Venganza De Las Hermanas

Venganza De Las Hermanas

Gavin

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Capítulo

Mi hermana Sofía vive un cuento de hadas... o eso le cuenta a sus millones de seguidores en Instagram. \nCada foto, cada sonrisa, cada momento con su novio, el famoso Chef Mateo, es perfecto. \nSon la pareja dorada de la Ciudad de México, el epítome del amor moderno. \nPero yo, Ana, su hermana menor, sé la verdad. \nSu vida es una farsa, un guion que solo yo conozco. \nHasta que un día, Sofía me consigue una beca en la mejor academia culinaria. \nY, orquestado por ella, termino casándome con el mismísimo Chef Mateo. \nNuestra vida de recién casados parecía ideal, llena de regalos caros y devoción pública. \nPero en casa, las cámaras se apagaban y algo no encajaba. \nLlamadas extrañas, viajes repentinos, una distancia sutil. \nMi formación como ingeniera me enseñó a buscar patrones, anomalías. \nY una tarde, lo encontré. \nUn segundo teléfono oculto en la guantera de su coche. \nSin contraseña. \nLa galería de fotos fue un golpe directo al estómago. \nMateo sonriendo, no conmigo, sino con otra mujer. \nUna mujer frágil, con una sonrisa tímida. \nY, en sus brazos, un niño pequeño, con los mismos ojos oscuros de Mateo. \nHacía tres años. \nNuestro cuento de hadas era una pesadilla, una mentira monumental construida sobre la ruina de otra familia. \nEsa noche, lo esperé. \nDejé el teléfono en la mesa, con la pantalla iluminada. \nEntró sonriendo, tarareando una canción. \n"Mi amor, ya llegué. Te extrañé..." \nSu voz se apagó al ver la pantalla. \nSu rostro se descompuso. \n"¿Qué es esto, Mateo?" mi voz sonó fría. \nEl pánico cruzó sus ojos. \n"Cariño, déjame explicarte. No es lo que parece." \n"¿No es lo que parece? Hay cientos de fotos. Un niño. ¿Cuántos años tiene, Mateo? ¿Tres? ¿Llevas tres años con ella?" \nSu silencio fue la confesión. \n"Todo... nuestra boda, nuestra vida... todo es una farsa." \n"Es complicado, Ana." \n"Eres un mentiroso y un traidor." \nIntentó culparme, minimizar su engaño. \n"Se acabó, Mateo. Quiero el divorcio." \n"¡No, no, no! ¡Ana, por favor! Piensa en nuestra reputación, en tu hermana." \n"¡Tú construiste un castillo de mentiras y yo fui la tonta que vivió en él!" \nSalí a la noche fría, dejando atrás el final de un cuento de hadas vacío. \nPero no estaba sola. \nMi hermana Sofía, con sus propias grietas en la fachada, me esperaba. \nConduje sin rumbo, el eco de las mentiras. \nSolo un lugar: el apartamento de Sofía. \nLlegué a su edificio de lujo en Polanco. \nElla abrió la puerta, en pijama de seda, mascarilla facial. \nSu fastidio se transformó en preocupación. \n"Ana, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras?" \nMe derrumbé en sus brazos, sollozando. \nLe conté todo. \nEl segundo teléfono, las fotos, la otra mujer, el niño. \nLa doble vida. \nSu expresión se endureció. \n"Ese hijo de puta", siseó. "Lo voy a destruir." \nSu apoyo fue un bálsamo. \nÉramos dos mujeres en la misma trinchera. \nY juntas, íbamos a demoler a un hombre que se creía intocable. \nPero el juego acaba de empezar y las sorpresas apenas comienzan.

Introducción

Mi hermana Sofía vive un cuento de hadas... o eso le cuenta a sus millones de seguidores en Instagram.

\nCada foto, cada sonrisa, cada momento con su novio, el famoso Chef Mateo, es perfecto.

\nSon la pareja dorada de la Ciudad de México, el epítome del amor moderno.

\nPero yo, Ana, su hermana menor, sé la verdad.

\nSu vida es una farsa, un guion que solo yo conozco.

\nHasta que un día, Sofía me consigue una beca en la mejor academia culinaria.

\nY, orquestado por ella, termino casándome con el mismísimo Chef Mateo.

\nNuestra vida de recién casados parecía ideal, llena de regalos caros y devoción pública.

\nPero en casa, las cámaras se apagaban y algo no encajaba.

\nLlamadas extrañas, viajes repentinos, una distancia sutil.

\nMi formación como ingeniera me enseñó a buscar patrones, anomalías.

\nY una tarde, lo encontré.

\nUn segundo teléfono oculto en la guantera de su coche.

\nSin contraseña.

\nLa galería de fotos fue un golpe directo al estómago.

\nMateo sonriendo, no conmigo, sino con otra mujer.

\nUna mujer frágil, con una sonrisa tímida.

\nY, en sus brazos, un niño pequeño, con los mismos ojos oscuros de Mateo.

\nHacía tres años.

\nNuestro cuento de hadas era una pesadilla, una mentira monumental construida sobre la ruina de otra familia.

\nEsa noche, lo esperé.

\nDejé el teléfono en la mesa, con la pantalla iluminada.

\nEntró sonriendo, tarareando una canción.

\n"Mi amor, ya llegué. Te extrañé..."

\nSu voz se apagó al ver la pantalla.

\nSu rostro se descompuso.

\n"¿Qué es esto, Mateo?" mi voz sonó fría.

\nEl pánico cruzó sus ojos.

\n"Cariño, déjame explicarte. No es lo que parece."

\n"¿No es lo que parece? Hay cientos de fotos. Un niño. ¿Cuántos años tiene, Mateo? ¿Tres? ¿Llevas tres años con ella?"

\nSu silencio fue la confesión.

\n"Todo... nuestra boda, nuestra vida... todo es una farsa."

\n"Es complicado, Ana."

\n"Eres un mentiroso y un traidor."

\nIntentó culparme, minimizar su engaño.

\n"Se acabó, Mateo. Quiero el divorcio."

\n"¡No, no, no! ¡Ana, por favor! Piensa en nuestra reputación, en tu hermana."

\n"¡Tú construiste un castillo de mentiras y yo fui la tonta que vivió en él!"

\nSalí a la noche fría, dejando atrás el final de un cuento de hadas vacío.

\nPero no estaba sola.

\nMi hermana Sofía, con sus propias grietas en la fachada, me esperaba.

\nConduje sin rumbo, el eco de las mentiras.

\nSolo un lugar: el apartamento de Sofía.

\nLlegué a su edificio de lujo en Polanco.

\nElla abrió la puerta, en pijama de seda, mascarilla facial.

\nSu fastidio se transformó en preocupación.

\n"Ana, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras?"

\nMe derrumbé en sus brazos, sollozando.

\nLe conté todo.

\nEl segundo teléfono, las fotos, la otra mujer, el niño.

\nLa doble vida.

\nSu expresión se endureció.

\n"Ese hijo de puta", siseó. "Lo voy a destruir."

\nSu apoyo fue un bálsamo.

\nÉramos dos mujeres en la misma trinchera.

\nY juntas, íbamos a demoler a un hombre que se creía intocable.

\nPero el juego acaba de empezar y las sorpresas apenas comienzan.

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Introducción Me desperté en mi propia cama, el sol de La Rioja se filtraba suavemente por las persianas de mi habitación. Por un momento, el familiar aroma a madera vieja de la bodega llenó el aire, y todo pareció extrañamente normal. Pero entonces, un escalofrío glaciar me recorrió, no del frío, sino de un recuerdo que me heló hasta el alma. Era la vívida pesadilla de estar atrapada en un cuerpo diminuto y peludo, ladrando desesperadamente sin que nadie entendiera mis gritos. El recuerdo pavoroso de ver mi propio rostro, o el cuerpo que una vez fue mío, sonriendo mientras el veterinario inyectaba la letal dosis en una fría y maloliente perrera. Vi a Carmen, la esposa de mi hermanastro, habitar mi cuerpo, celebrando mi muerte con una copa de nuestro mejor reserva. A su lado, mis cómplices: mi prometido, Javier, y mi hermanastro Mateo. Habían intercambiado nuestras almas, todo por la herencia y la bodega familiar que mi padre me había destinado. Fui traicionada por los que más amaba, robada de mi vida y condenada a la agonía de un animal doméstico. La injusticia me quemaba, la crueldad de su plan era simplemente inconcebible. Miré mis manos, eran mis propias manos, no las patas de un cachorro. Toqué mi piel, era la mía, no el pelaje blanco y rizado de un Bichón Frisé. Había renacido. Estaba de vuelta. En el día de mi compromiso, el día exacto en que todo había comenzado. Esta vez, armada con la desgarradora memoria de mi muerte y una sed insaciable de justicia, ellos no tendrían escapatoria.

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El dolor me partió el abdomen en dos. Era mi cumpleaños, y Alejandro, a quien había criado con el amor de una madre por diez años, me sonreía. Acababa de regalarme un licuado de fresa, una bebida que ahora quemaba mis entrañas. Pero el ardor no era solo físico; era la amarga verdad que susurró: "Siempre te he odiado, Sofía. Te odio porque cada vez que te veo, veo la cara de mi madre." Luego, la mancha carmesí en mi vestido blanco: mi bebé, el hijo de Ricardo, mi prometido. Mi prometido, que llegó para consolarme, para decirme que era un "aborto espontáneo" y que Alejandro "solo bromeaba". Luego me miró con asco y dijo: "Estás hecha un desastre. Hueles a enfermedad". En mi lecho de dolor, vi la película silenciosa de mi vida: diez años entregados a la promesa hecha a mi padre. Diez años cuidando de una familia que no era mía, de una empresa que yo manejaba mientras ellos ponían el nombre. Incluso mi propia madre, al enterarse de mi compromiso, solo llamó para asegurar su pensión, susurrándome que no fuera "egoísta". ¿Egoísta yo? La que había sacrificado su juventud por todos. Mi cuerpo dolía, mi corazón estaba roto, pero una rabia fría y dura como el acero me inundó. "¿Qué quieres, Sofía?", me preguntó Ricardo el hipócrita. "¿Dinero? ¿Joyas? ¿O quieres que formalicemos el matrimonio? Puedo llamar al juez mañana mismo." ¡El matrimonio era el premio de consolación por mi sumisión! Con una calma aterradora, tomé un trozo de cristal de un jarrón roto. Debía romper el lazo, destruir el símbolo que me ataba a su odio. "¡Sofía, no!" , gritó Ricardo, pero era demasiado tarde. Con un movimiento rápido, arrastré el cristal por mi mejilla izquierda. El dolor era liberador. Ya no era la Sofía que conocían, la que odiaban, la que usaban. Y en medio del horror en sus rostros, me eché a reír. Esa risa, que estalló como dinamita, me liberó de una cárcel de diez años. Y así, ensangrentada, pero con el alma libre, crucé la puerta, dejando atrás el veneno y el dolor. No había vuelta atrás.

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