Giulia Punto de Vista
Mientras Florentino habla por teléfono, me dirijo al dormitorio. No puedo evitar admirar la exquisitez del conjunto. Toco las ricas cortinas y suspiro de placer. No sé exactamente el alcance de la riqueza de Florentino, pero se rumorea que sus riquezas se multiplican tan rápidamente que ni él mismo puede saber cuánto vale.
La puerta se cierra detrás de mí y doy un salto. Me doy vuelta y veo a Florentino entrar en la habitación, con la camisa desabrochada hasta la mitad del pecho. Es increíblemente obvio lo que quiere... Pero cada célula de mi cuerpo grita NO. La inevitabilidad del sexo con él me ha perseguido desde el mismo momento en que me -convencieron- de casarme con él, pero ahora que ha llegado el momento, estoy convencida de que preferiría morir antes que acostarme con este monstruo.
-No compartiré la cama contigo-
La habitación resuena con mis palabras. Sus ojos peligrosos se dirigen hacia mí y empiezo a temblar, pero mantengo la cabeza en alto.
-¿Por qué no? -Su voz es tranquila y su postura relajada. Odio lo despreocupado que parece, lo controlado que parece. Lo jodidamente tranquilo que parece.
-Porque no lo haré. -Miro con altivez la cama tamaño king-. No lo haré...
-¿No harás qué? -Florentino camina hacia mí, como un depredador hacia su presa.
Él se detiene frente a mí y, para mi vergüenza, una vez más, mi cuerpo me traiciona total y completamente y reacciona lujuriosamente a su presencia.
-No tendré sexo contigo -espeté, mirándolo fijamente a sus inexpresivos ojos color bronce-. Te... encuentro... repulsivo.
-¿Repulsivo? -Una comisura de sus labios se levanta-. Esa es una palabra bastante fuerte, mi pequeña rosa. -Da otro paso hacia mí, acorralándome contra la pared. Puedo oír mi corazón latiendo desbocado en mi pecho, y temo que él también pueda oírlo. De repente, me toca. Una mano se desliza por mi cabello para inclinar mi cabeza mientras su otra mano recorre mi vestido, provocando respuestas de las que nunca supe que mi cuerpo fuera capaz.
-Sobre todo -continúa con voz sedosa- cuando puedo ver cómo reacciona tu cuerpo, cuando puedo olerte. -Olfatea el aire con aire crítico-. Notas de miel, almizcle y laurel. Fresco, pero un poco demasiado virgen. Necesita un poco de condimento para alcanzar un perfil de sabor completo.
Me aprieto contra la pared. -¡Eres un hombre horrible!-
Para mi sorpresa, baja la cabeza y captura mi boca con la suya. Jadeo y él desliza su lengua en mi boca y me prueba. Su lengua engancha la mía, la tira hacia su boca y la chupa. Este beso no es nada, nada como el beso casto de la catedral. El placer se extiende como un reguero de pólvora por mi cuerpo y creo que el beso durará para siempre, pero en el momento en que un gemido sale de mis labios, se aleja y se pone varios metros entre nosotros.
Estoy asombrado.
Avergonzada y respirando con dificultad, capto su mirada, esperando ver burla. En cambio, sus ojos están llenos de rabia, lo cual, francamente, no entiendo. Soy yo la que ha sido asaltada aquí.
-Disfrute de su soledad, señora. Estoy seguro de que encontraré un cuerpo dispuesto en otro lugar de la ciudad del amor. Buenas noches-.
Me quedé sin palabras mientras lo vi salir de la habitación. Durante un minuto entero, estuve demasiado atónita como para hacer algo, luego caí en la gran cama solitaria. ¡Dios mío! Mi corazón late tan rápido que seguramente corra el riesgo de sufrir un ataque cardíaco masivo sola en París.
Florentino Punto de Vista
Oigo un gruñido en lo más profundo de mi garganta, pero mi entrepierna está en llamas cuando salgo de la habitación y la dejo con su arrugado manto de rosas, tul y seda. Ninguna novia se ha visto tan bien como cuando pisó el altar. Una maldita diosa, nada menos. Y desde entonces, horas después, me atormenta la necesidad de arrancarle ese maldito vestido, tirarla contra la cama o la pared más cercana y cogerla hasta que el odio ardiente en sus ojos me consuma.