Pasteles y Traición

Pasteles y Traición

Gavin

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Capítulo

Durante años, mi marido Javier lo controló todo: cada euro que ganaba como diseñadora gráfica, cada gasto. Me convenció de que su ahorro extremo era por nuestro futuro, por el sueño de un piso en el barrio de Salamanca, y yo creí que su férreo control era amor. Un día, celebré un gran éxito laboral con mis compañeros, invitándoles a pasteles que costaron 65 euros. Sin avisar, Javier canceló el pago públicamente, humillándome por "malgastar" nuestro dinero ganado con tanto esfuerzo. Ese mismo día, mi mundo se derrumbó: descubrí que le había comprado un bolso Loewe de 2.000 euros a Valentina, su joven y embarazada amante. Su "disciplina" era una farsa, y el "amor" que me profesaba, una cruel jaula. La dueña de la pastelería irrumpió en mi oficina, gritándome "estafadora" y arrojando tarta y café sobre mí, mientras mi tarjeta suplementaria era bloqueada. Me sentí despojada de toda dignidad, y cuando intenté divorciarme, Javier me agredió y me encerró en nuestra propia casa, aislándome del mundo. Prisionera, incomunicada, consumida por el terror: ¿cómo pude amar a un hombre capaz de tanta crueldad? Sola en la oscuridad, me ahogaba en la ira y el pánico, sin saber cuándo y cómo acabaría esta pesadilla. Pero, al límite de la desesperación, encontré un viejo móvil escondido, una diminuta chispa de esperanza para pedir ayuda. Justo cuando estaba a punto de enviarlo, Valentina, la amante de Javier, entró usando su propia llave, desencadenando una escena de furia desatada que nadie esperaba.

Introducción

Durante años, mi marido Javier lo controló todo: cada euro que ganaba como diseñadora gráfica, cada gasto.

Me convenció de que su ahorro extremo era por nuestro futuro, por el sueño de un piso en el barrio de Salamanca, y yo creí que su férreo control era amor.

Un día, celebré un gran éxito laboral con mis compañeros, invitándoles a pasteles que costaron 65 euros.

Sin avisar, Javier canceló el pago públicamente, humillándome por "malgastar" nuestro dinero ganado con tanto esfuerzo.

Ese mismo día, mi mundo se derrumbó: descubrí que le había comprado un bolso Loewe de 2.000 euros a Valentina, su joven y embarazada amante.

Su "disciplina" era una farsa, y el "amor" que me profesaba, una cruel jaula.

La dueña de la pastelería irrumpió en mi oficina, gritándome "estafadora" y arrojando tarta y café sobre mí, mientras mi tarjeta suplementaria era bloqueada.

Me sentí despojada de toda dignidad, y cuando intenté divorciarme, Javier me agredió y me encerró en nuestra propia casa, aislándome del mundo.

Prisionera, incomunicada, consumida por el terror: ¿cómo pude amar a un hombre capaz de tanta crueldad?

Sola en la oscuridad, me ahogaba en la ira y el pánico, sin saber cuándo y cómo acabaría esta pesadilla.

Pero, al límite de la desesperación, encontré un viejo móvil escondido, una diminuta chispa de esperanza para pedir ayuda.

Justo cuando estaba a punto de enviarlo, Valentina, la amante de Javier, entró usando su propia llave, desencadenando una escena de furia desatada que nadie esperaba.

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