El Precio es La Vida de Mi Hijo

El Precio es La Vida de Mi Hijo

Gavin

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Capítulo

Mi perfume, un regalo caro de mi difunta abuela, se estrelló contra el suelo de mármol. El ruido fue ensordecedor para lo que parecía ser un simple accidente causado por Pedrito, mi hijo de cinco años, que jugaba con su avión de juguete. Pero Ricardo, mi esposo, apenas levantó la vista de su laptop, y Sofía, su amante sentada a su lado, lanzó una mirada cargada de malicia. "¡Mi perfume! ¡Ricardo, mira lo que hizo tu hijo!" chilló ella. Él arrastró a Pedrito al cobertizo del jardín, un lugar oscuro y polvoriento, prohibido para él. Pedrito era alérgico a las abejas, y Ricardo, para complacer a Sofía, había llenado el jardín de las flores favoritas de ella. Le rogué, le supliqué que no lo hiciera, pero él solo se rió. "Se quedará ahí hasta que aprenda a respetar." En mi desesperación, golpeé la puerta del cobertizo hasta que mis nudillos sangraron. Escuché su voz ahogada: "Mami... me picó una abeja..." Le grité a Ricardo que abriera, que Pedrito estaba teniendo una reacción. Pero él se encogió de hombros, "Está haciendo un berrinche." Sofía se burló, "Siempre tan dramática, Lunita." Cuando la policía y los paramédicos llegaron, solo pudieron confirmar mi peor pesadilla. Pedrito estaba muerto. Y mientras me arrancaban a mi hijo, el hombre que me juro amor eterno, el padre de mi Pedrito, publicó una foto de celebración con su amante. "Felicidades, asesino," le comenté. No me importaron sus amenazas, ni esa estúpida excusa de embarazo que siempre usaba Sofía. En ese momento, mi corazón dejó de latir por el dolor y empezó a latir por la venganza. Yo, Luna, ya no era la misma. Ahora era su peor pesadilla.

Introducción

Mi perfume, un regalo caro de mi difunta abuela, se estrelló contra el suelo de mármol.

El ruido fue ensordecedor para lo que parecía ser un simple accidente causado por Pedrito, mi hijo de cinco años, que jugaba con su avión de juguete.

Pero Ricardo, mi esposo, apenas levantó la vista de su laptop, y Sofía, su amante sentada a su lado, lanzó una mirada cargada de malicia.

"¡Mi perfume! ¡Ricardo, mira lo que hizo tu hijo!" chilló ella.

Él arrastró a Pedrito al cobertizo del jardín, un lugar oscuro y polvoriento, prohibido para él. Pedrito era alérgico a las abejas, y Ricardo, para complacer a Sofía, había llenado el jardín de las flores favoritas de ella.

Le rogué, le supliqué que no lo hiciera, pero él solo se rió. "Se quedará ahí hasta que aprenda a respetar."

En mi desesperación, golpeé la puerta del cobertizo hasta que mis nudillos sangraron.

Escuché su voz ahogada: "Mami... me picó una abeja..."

Le grité a Ricardo que abriera, que Pedrito estaba teniendo una reacción.

Pero él se encogió de hombros, "Está haciendo un berrinche." Sofía se burló, "Siempre tan dramática, Lunita."

Cuando la policía y los paramédicos llegaron, solo pudieron confirmar mi peor pesadilla. Pedrito estaba muerto.

Y mientras me arrancaban a mi hijo, el hombre que me juro amor eterno, el padre de mi Pedrito, publicó una foto de celebración con su amante.

"Felicidades, asesino," le comenté.

No me importaron sus amenazas, ni esa estúpida excusa de embarazo que siempre usaba Sofía.

En ese momento, mi corazón dejó de latir por el dolor y empezó a latir por la venganza. Yo, Luna, ya no era la misma. Ahora era su peor pesadilla.

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