Sin la familia Vargas, no eres nada". Esa Sofía ya no existía. "Lo siento, Ricardo", respondí, mi voz serena y clara, saboreando el momento. "Pero creo que hay un malentendido". Levanté mi mano izquierda, dejando que la luz del atardecer se reflejara en el sencillo pero elegante anillo de bodas que adornaba mi dedo. "Ya estoy casada". El silencio fue absoluto. Sus sonrisas se congelaron, la arrogancia de Ricardo se desvaneció, y Camila se quedó con la boca abierta. El juego había terminado. Y yo no era la que había perdido.

La Venganza de la Novia Rechazada

La Venganza de la Novia Rechazada

Cuentos

5.0

En la vibrante Oaxaca, Sofía, la sombra de la legendaria familia Vargas, vivía entre el brillo de sus "talentosas" hermanas, Carmen e Isabel. Siempre la tonta, sin ningún don aparente, su existencia era un constante murmullo de desprecio, un recordatorio de su supuesta inutilidad. Un martes, el destino irrumpió en camionetas negras: "El Jefe" , el capo moribundo, exigía que una de ellas eligiera a uno de sus hijos para casarse, sellando un pacto de poder. Carmen y Isabel, con sus falsos dones, brillaron, eligiendo la gloria y la ambición, dejándole a Sofía la peor de las humillaciones: el hijo "loco". "No elijo a ninguno de sus hijos," su voz, clara y firme, resonó en el salón, "Lo elijo a usted, Jefe." El shock llenó la habitación, la audacia de Sofía, la "inútil", desafiaba todo lo esperado, desafiaba al mismísimo Jefe. La Primera Dama, furiosa y despectiva, arremetió contra ella, la abofeteó, y sus hermanas, en un acto de traición, revelaron el "secreto": "Ella no tiene ningún don, ¡es una farsa, una inútil!" Acorralada, humillada y al borde de la ejecución, Sofía, con una calma inquietante, sonrió y proclamó su verdad: "Mi poder está en mi palabra, lo que yo digo, se cumple." "Y yo digo," clamó, señalando al Jefe agonizante, "que el Jefe no morirá hoy… mi palabra es de oro." Fue un acto de fe, una mentira tan audaz que todos la creyeron, un milagro, y su primer paso en un plan de venganza. Porque Sofía era la verdadera heredera de Doña Elena, no de sus dones ostentosos, sino de una astucia letal, forjada en la sombra. Doña Elena, asesinada por el mismo Jefe, había sido vengada, no con magia, sino con la cruel precisión de una serpiente que ahoga a su presa. Ahora, con el poder en sus manos, Sofía se preparaba para desmantelarlo todo, comenzando por el hombre que le arrebató a su madre.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro