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El Divorcio de mi Propia Vida

El Divorcio de mi Propia Vida

Gavin

5.0
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8
Capítulo

El aire olía a cempasúchil, pero en mi apartamento solo sentía el vacío. Era el Día de Muertos y, por tercer año consecutivo, Lina, mi esposa y socia, no estaba conmigo, supuestamente en un viaje de negocios crucial en Monterrey. Revisando distracciones en Instagram, me congelé: una historia de Patrick, su joven y "necesitado" asistente, lo mostraba en Oaxaca, su pueblo natal. Y allí, radiante y sonriente, estaba Lina, colocando flores en el altar familiar de él. El texto debajo me destrozó el alma: "Mi mamá dice que le encanta su futura nuera". El suelo se abrió bajo mis pies. El golpe no fue su traición, sino la cruda confirmación de lo invisible que me había vuelto. La rabia de Lina por mi comentario público de 'respeto y bendiciones' no era la de una esposa atrapada, sino la furia hiriente de una jefa avergonzada por su empleado. ¿"Futura nuera"? ¿Mientras yo, su esposo durante siete años, esperaba solo? ¿Cómo pude ser tan ciego, tan insignificante? ¿Qué clase de hombre ignora las banderas rojas y permite que su propia vida se desmorone a espaldas de su "socia"? En ese instante de dolor y revelación, supe que no había vuelta atrás. Era hora de encender una pira para lo que ya estaba muerto y reclamar mi vida.

Introducción

El aire olía a cempasúchil, pero en mi apartamento solo sentía el vacío. Era el Día de Muertos y, por tercer año consecutivo, Lina, mi esposa y socia, no estaba conmigo, supuestamente en un viaje de negocios crucial en Monterrey.

Revisando distracciones en Instagram, me congelé: una historia de Patrick, su joven y "necesitado" asistente, lo mostraba en Oaxaca, su pueblo natal. Y allí, radiante y sonriente, estaba Lina, colocando flores en el altar familiar de él. El texto debajo me destrozó el alma: "Mi mamá dice que le encanta su futura nuera".

El suelo se abrió bajo mis pies. El golpe no fue su traición, sino la cruda confirmación de lo invisible que me había vuelto. La rabia de Lina por mi comentario público de 'respeto y bendiciones' no era la de una esposa atrapada, sino la furia hiriente de una jefa avergonzada por su empleado.

¿"Futura nuera"? ¿Mientras yo, su esposo durante siete años, esperaba solo? ¿Cómo pude ser tan ciego, tan insignificante? ¿Qué clase de hombre ignora las banderas rojas y permite que su propia vida se desmorone a espaldas de su "socia"?

En ese instante de dolor y revelación, supe que no había vuelta atrás. Era hora de encender una pira para lo que ya estaba muerto y reclamar mi vida.

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El Festival Anual de la Vendimia de Mendoza era el evento más importante del año, pero mi esposo, Máximo, canceló nuestros planes familiares a último minuto, alegando una reunión crucial. Sin embargo, al llegar al festival, lo encontré en el escenario, actuando como anfitrión principal junto a su exnovia, Scarlett Salazar, y un niño que él presentaba como su hijo, la imagen misma de la "familia perfecta". Mientras Máximo hablaba de "vida familiar armoniosa", mi propia hija, Ellie, me miró confundida, preguntando por qué papá estaba con "esa señora y ese niño", mientras la multitud aplaudía y yo moría de humillación. La farsa se desmoronó cuando confronté a Máximo, quien no solo me negó públicamente, sino que empujó a nuestra propia hija hasta hacerla caer, mientras la audiencia se reía y aplaudía su "valentía". Mi corazón se heló cuando el hijo de Scarlett, Ivan, le rompió el tobillo a Ellie intencionalmente, y Scarlett arrojó billetes a mis pies, llamándome "florero" y "ama de casa". "¿Por qué papá no nos quiere, Mamá?", susurró Ellie, con los ojos llenos de dolor y traición, mientras la multitud se burlaba y mis "amigos" de negocios se sumaban a las carcajadas. La situación era insostenible, la humillación insoportable, pero yo, Luciana Castillo, la aparentemente "loca fan celosa", no era solo una esposa traicionada; era la dueña anónima y presidenta del Grupo Gust, el conglomerado vitivinícola más grande de Argentina. Y en ese instante, en medio del abucheo, decidí que esta pantomima había terminado. Con una calma aterradora, comencé a pronunciar los nombres de los que me habían humillado, anunciando el fin de sus contratos con mi imperio. Las sonrisas se congelaron, el pánico apareció en sus ojos, porque la verdadera pesadilla estaba a punto de comenzar para ellos.

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