Vino, Traición y Cenizas: La Venganza Silenciosa de la Heredera

Vino, Traición y Cenizas: La Venganza Silenciosa de la Heredera

Gavin

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Mi vida giraba en torno a la centenaria bodega familiar, un legado de mi madre y una promesa de futuro con Mateo, mi compañero de toda la vida. En una sala de catas, entre risas de amigos y el aroma a vino, le recordé, con dulzura, nuestra promesa de niños. Pero el calor huyó de sus ojos y una marca ajena en su cuello me heló. De repente, Isabela Gámez irrumpió, fingiendo inocencia. En un instante, Mateo, mi prometido, volcó la mesa, destrozando botellas, sin una mirada para mi brazo sangrante, solo para protegerla a ella. Él me acusó de haberla humillado, mientras mi propio hermano, Javier, me miraba con fría complicidad. Me arrebataron la medalla familiar, hicieron añicos el preciado collar de perlas de mi madre, y Javier exigió cederle a ella nuestro olivar, llamándome egoísta. ¿Cómo pudieron cegarse tanto? Mis lágrimas no eran de dolor, sino de una rabia helada al ver a mi protector convertirse en mi verdugo, defendiendo a la hija de la amante de mi padre, quien ahora robaba descaradamente mis diseños premiados. Me habían quitado todo, ¿y yo era la villana? Ya no quedaba nada que quemar salvo las ruinas de mi pasado. En un acto final de desesperación y catarsis, fingí mi muerte en un incendio purificador y desaparecí sin dejar rastro. Dos años después, con una nueva identidad en Buenos Aires, me encontré de frente con esos hombres, ahora rotos, buscando redención. ¿Podrían el arrepentimiento y la súplica reavivar las cenizas de un corazón de acero?

Introducción

Mi vida giraba en torno a la centenaria bodega familiar, un legado de mi madre y una promesa de futuro con Mateo, mi compañero de toda la vida. En una sala de catas, entre risas de amigos y el aroma a vino, le recordé, con dulzura, nuestra promesa de niños.

Pero el calor huyó de sus ojos y una marca ajena en su cuello me heló. De repente, Isabela Gámez irrumpió, fingiendo inocencia. En un instante, Mateo, mi prometido, volcó la mesa, destrozando botellas, sin una mirada para mi brazo sangrante, solo para protegerla a ella.

Él me acusó de haberla humillado, mientras mi propio hermano, Javier, me miraba con fría complicidad. Me arrebataron la medalla familiar, hicieron añicos el preciado collar de perlas de mi madre, y Javier exigió cederle a ella nuestro olivar, llamándome egoísta.

¿Cómo pudieron cegarse tanto? Mis lágrimas no eran de dolor, sino de una rabia helada al ver a mi protector convertirse en mi verdugo, defendiendo a la hija de la amante de mi padre, quien ahora robaba descaradamente mis diseños premiados. Me habían quitado todo, ¿y yo era la villana?

Ya no quedaba nada que quemar salvo las ruinas de mi pasado. En un acto final de desesperación y catarsis, fingí mi muerte en un incendio purificador y desaparecí sin dejar rastro. Dos años después, con una nueva identidad en Buenos Aires, me encontré de frente con esos hombres, ahora rotos, buscando redención. ¿Podrían el arrepentimiento y la súplica reavivar las cenizas de un corazón de acero?

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Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

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