Reescribir el futuro mío

Reescribir el futuro mío

Gavin

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Capítulo

El dolor agudo en mi pecho me despertó. En el gran salón de Bodegas Vega, me preparaba para una boda forzada. Mateo, mi futuro esposo, me miraba con un odio helado; sabía que él también había renacido. El patriarca Vega anunciaba la unión que se suponía cimentaría nuestro futuro. Pero yo había vuelto para reescribir el mío. "Espere, por favor", dije, mi voz cortando el discurso con una calma que no era mía en otra vida. "No soy digna de Mateo; su corazón pertenece a otra". Mateo, con una sonrisa disimulada, se apresuró a buscar a Isabel, la mujer de su corazón. De inmediato, mi nueva vida se convirtió en una pública humillación. Mateo me despidió abruptamente, y su nueva prometida, Isabel, exigió que me fuera sin nada. "Todo lo que tienes aquí es nuestro", espetó ella, señalando mi vestido, mi reloj, mi bolso. Querían mi humillación total, verme despojada y suplicante. Con una serenidad que los dejó atónitos, me quité el reloj, lo dejé caer, y luego, lenta y deliberadamente, deslicé la cremallera de mi vestido, dejándolo en el suelo. Frente a ellos, en mi ropa interior, dije: "Me voy sin nada, tal como vine. Todas las deudas, las de esta vida y la anterior, están saldadas". Fuera, una horda de periodistas me esperaba, flashes estallando, preguntas crueles. Caí de rodillas, la sangre brotando. En ese momento de máxima vulnerabilidad, un coche negro se detuvo. De él bajó Alejandro Torres, el heredero de un imperio vinícola, ofreciéndome no solo un salvavidas, sino un futuro donde mi talento sería venerado.

Introducción

El dolor agudo en mi pecho me despertó.

En el gran salón de Bodegas Vega, me preparaba para una boda forzada.

Mateo, mi futuro esposo, me miraba con un odio helado; sabía que él también había renacido.

El patriarca Vega anunciaba la unión que se suponía cimentaría nuestro futuro.

Pero yo había vuelto para reescribir el mío.

"Espere, por favor", dije, mi voz cortando el discurso con una calma que no era mía en otra vida.

"No soy digna de Mateo; su corazón pertenece a otra".

Mateo, con una sonrisa disimulada, se apresuró a buscar a Isabel, la mujer de su corazón.

De inmediato, mi nueva vida se convirtió en una pública humillación.

Mateo me despidió abruptamente, y su nueva prometida, Isabel, exigió que me fuera sin nada.

"Todo lo que tienes aquí es nuestro", espetó ella, señalando mi vestido, mi reloj, mi bolso.

Querían mi humillación total, verme despojada y suplicante.

Con una serenidad que los dejó atónitos, me quité el reloj, lo dejé caer, y luego, lenta y deliberadamente, deslicé la cremallera de mi vestido, dejándolo en el suelo.

Frente a ellos, en mi ropa interior, dije: "Me voy sin nada, tal como vine. Todas las deudas, las de esta vida y la anterior, están saldadas".

Fuera, una horda de periodistas me esperaba, flashes estallando, preguntas crueles.

Caí de rodillas, la sangre brotando.

En ese momento de máxima vulnerabilidad, un coche negro se detuvo.

De él bajó Alejandro Torres, el heredero de un imperio vinícola, ofreciéndome no solo un salvavidas, sino un futuro donde mi talento sería venerado.

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