Mi vida giraba en torno al brillo del bronce y el éxito, como una famosa escultora en Madrid. Pero mientras forjaba mi fama mundial, mi corazón sentía el peso del tiempo robado a mi dulce hija, Luna, cuya crianza delegaba en mi marido y la asistenta. Un día, abrí Instagram, buscando un respiro, y me detuve en seco. Una foto de un cumpleaños infantil. Un niño, Mateo, lucía en su cuello un colgante de plata inconfundible: el sol y la luna entrelazados, una pieza única que yo había diseñado solo para Luna, guardada en mi cómoda. La incredulidad se convirtió en una alarma sorda. Mi marido, Javier, me despachó con risas forzadas y la mentira de que Luna lo había "perdido". Pero la foto desapareció misteriosamente, y mi hija, antes risueña, se encogía, pálida, con moretones y comiendo bocadillos que odiaba, mirando con terror a nuestra asistenta. La verdad heló mi sangre al revisar las cámaras de seguridad que, en un arrebato de "paranoia de rica", había instalado. Allí estaba todo, descarnado: Dolores, la mujer de confianza traída por Javier, no solo robaba mis objetos más preciados, sino que maltrataba, humillaba y drogaba sistemáticamente a mi pequeña hija, mientras mi esposo, el gestor de mi fortuna, lo permitía o incluso lo orquestaba. Finalmente, en un parque de atracciones, el destino presentó a Inés, la "influencer", con mis joyas y a su hijo Mateo con el colgante de Luna. Mi llamada a la policía provocó su pánico; la llegada de Javier a la comisaría fue inminente. Fue entonces, en el tenso silencio de la estación, cuando un inocente grito de "¡Papá!" de Mateo hacia Javier destrozó la farsa, exponiendo una red de traiciones y engaños que superaba cualquier pesadilla. Mi mundo se hizo añicos, pero renacería de sus cenizas, no solo para salvar a Luna, sino para que todos pagaran.
Mi vida giraba en torno al brillo del bronce y el éxito, como una famosa escultora en Madrid. Pero mientras forjaba mi fama mundial, mi corazón sentía el peso del tiempo robado a mi dulce hija, Luna, cuya crianza delegaba en mi marido y la asistenta.
Un día, abrí Instagram, buscando un respiro, y me detuve en seco. Una foto de un cumpleaños infantil. Un niño, Mateo, lucía en su cuello un colgante de plata inconfundible: el sol y la luna entrelazados, una pieza única que yo había diseñado solo para Luna, guardada en mi cómoda.
La incredulidad se convirtió en una alarma sorda. Mi marido, Javier, me despachó con risas forzadas y la mentira de que Luna lo había "perdido". Pero la foto desapareció misteriosamente, y mi hija, antes risueña, se encogía, pálida, con moretones y comiendo bocadillos que odiaba, mirando con terror a nuestra asistenta.
La verdad heló mi sangre al revisar las cámaras de seguridad que, en un arrebato de "paranoia de rica", había instalado. Allí estaba todo, descarnado: Dolores, la mujer de confianza traída por Javier, no solo robaba mis objetos más preciados, sino que maltrataba, humillaba y drogaba sistemáticamente a mi pequeña hija, mientras mi esposo, el gestor de mi fortuna, lo permitía o incluso lo orquestaba.
Finalmente, en un parque de atracciones, el destino presentó a Inés, la "influencer", con mis joyas y a su hijo Mateo con el colgante de Luna. Mi llamada a la policía provocó su pánico; la llegada de Javier a la comisaría fue inminente. Fue entonces, en el tenso silencio de la estación, cuando un inocente grito de "¡Papá!" de Mateo hacia Javier destrozó la farsa, exponiendo una red de traiciones y engaños que superaba cualquier pesadilla. Mi mundo se hizo añicos, pero renacería de sus cenizas, no solo para salvar a Luna, sino para que todos pagaran.
Introducción
Hoy, a las 18:16
Capítulo 1
Hoy, a las 18:16
Capítulo 2
Hoy, a las 18:16
Capítulo 3
Hoy, a las 18:16
Capítulo 4
Hoy, a las 18:16
Capítulo 5
Hoy, a las 18:16
Capítulo 6
Hoy, a las 18:16
Capítulo 7
Hoy, a las 18:16
Capítulo 8
Hoy, a las 18:16
Capítulo 9
Hoy, a las 18:16
Capítulo 10
Hoy, a las 18:16
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