De Esposa Suave a Reina

De Esposa Suave a Reina

Gavin

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Capítulo

Introducción Soy Isabella, la única heredera de las vastas tierras en los Andes peruanos, ahora una prisionera en una jaula dorada en México. Casada con Mateo, un hombre de un nuevo poder sangriento, nuestra unión era una alianza estratégica para el mundo, pero para mí, era una lenta asfixia. Mis cuatro primas, traídas desde Perú, eran mi único consuelo, mi pedazo de hogar en este lugar extraño, mientras llevaba ocho meses de embarazo. Pero una noche, esa ilusión se desmoronó. Mateo, en un acto que llamó "purificación" tras una supuesta emboscada, se acostó con mis cuatro primas delante de mis ojos, una traición que me destrozó el alma. Poco después, la tragedia más cruel me alcanzó: mi pequeña Paloma, mi hija, mi razón de vivir, murió de forma repentina. El dolor era insoportable, pero el horror no había terminado. Mi despiadada suegra, Doña Elvira, y mis propias primas, con sus vientres ya abultados con los hijos de Mateo, enterraron a mi hija como a un animal, sin piedad ni respeto, robándome incluso el consuelo de un luto digno. Luego, el golpe final: fui acusada de envenenar a Doña Elvira, un crimen que no cometí, y condenada por todos a una prisión dentro de mi propia casa, sin permitirme defensa. ¡La locura! ¿Cómo podía el universo permitir tanta vileza? Mi esposo, mi familia, mi hogar... todo se había convertido en una trampa macabra. La desesperación me ahogaba, el odio ardía en mis venas, y una pregunta resonaba sin cesar: ¿Por qué? Pero en los susurros de mi leal Esperanza, encontré una astilla de luz: Mateo planeaba matarme en un falso accidente. Cuando las llamas comenzaron a consumir mi prisión, no fue mi fin; fue mi renacimiento. De las cenizas, de la traición y del dolor, Isabella la Andina, la que creyeron muerta, se levantó con una sed insaciable de venganza, lista para reclamar su trono y destruir a quienes la despojaron de todo.

Introducción

Introducción

Soy Isabella, la única heredera de las vastas tierras en los Andes peruanos, ahora una prisionera en una jaula dorada en México.

Casada con Mateo, un hombre de un nuevo poder sangriento, nuestra unión era una alianza estratégica para el mundo, pero para mí, era una lenta asfixia.

Mis cuatro primas, traídas desde Perú, eran mi único consuelo, mi pedazo de hogar en este lugar extraño, mientras llevaba ocho meses de embarazo.

Pero una noche, esa ilusión se desmoronó.

Mateo, en un acto que llamó "purificación" tras una supuesta emboscada, se acostó con mis cuatro primas delante de mis ojos, una traición que me destrozó el alma.

Poco después, la tragedia más cruel me alcanzó: mi pequeña Paloma, mi hija, mi razón de vivir, murió de forma repentina.

El dolor era insoportable, pero el horror no había terminado.

Mi despiadada suegra, Doña Elvira, y mis propias primas, con sus vientres ya abultados con los hijos de Mateo, enterraron a mi hija como a un animal, sin piedad ni respeto, robándome incluso el consuelo de un luto digno.

Luego, el golpe final: fui acusada de envenenar a Doña Elvira, un crimen que no cometí, y condenada por todos a una prisión dentro de mi propia casa, sin permitirme defensa.

¡La locura! ¿Cómo podía el universo permitir tanta vileza?

Mi esposo, mi familia, mi hogar... todo se había convertido en una trampa macabra.

La desesperación me ahogaba, el odio ardía en mis venas, y una pregunta resonaba sin cesar: ¿Por qué?

Pero en los susurros de mi leal Esperanza, encontré una astilla de luz: Mateo planeaba matarme en un falso accidente.

Cuando las llamas comenzaron a consumir mi prisión, no fue mi fin; fue mi renacimiento.

De las cenizas, de la traición y del dolor, Isabella la Andina, la que creyeron muerta, se levantó con una sed insaciable de venganza, lista para reclamar su trono y destruir a quienes la despojaron de todo.

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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