No Te Merece Mi Amor

No Te Merece Mi Amor

Gavin

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El sudor empapaba mi camisa. Acabábamos de ganar el Campeonato Nacional de Arte Flamenco, un triunfo para la academia de mi esposa, Luciana. Ella, con una sonrisa deslumbrante, me prometió una bonificación de 50.000 euros para renovar el estudio, un reconocimiento a siete años de esfuerzo construyendo su negocio con mi nombre y mi arte. Pero dos días después, en lugar de la transferencia bancaria, recibí unas castañuelas de souvenir de 50 euros. Luciana disculpó el engaño con excusas baratas sobre "gastos inesperados" y "no ser materialista". La humillación era amarga, pero lo peor llegó horas después. En redes sociales, Leon, un bailarín mediocre que Luciana acababa de contratar, posaba sonriente con un deportivo rojo: "¡Gracias a mi increíble mentora, Luciana García, por este regalo de promoción! ¡Un coche de 50.000 euros!". Los mismos 50.000 euros, mi bonificación prometida, ahora eran el capricho de su nuevo protegido. Luciana me justificó fríamente que era una inversión para la "imagen de la academia", que yo ya tenía "mi arte", mientras él tenía su "valor comercial". ¿Mi dignidad y siete años de matrimonio valían menos que unas estúpidas castañuelas de plástico? La farsa de nuestro matrimonio se derrumbó. Decidí que era suficiente.

Introducción

El sudor empapaba mi camisa.

Acabábamos de ganar el Campeonato Nacional de Arte Flamenco, un triunfo para la academia de mi esposa, Luciana.

Ella, con una sonrisa deslumbrante, me prometió una bonificación de 50.000 euros para renovar el estudio, un reconocimiento a siete años de esfuerzo construyendo su negocio con mi nombre y mi arte.

Pero dos días después, en lugar de la transferencia bancaria, recibí unas castañuelas de souvenir de 50 euros.

Luciana disculpó el engaño con excusas baratas sobre "gastos inesperados" y "no ser materialista".

La humillación era amarga, pero lo peor llegó horas después.

En redes sociales, Leon, un bailarín mediocre que Luciana acababa de contratar, posaba sonriente con un deportivo rojo: "¡Gracias a mi increíble mentora, Luciana García, por este regalo de promoción! ¡Un coche de 50.000 euros!".

Los mismos 50.000 euros, mi bonificación prometida, ahora eran el capricho de su nuevo protegido.

Luciana me justificó fríamente que era una inversión para la "imagen de la academia", que yo ya tenía "mi arte", mientras él tenía su "valor comercial".

¿Mi dignidad y siete años de matrimonio valían menos que unas estúpidas castañuelas de plástico?

La farsa de nuestro matrimonio se derrumbó.

Decidí que era suficiente.

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