No Habrá sacrificio ni Perdón, Solo Venganza

No Habrá sacrificio ni Perdón, Solo Venganza

Gavin

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Renací el día del funeral de mis padres adoptivos. El aire pesado olía a café barato mientras me arrodillaba frente a dos ataúdes vacíos. A mi lado, mi hermano menor, Máximo, lloraba desconsoladamente, pero yo sabía la verdad. Mis padres adoptivos, Roy y Susan Salazar, no estaban muertos; el supuesto deslizamiento de tierra era una farsa. En mi vida pasada, esta farsa destruyó mi futuro: tuve que abandonar la prestigiosa universidad de Bogotá para cuidar de Máximo. Trabajé sin descanso para convertirlo en el orgullo del pueblo, solo para que ellos reaparecieran en su graduación, prósperos y con su verdadera hija, Rachel. "Tu único propósito era criar a nuestro hijo", dijo Roy con crueldad, "Ya no nos sirves". Máximo, por quien sacrifiqué todo, simplemente se apartó y se puso del lado de sus "verdaderos" padres y Rachel. Esa noche, Roy y Rachel me golpearon hasta la muerte y arrojaron mi cuerpo a un barranco, mientras Máximo observaba con indiferencia. Morí sin entender por qué se habían ensañado así conmigo, por qué mi propio "hermano" me había traicionado tan fríamente. Pero ahora he vuelto. He vuelto al principio de todo, al funeral falso, con el alma ardiendo de odio. Esta vez, no habrá sacrificio, no habrá perdón. Solo habrá venganza.

Introducción

Renací el día del funeral de mis padres adoptivos.

El aire pesado olía a café barato mientras me arrodillaba frente a dos ataúdes vacíos.

A mi lado, mi hermano menor, Máximo, lloraba desconsoladamente, pero yo sabía la verdad.

Mis padres adoptivos, Roy y Susan Salazar, no estaban muertos; el supuesto deslizamiento de tierra era una farsa.

En mi vida pasada, esta farsa destruyó mi futuro: tuve que abandonar la prestigiosa universidad de Bogotá para cuidar de Máximo.

Trabajé sin descanso para convertirlo en el orgullo del pueblo, solo para que ellos reaparecieran en su graduación, prósperos y con su verdadera hija, Rachel.

"Tu único propósito era criar a nuestro hijo", dijo Roy con crueldad, "Ya no nos sirves".

Máximo, por quien sacrifiqué todo, simplemente se apartó y se puso del lado de sus "verdaderos" padres y Rachel.

Esa noche, Roy y Rachel me golpearon hasta la muerte y arrojaron mi cuerpo a un barranco, mientras Máximo observaba con indiferencia.

Morí sin entender por qué se habían ensañado así conmigo, por qué mi propio "hermano" me había traicionado tan fríamente.

Pero ahora he vuelto.

He vuelto al principio de todo, al funeral falso, con el alma ardiendo de odio.

Esta vez, no habrá sacrificio, no habrá perdón.

Solo habrá venganza.

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El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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