Luz de Luna: Mi Propia Narrativa

Luz de Luna: Mi Propia Narrativa

Gavin

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Capítulo

Mi relación con Mateo era un secreto hermoso, forjado en foros de flamenco, donde yo era "Luz de Luna" y él "Duende". Me enamoré de su alma antes de conocer su rostro, y el día de nuestro primer encuentro, las ganas se mezclaron con un pánico paralizante. La imagen en mi teléfono me devolvía una Sofía común, sin el misterio de "Luz de Luna", mientras que mi compañera Isabella, la belleza deslumbrante de la facultad, se ofrecía a "proteger" a su "amiga tonta". Fue entonces cuando aparecieron ante mis ojos unos comentarios brillantes, como de una retransmisión en vivo. «Pobre Sofía, siempre tan insegura. Va a perder al hombre de su vida por cobarde.» «Seguro que el tal Mateo es un bombón. Isabella lo conquistará en cinco minutos.» «Jajaja, cuando vea lo guapo que es, intentará recuperarlo, pero él ya solo tendrá ojos para nuestra reina Isabella. ¡Qué patética!» Me quedé helada. Así que yo era la secundaria, el trampolín para el romance perfecto de Isabella. Una rabia fría y desconocida me invadió. No esta vez. Engañé a Isabella para que fuera ella quien lo esperara, cambiando la hora de llegada de Mateo. Pero ella no se rindió. Al día siguiente, en la estación, los comentarios volvieron a burlarse de mí, mientras Isabella se interponía, presentándose como "Luz de Luna". Mateo me ignoró por completo, ni siquiera se inmutó. No, él me miró a mí, me reconoció, y una cálida sonrisa apareció en su rostro, su voz llamándome: "Sofía". Isabella se quedó boquiabierta, pero el juego no había terminado. Ella persistió, usando la artimaña de un falso "Mateo" para intentar sembrar la cizaña, pero mi confianza en él era inquebrantable. Entonces, me golpeó donde más duele: mi rostro. Me dio un maquillaje que me provocó una reacción alérgica horrible, y me emboscó públicamente en la facultad, acusando a Mateo de ser un cruel engañador, mostrando conversaciones falsas. Ahí estaba yo, con la cara hinchada y oculta tras una mascarilla, el hazmerreír de todos. Pero al ver la genuina preocupación en los ojos de Mateo, algo se encendió dentro de mí. Se acabó. Me quité la mascarilla. ¿De verdad crees que puedes ganar con trucos tan sucios?

Introducción

Mi relación con Mateo era un secreto hermoso, forjado en foros de flamenco, donde yo era "Luz de Luna" y él "Duende".

Me enamoré de su alma antes de conocer su rostro, y el día de nuestro primer encuentro, las ganas se mezclaron con un pánico paralizante.

La imagen en mi teléfono me devolvía una Sofía común, sin el misterio de "Luz de Luna", mientras que mi compañera Isabella, la belleza deslumbrante de la facultad, se ofrecía a "proteger" a su "amiga tonta".

Fue entonces cuando aparecieron ante mis ojos unos comentarios brillantes, como de una retransmisión en vivo.

«Pobre Sofía, siempre tan insegura. Va a perder al hombre de su vida por cobarde.»

«Seguro que el tal Mateo es un bombón. Isabella lo conquistará en cinco minutos.»

«Jajaja, cuando vea lo guapo que es, intentará recuperarlo, pero él ya solo tendrá ojos para nuestra reina Isabella. ¡Qué patética!»

Me quedé helada.

Así que yo era la secundaria, el trampolín para el romance perfecto de Isabella.

Una rabia fría y desconocida me invadió.

No esta vez.

Engañé a Isabella para que fuera ella quien lo esperara, cambiando la hora de llegada de Mateo.

Pero ella no se rindió.

Al día siguiente, en la estación, los comentarios volvieron a burlarse de mí, mientras Isabella se interponía, presentándose como "Luz de Luna".

Mateo me ignoró por completo, ni siquiera se inmutó.

No, él me miró a mí, me reconoció, y una cálida sonrisa apareció en su rostro, su voz llamándome: "Sofía".

Isabella se quedó boquiabierta, pero el juego no había terminado.

Ella persistió, usando la artimaña de un falso "Mateo" para intentar sembrar la cizaña, pero mi confianza en él era inquebrantable.

Entonces, me golpeó donde más duele: mi rostro.

Me dio un maquillaje que me provocó una reacción alérgica horrible, y me emboscó públicamente en la facultad, acusando a Mateo de ser un cruel engañador, mostrando conversaciones falsas.

Ahí estaba yo, con la cara hinchada y oculta tras una mascarilla, el hazmerreír de todos.

Pero al ver la genuina preocupación en los ojos de Mateo, algo se encendió dentro de mí.

Se acabó.

Me quité la mascarilla.

¿De verdad crees que puedes ganar con trucos tan sucios?

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El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

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