El Adiós de Sofía

El Adiós de Sofía

Gavin

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Sofía Navarro era la envidia de todos. Era la esposa del afamado arquitecto Mateo Vargas, la mitad de "la pareja de oro" . Vivían en una villa de ensueño que él mismo había bautizado "Luz de Sofía" , un monumento a su amor. Amada, mimada, parecía tenerlo todo. Pero bajo esa fachada perfecta, Sofía sabía la verdad. Sabía de Carla Montero, la otra mujer, y de la doble vida que Mateo llevaba. El perfume ajeno, las llamadas silenciadas, el vacío en su estómago cuando vio el corazón rojo junto al nombre de Carla en su móvil. La humillación fue insoportable cuando descubrió las fotos de Carla en su villa, en su jardín de jacarandas, donde Mateo le había pedido matrimonio. La frase, "Hay lugares que se sienten como un hogar", la quemó. Luego, Carla misma, embarazada de Mateo, se atrevió a enviarle mensajes burlándose, jactándose de la traición y de que Mateo la consideraba "frígida" y "aburrida". Lo peor fue presenciar cómo Mateo se mofaba de ella ante sus amigos, diciendo: "Sofía no sabe nada. Es demasiado pura." Aquella arrogancia, la completa ceguera a su dolor, lo contaminaba todo. Ya no sentía ira, solo un inmenso asco. Su lujoso apartamento, la ropa cara, las obras de arte: todo se sentía sucio. ¿Cómo pudo ser tan ciego, tan arrogante, creyéndola tan ingenua? Pero Sofía no era una víctima pasiva. Con una calma aterradora, empezó la demolición. Quemó sus fotos, arrancó los jacarandas, y dejó un regalo de aniversario inesperado: los papeles de divorcio firmados. Luego, borró su rastro, cortó todas sus conexiones, y desapareció para siempre, un fantasma para el hombre que lo había creído tener todo bajo control.

Introducción

Sofía Navarro era la envidia de todos.

Era la esposa del afamado arquitecto Mateo Vargas, la mitad de "la pareja de oro" .

Vivían en una villa de ensueño que él mismo había bautizado "Luz de Sofía" , un monumento a su amor.

Amada, mimada, parecía tenerlo todo.

Pero bajo esa fachada perfecta, Sofía sabía la verdad.

Sabía de Carla Montero, la otra mujer, y de la doble vida que Mateo llevaba.

El perfume ajeno, las llamadas silenciadas, el vacío en su estómago cuando vio el corazón rojo junto al nombre de Carla en su móvil.

La humillación fue insoportable cuando descubrió las fotos de Carla en su villa, en su jardín de jacarandas, donde Mateo le había pedido matrimonio.

La frase, "Hay lugares que se sienten como un hogar", la quemó.

Luego, Carla misma, embarazada de Mateo, se atrevió a enviarle mensajes burlándose, jactándose de la traición y de que Mateo la consideraba "frígida" y "aburrida".

Lo peor fue presenciar cómo Mateo se mofaba de ella ante sus amigos, diciendo: "Sofía no sabe nada. Es demasiado pura."

Aquella arrogancia, la completa ceguera a su dolor, lo contaminaba todo.

Ya no sentía ira, solo un inmenso asco.

Su lujoso apartamento, la ropa cara, las obras de arte: todo se sentía sucio.

¿Cómo pudo ser tan ciego, tan arrogante, creyéndola tan ingenua?

Pero Sofía no era una víctima pasiva.

Con una calma aterradora, empezó la demolición.

Quemó sus fotos, arrancó los jacarandas, y dejó un regalo de aniversario inesperado: los papeles de divorcio firmados.

Luego, borró su rastro, cortó todas sus conexiones, y desapareció para siempre, un fantasma para el hombre que lo había creído tener todo bajo control.

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