Venganza De Un Pacto Sagrado

Venganza De Un Pacto Sagrado

Gavin

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Aquí estoy de nuevo, arrodillada en la fría capilla familiar, ante la misma elección crucial. Una alianza de amor o el sello que encarna el poder de generaciones. En mi vida anterior, elegí el anillo por Mateo, el hombre al que amé con todo mi ser. Le di mi fortuna, mis viñedos, mi apoyo incondicional para construir su imperio, le di mi vida entera. Pero justo en mi quincuagésimo cumpleaños, me sirvió un pastel, y con él, un veneno rápido y atroz. Mientras mi cuerpo caía sin vida, sus ojos revelaron la verdad: una codicia voraz y cruel. Mis propios hijos, a quienes crié con lujo y amor, me observaron con una indiferencia helada. Ellos me abandonaron sin una pizca de remordimiento, dejándome morir sola en mi propia casa. Aquella traición, aquel dolor incomprensible, me consumieron hasta mi último aliento. Fui una tonta, una ingenua, una víctima de mi propio amor y lealtad mal dirigidos. Pero ahora, el destino me ha concedido otra oportunidad, he renacido, justo en este mismo instante. Y Mateo, el hombre que me asesinó, también ha regresado, esperando mi decisión con falsas expectativas. Esta vez, mis ojos no ven amor, solo la fría resolución de acero que ha reemplazado a la joven que fui. Elijo el pesado sello de plata, el símbolo de la Heredera Principal, con todo el poder que conlleva. Que crean que elegí la alianza otra vez, porque mi venganza será un baile lento y doloroso. Prepárate, Mateo, tu alma ahora me pertenece.

Introducción

Aquí estoy de nuevo, arrodillada en la fría capilla familiar, ante la misma elección crucial.

Una alianza de amor o el sello que encarna el poder de generaciones.

En mi vida anterior, elegí el anillo por Mateo, el hombre al que amé con todo mi ser.

Le di mi fortuna, mis viñedos, mi apoyo incondicional para construir su imperio, le di mi vida entera.

Pero justo en mi quincuagésimo cumpleaños, me sirvió un pastel, y con él, un veneno rápido y atroz.

Mientras mi cuerpo caía sin vida, sus ojos revelaron la verdad: una codicia voraz y cruel.

Mis propios hijos, a quienes crié con lujo y amor, me observaron con una indiferencia helada.

Ellos me abandonaron sin una pizca de remordimiento, dejándome morir sola en mi propia casa.

Aquella traición, aquel dolor incomprensible, me consumieron hasta mi último aliento.

Fui una tonta, una ingenua, una víctima de mi propio amor y lealtad mal dirigidos.

Pero ahora, el destino me ha concedido otra oportunidad, he renacido, justo en este mismo instante.

Y Mateo, el hombre que me asesinó, también ha regresado, esperando mi decisión con falsas expectativas.

Esta vez, mis ojos no ven amor, solo la fría resolución de acero que ha reemplazado a la joven que fui.

Elijo el pesado sello de plata, el símbolo de la Heredera Principal, con todo el poder que conlleva.

Que crean que elegí la alianza otra vez, porque mi venganza será un baile lento y doloroso.

Prepárate, Mateo, tu alma ahora me pertenece.

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Siempre creí que mi vida con Ricardo De la Vega era un idilio. Él, mi tutor tras la muerte de mis padres, era mi protector, mi confidente, mi primer y secreto amor. Yo, una muchacha ingenua, estaba ciega de agradecimiento y devoción hacia el hombre que me había acogido en su hacienda tequilera en Jalisco. Esa dulzura se convirtió en veneno el día que me pidió lo impensable: donar un riñón para Isabela Montenegro, el amor de su vida que reaparecía en nuestras vidas gravemente enferma. Mi negativa, impulsada por el miedo y la traición ante su frialdad hacia mí, desató mi propio infierno: él me culpó de la muerte de Isabela, filtró mis diarios y cartas íntimas a la prensa, convirtiéndome en el hazmerreír de la alta sociedad. Luego, me despojó de mi herencia, me acusó falsamente de robo. Pero lo peor fue el día de mi cumpleaños, cuando me drogó, permitió que unos matones me golpearan brutalmente y abusaran de mí ante sus propios ojos, antes de herirme gravemente con un machete. "Esto es por Isabela", susurró, mientras me dejaba morir. El dolor físico no era nada comparado con la humillación y el horror de su indiferencia. ¿Cómo pudo un hombre al que amé tanto, que juró cuidarme, convertirme en su monstruo particular, en la víctima de su más cruel venganza? La pregunta me quemaba el alma. Pero el destino me dio una segunda oportunidad. Desperté, confundida, de nuevo en el hospital. ¡Había regresado! Estaba en el día exacto en que Ricardo me suplicó el riñón. Ya no era la ingenua Sofía; el trauma vivido había forjado en mí una frialdad calculada. "Acepto", le dije, mi voz inquebrantable, mientras planeaba mi escape y mi nueva vida lejos de ese infierno.

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