Era una noche tranquila en Medellín, de esas que huelen a café y rutina familiar. Yo, Lina, ama de casa y exfinanciera, navegaba por un foro de expatriados. De repente, un post anónimo me heló la sangre: "Quiero irme con mi novia, ¿cómo convenzo a mi esposa de un divorcio amistoso sin que sospeche?" La respuesta más votada era un plan despreciable: "Invéntele una beca en Madrid que exija ser soltero, prométale un divorcio de papel por dos años y que volverán a casarse". Al día siguiente, mi esposo, Máximo, un arquitecto carismático, regresó. Con una sonrisa forzada, me propuso exactamente la misma trampa: una beca en Madrid, un "divorcio de papel" porque "exigían ser solteros". Mi corazón se hundió, pero mi mente fría, entrenada en finanzas, tomó el control. Él vació nuestras cuentas conjuntas y se fue, celebrando su "nueva vida" con su amante. Mis suegros, ciegos a la verdad, me veían como la esposa perfecta, la nuera ideal. Pero cuando su padre sufrió un infarto y Máximo fue inlocalizable, revelé su engaño. Su renuncia del trabajo real, la falsedad de la beca, su ausencia total. Él, su propio hijo, los había abandonado, mientras yo, la "exesposa", cubría los gastos de la vida o muerte de su padre. ¿Cómo podía un hombre ser tan cruel con su propia sangre? ¿Cómo pudo creer que nadie lo descubriría? Ahora, la mujer que siempre sacrificó su carrera, la nuera que lo perdió todo, no iba a ser víctima. Máximo creyó que el juego había terminado; para mí, apenas comenzaba.
Era una noche tranquila en Medellín, de esas que huelen a café y rutina familiar.
Yo, Lina, ama de casa y exfinanciera, navegaba por un foro de expatriados.
De repente, un post anónimo me heló la sangre: "Quiero irme con mi novia, ¿cómo convenzo a mi esposa de un divorcio amistoso sin que sospeche?"
La respuesta más votada era un plan despreciable: "Invéntele una beca en Madrid que exija ser soltero, prométale un divorcio de papel por dos años y que volverán a casarse".
Al día siguiente, mi esposo, Máximo, un arquitecto carismático, regresó.
Con una sonrisa forzada, me propuso exactamente la misma trampa: una beca en Madrid, un "divorcio de papel" porque "exigían ser solteros".
Mi corazón se hundió, pero mi mente fría, entrenada en finanzas, tomó el control.
Él vació nuestras cuentas conjuntas y se fue, celebrando su "nueva vida" con su amante.
Mis suegros, ciegos a la verdad, me veían como la esposa perfecta, la nuera ideal.
Pero cuando su padre sufrió un infarto y Máximo fue inlocalizable, revelé su engaño.
Su renuncia del trabajo real, la falsedad de la beca, su ausencia total.
Él, su propio hijo, los había abandonado, mientras yo, la "exesposa", cubría los gastos de la vida o muerte de su padre.
¿Cómo podía un hombre ser tan cruel con su propia sangre? ¿Cómo pudo creer que nadie lo descubriría?
Ahora, la mujer que siempre sacrificó su carrera, la nuera que lo perdió todo, no iba a ser víctima.
Máximo creyó que el juego había terminado; para mí, apenas comenzaba.
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