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El Precio De Confianza

El Precio De Confianza

Gavin

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Capítulo

Fui bailarina de tango, y mi pulmón era mi vida, mi arte. Por amor, por el negocio familiar de mi novio Máximo, no dudé en donar una parte de mí. Dos meses después, recuperándome de la cirugía, la verdad me golpeó con la fuerza de un tango desgarrador. La quiebra era una farsa, la clínica de su propiedad, y mi sacrificio solo un engaño para que mi peor rival, la mujer que siempre soñó con destruirme, volviera a pisar un escenario. Me usaron, me mintieron, me mutilaron. Pero la traición no terminó ahí: al salir del hospital, vi a Máximo, a mi mejor amiga Valeria, y a mi rival Isa Hewitt, en el mismo coche, riendo. Mi pulmón no solo había ayudado a mi peor enemiga, ¡sino que había financiado la vida de lujo de mi novio con ella! Luego, me vi sangrando en el suelo, mientras Máximo se preocupaba por un perro callejero, al que después le comprarían un collar de diamantes. ¿Y a mí? ¡Me negaron anestesia en el hospital por 1500 pesos, mientras me cosían 25 puntos! ¡Mi exnovio y mi "mejor amiga" me veían como una posesión, algo que podían usar, engañar y descartar a su antojo! ¿Quién era yo para ellos? ¿Un objeto sin valor, menos que un perro? La humillación, la crueldad, el desprecio en sus ojos... cada herida física empalidecía ante el dolor de la traición. Pero el juego había terminado: me arranqué el pequeño bandoneón de plata que él me regaló, el símbolo de nuestro amor y lo arrojé a la oscuridad. Entonces, tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre.

Introducción

Fui bailarina de tango, y mi pulmón era mi vida, mi arte.

Por amor, por el negocio familiar de mi novio Máximo, no dudé en donar una parte de mí.

Dos meses después, recuperándome de la cirugía, la verdad me golpeó con la fuerza de un tango desgarrador.

La quiebra era una farsa, la clínica de su propiedad, y mi sacrificio solo un engaño para que mi peor rival, la mujer que siempre soñó con destruirme, volviera a pisar un escenario.

Me usaron, me mintieron, me mutilaron.

Pero la traición no terminó ahí: al salir del hospital, vi a Máximo, a mi mejor amiga Valeria, y a mi rival Isa Hewitt, en el mismo coche, riendo.

Mi pulmón no solo había ayudado a mi peor enemiga, ¡sino que había financiado la vida de lujo de mi novio con ella!

Luego, me vi sangrando en el suelo, mientras Máximo se preocupaba por un perro callejero, al que después le comprarían un collar de diamantes.

¿Y a mí? ¡Me negaron anestesia en el hospital por 1500 pesos, mientras me cosían 25 puntos!

¡Mi exnovio y mi "mejor amiga" me veían como una posesión, algo que podían usar, engañar y descartar a su antojo!

¿Quién era yo para ellos? ¿Un objeto sin valor, menos que un perro?

La humillación, la crueldad, el desprecio en sus ojos... cada herida física empalidecía ante el dolor de la traición.

Pero el juego había terminado: me arranqué el pequeño bandoneón de plata que él me regaló, el símbolo de nuestro amor y lo arrojé a la oscuridad.

Entonces, tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre.

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El olor a guiso casero y a tortillas llenaba nuestra pequeña cocina, un aroma que solía amar, pero que ahora se sentía sofocante por una culpa que me carcomía. Durante dos años, había vivido convencido de que era estéril, una noticia devastadora que me hacía sentir que le había fallado a Luciana, mi hermosa esposa. Una noche, buscando su bolso, un pequeño frasco blanco rodó por el suelo: píldoras anticonceptivas. El corazón se me detuvo, y un frío helado me recorrió cuando Luciana, al ver el frasco y el pánico en sus ojos, me confesó entre sollozos que el informe de esterilidad era falso, que ella era la infértil. La perdoné esa misma noche, sintiéndome el peor hombre del mundo por haber dudado de ella; la culpa se había trocado en compasión, cegándome a la red de mentiras que apenas comenzaba a tejerse a mi alrededor. Seis meses después, mi esposa Luciana, cuya distancia ya era un abismo, me anunció que se iba de viaje de trabajo; pero una cámara oculta que instalé, revelaría mucho más que un simple viaje de negocios. En la pantalla, mi "mejor amigo" Iván entraba a nuestra habitación, sonriendo, y se metía en la cama con mi esposa, riendo y besándose. El shock inicial se transformó en una helada claridad: el falso embarazo, el aborto "espontáneo", mis padres llegando al hotel para encontrarme con una mujer desconocida, el acuerdo de separación de bienes; todo había sido una orquestación diabólica. ¿Cómo había sido tan ciego? Me habían traicionado, humillado y despojado de todo, pero sentía que eso no era lo peor. Mi dolor se convirtió en una fría sed de justicia, y esa noche, mi propósito se volvió letalmente claro: harían añicos la vida que tanto amaba, pero yo reconstruiría la mía sobre las ruinas de su traición.

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