Mi Infierno Llamado Matrimonio

Mi Infierno Llamado Matrimonio

Gavin

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Han pasado dos años desde que me casé con Mateo, dos años de un infierno disfrazado de matrimonio. Hoy, nuestro aniversario, Mateo se arrastra en casa, ebrio y con el perfume de otra mujer, mientras su amante, Isabela, me mira con una sonrisa triunfante y anuncia que se quedará a dormir. En medio de todo, mi médico me envía un mensaje demoledor: mi enfermedad pulmonar avanza rápidamente y necesito un trasplante urgente. Mateo, ajeno a mi sufrimiento, me llama con el nombre de mi hermana gemela muerta, Lucía, me empuja al sofá y se ríe mientras sube las escaleras con ella. Sola en la oscuridad, me pregunto cómo el hombre que una vez dijo amarme, a mí, Sofía, ya no puede reconocerme. La frialdad de su desprecio, la indiferencia ante mi vida que se apaga, y la farsa que debo mantener, asfixian más que la enfermedad. Después de ser echada de casa en mitad de la noche, casi moribunda, y ser rescatada por Javier, descubro que Mateo siempre supo la verdad de mi identidad. La furia y la desesperación se encienden en mí: Mateo me ha arrebatado todo, incluso mi propia identidad, pero ahora, yo le quitaré todo a él. El juego ha cambiado, y las nuevas reglas las he escrito yo.

Introducción

Han pasado dos años desde que me casé con Mateo, dos años de un infierno disfrazado de matrimonio.

Hoy, nuestro aniversario, Mateo se arrastra en casa, ebrio y con el perfume de otra mujer, mientras su amante, Isabela, me mira con una sonrisa triunfante y anuncia que se quedará a dormir.

En medio de todo, mi médico me envía un mensaje demoledor: mi enfermedad pulmonar avanza rápidamente y necesito un trasplante urgente.

Mateo, ajeno a mi sufrimiento, me llama con el nombre de mi hermana gemela muerta, Lucía, me empuja al sofá y se ríe mientras sube las escaleras con ella.

Sola en la oscuridad, me pregunto cómo el hombre que una vez dijo amarme, a mí, Sofía, ya no puede reconocerme.

La frialdad de su desprecio, la indiferencia ante mi vida que se apaga, y la farsa que debo mantener, asfixian más que la enfermedad.

Después de ser echada de casa en mitad de la noche, casi moribunda, y ser rescatada por Javier, descubro que Mateo siempre supo la verdad de mi identidad.

La furia y la desesperación se encienden en mí: Mateo me ha arrebatado todo, incluso mi propia identidad, pero ahora, yo le quitaré todo a él.

El juego ha cambiado, y las nuevas reglas las he escrito yo.

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El olor a metal y la sangre llenaban mis pulmones. En mi vida pasada, morí sola en la carretera, abandonada por mi hermano Mateo y nuestra prima Isabella, quienes se negaron a llevarme al hospital. Dijeron que exageraba un dolor de estómago para arruinar la fiesta de cumpleaños de Isabella. Era apendicitis, que se volvió peritonitis. Vi mi propio funeral, a mi abuela Elena destrozada por el dolor, y a Mateo e Isabella celebrando, destruyendo el legado familiar que tanto amaba. La traición me consumió, y mi abuela, con el corazón roto, me siguió poco después. Hasta ahora. Un chirrido de neumáticos y un golpe seco. El mismo accidente, el mismo día fatídico que me llevó a la tumba. Pero esta vez, estaba aquí, y mi abuela yacía inconsciente a mi lado. En mi vida anterior, la llamé a ellos primero, lo que nos costó todo. Esta vez no. Mi cerebro trabajó a una velocidad vertiginosa. No podía depender de Mateo, ni de Isabella. Saqué mi teléfono, llamando a emergencias, asegurándome de que esta vez, mi abuela viviría. Pero la supervivencia de mi abuela dependía de una transfusión de sangre O negativo, un tipo de sangre casi imposible de encontrar. Contacté a Mateo e Isabella, quienes compartían el mismo tipo de sangre, y les rogué ayuda. Ellos, ciegos por la codicia y la manipulación de Isabella, se burlaron, acusándome de arruinar su fiesta de cumpleaños. El médico corroboró la urgencia de sangre, pero respondieron con crueldad, colgándome. Me sentí completamente sola, con el pánico invadiéndome mientras buscaba desesperadamente donadores. Cuando encontré un donador, Ricardo, Mateo e Isabella lo contactaron, mintiéndole y persuadiéndolo de no venir. La vida de mi abuela pendía de un hilo, y ellos estaban dispuestos a dejarla morir por un capricho. Pero no esta vez. No iba a suplicarles. Iba a luchar. Ya no era la nieta ingenua que confiaba ciegamente en su familia. La muerte me había enseñado la lección más dura de todas. El dolor insoportable se transformó en una furia helada. Conseguí contactar a una red privada de donación de sangre y pagué una fortuna, era nuestra última esperanza. Cuando el Dr. Ramos, influenciado por Mateo, intentó evitar la donación, el infierno se desató. ¡No dejaría que la historia se repitiera! Mi abuela viviría, y ellos pagarían por todo el daño causado.

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