La Prueba Cruél de Amor

La Prueba Cruél de Amor

Gavin

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Capítulo

Mi vida como artista ceramista en la Ciudad de México era una lucha diaria, pero me sentía segura junto a Mateo, el hombre con quien compartía siete años y la ilusión de un futuro. Todo se desmoronó cuando una llamada desgarradora anunció que mi madre necesitaba $20,000 pesos para una diálisis urgente, cuestión de vida o muerte. Acudí a Mateo, mi pareja, mi supuesto compañero de vida, y su respuesta me destrozó: "¿Otra vez con tus historias, Isabela? ¿Ahora usas a tu mamá para sacarme dinero?". Su fría negativa no solo selló el destino de mi madre, que falleció horas después sin el tratamiento, sino que desencadenó una avalancha de verdades amargas: encontré sus chats llamándome "la oaxaqueña interesada", sus recibos de viajes de lujo y un Rolex para su "mejor amiga". Pero el golpe más cruel llegó en la galería donde trabajaba: Mateo era el dueño y, por años, ¡había congelado mis millonarias comisiones, disfrazándolo de "una prueba de amor" para ver si lo quería a él o su dinero! ¿Una "prueba de amor"? ¿Mientras mi madre agonizaba por dinero que era mío, acumulado por mi propio trabajo? ¿Cómo pudo ser tan desalmado, tan cruel, mirándome con asco y acusándome de interesada mientras él se sentaba sobre mi fortuna? En ese instante, la sumisa "oaxaqueña" que una vez fui, murió. Me levanté del suelo de mármol de esa galería, con las manos que antes moldeaban arte, ahora apretadas con una furia inquebrantable. Esta vez, no habría lágrimas. Solo una promesa: Mateo pagaría por cada mentira, cada humillación y, sobre todo, por la vida que me arrebató. Mi venganza apenas comenzaba.

Introducción

Mi vida como artista ceramista en la Ciudad de México era una lucha diaria, pero me sentía segura junto a Mateo, el hombre con quien compartía siete años y la ilusión de un futuro.

Todo se desmoronó cuando una llamada desgarradora anunció que mi madre necesitaba $20,000 pesos para una diálisis urgente, cuestión de vida o muerte. Acudí a Mateo, mi pareja, mi supuesto compañero de vida, y su respuesta me destrozó: "¿Otra vez con tus historias, Isabela? ¿Ahora usas a tu mamá para sacarme dinero?".

Su fría negativa no solo selló el destino de mi madre, que falleció horas después sin el tratamiento, sino que desencadenó una avalancha de verdades amargas: encontré sus chats llamándome "la oaxaqueña interesada", sus recibos de viajes de lujo y un Rolex para su "mejor amiga". Pero el golpe más cruel llegó en la galería donde trabajaba: Mateo era el dueño y, por años, ¡había congelado mis millonarias comisiones, disfrazándolo de "una prueba de amor" para ver si lo quería a él o su dinero!

¿Una "prueba de amor"? ¿Mientras mi madre agonizaba por dinero que era mío, acumulado por mi propio trabajo? ¿Cómo pudo ser tan desalmado, tan cruel, mirándome con asco y acusándome de interesada mientras él se sentaba sobre mi fortuna?

En ese instante, la sumisa "oaxaqueña" que una vez fui, murió. Me levanté del suelo de mármol de esa galería, con las manos que antes moldeaban arte, ahora apretadas con una furia inquebrantable. Esta vez, no habría lágrimas. Solo una promesa: Mateo pagaría por cada mentira, cada humillación y, sobre todo, por la vida que me arrebató. Mi venganza apenas comenzaba.

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