El olor a desinfectante y un pitido monótono me devolvieron a la vida después de un accidente que casi me cuesta todo. Abrí los ojos en la cama de un hospital, con mi cuerpo gritando de dolor y mi mente llena de los fragmentos de un sueño roto: la audición para la Escuela Nacional de Danza de México, el fracaso humillante, el camión que no vi venir. Luego llegaron Mateo, mi novio, y Camila, mi mejor amiga, con sus sonrisas preocupadas y sus canastas de frutas. Sus voces sonaban dulces, llenas de alivio, pero algo había cambiado en mí. Una voz distinta, clara y cruel, resonaba en mi cabeza. No eran sus palabras audibles, sino sus pensamientos, oscuros y venenosos. "Qué fastidio, por fin despierta esta inútil. ¿Cuánto más tendré que fingir que me importa?", pensó Mateo. "Ojalá se hubiera quedado en coma. Es patético verla así", lo secundó Camila, mientras me decía lo mucho que me quería. No era una alucinación. Estaba escuchando sus mentes. Descubrí la verdad, una verdad tan amarga como la sangre: ellos no solo me habían visto caer, sino que me habían empujado. "Sistema de Intercambio de Talento", "amuleto", "robar"- sus pensamientos revelaban que habían usado magia oscura para despojarme de mi don, celebrar su éxito sobre mis ruinas. Me dejaron vacía, una versión mediocre de mí misma. La ira, fría y afilada, empezó a nacer en mi pecho. Pero ellos no sabían que, gracias a mi experiencia cercana a la muerte, tenía un nuevo poder: el de escuchar la verdad detrás de sus mentiras. La Sofía ingenua había muerto en la carretera. La que yacía en esa cama de hospital era otra, una que ahora solo tenía un propósito: recuperar lo que era suyo y hacerles pagar. La venganza sería mi nueva danza.
El olor a desinfectante y un pitido monótono me devolvieron a la vida después de un accidente que casi me cuesta todo. Abrí los ojos en la cama de un hospital, con mi cuerpo gritando de dolor y mi mente llena de los fragmentos de un sueño roto: la audición para la Escuela Nacional de Danza de México, el fracaso humillante, el camión que no vi venir.
Luego llegaron Mateo, mi novio, y Camila, mi mejor amiga, con sus sonrisas preocupadas y sus canastas de frutas. Sus voces sonaban dulces, llenas de alivio, pero algo había cambiado en mí. Una voz distinta, clara y cruel, resonaba en mi cabeza. No eran sus palabras audibles, sino sus pensamientos, oscuros y venenosos.
"Qué fastidio, por fin despierta esta inútil. ¿Cuánto más tendré que fingir que me importa?", pensó Mateo. "Ojalá se hubiera quedado en coma. Es patético verla así", lo secundó Camila, mientras me decía lo mucho que me quería. No era una alucinación. Estaba escuchando sus mentes.
Descubrí la verdad, una verdad tan amarga como la sangre: ellos no solo me habían visto caer, sino que me habían empujado. "Sistema de Intercambio de Talento", "amuleto", "robar"- sus pensamientos revelaban que habían usado magia oscura para despojarme de mi don, celebrar su éxito sobre mis ruinas. Me dejaron vacía, una versión mediocre de mí misma.
La ira, fría y afilada, empezó a nacer en mi pecho. Pero ellos no sabían que, gracias a mi experiencia cercana a la muerte, tenía un nuevo poder: el de escuchar la verdad detrás de sus mentiras. La Sofía ingenua había muerto en la carretera. La que yacía en esa cama de hospital era otra, una que ahora solo tenía un propósito: recuperar lo que era suyo y hacerles pagar. La venganza sería mi nueva danza.
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