Año 1433
Con la persecución de la iglesia católica en la época medieval, donde los lobos eran considerados seres diabólicos y malignos, Accalia y Sigmur como jefes de la manada, deciden huir a través del bosque hasta llegar a un pequeño pueblo al Este de Beira Baixa en la frontera con la provincia de Cáceres.
Los acompañan el más viejo de los lobos, Varkolak, quien comanda al resto del grupo; solo así, Accalia y Sigmur estarían seguros de que Varkolak no moriría devorado por el resto de los animales salvajes. Con ellos tres a la cabeza, el resto seguiría vivos. Los tres lobos restantes son: Boris, Weerwolf y la lobezna Mingan, llamada así por lo grisáceo de su hermoso pelaje.
En medio del bosque frondoso y oscuro, la manada de lobos corre a toda velocidad, con el peligro acechándolos a cada paso. El sonido de los disparos resuena en el aire, acompañado por los aullidos aterrados de los lobos que huyen desesperadamente de la cacería humana.
Los lobos, con sus pelajes oscuros y ojos brillantes, se mueven ágilmente entre los árboles buscando refugio y protección en medio de la maleza espesa. Sus patas golpeaban el suelo con fuerza, dejando huellas profundas en el barro, mientras se esfuerzan por escapar de sus perseguidores.
Los cazadores, armados con rifles y perros rastreadores, los siguen de cerca, dispuestos a capturar a la manada y acabar con ellos, cumpliendo con la tarea que le ha sido encomendada. Sin embargo, los lobos demuestran una destreza y agilidad sorprendentes, evitando las trampas y emboscadas preparadas por los humanos.
A medida que la persecución continúa, la manada de lobos se mantiene unidos, buscando una ruta de escape para liberarse de los cazadores. A pesar del miedo y la angustia, los lobos demuestran su valentía y lealtad inquebrantables entre ellos, protegiéndose mutuamente en su lucha por sobrevivir.
Finalmente, después de horas de huida frenética, la manada de lobos logra encontrar un refugio seguro en lo profundo del bosque, lejos de la amenaza de sus perpetradores. Allí, entre la penumbra de la noche y el susurro de las hojas, los lobos descansan exhaustos, pero aliviados sabiendo que han logrado escapar de la muerte una vez más y que su instinto de supervivencia los ha guiado hacia la libertad.
Finalmente y a salvo en una pequeña cueva, en medio de la oscuridad bajo el resplandor de la luna llena, la pareja aúlla, rodeando el cuerpo de Varkolak, quien ha sido herido por los cazadores durante la temible persecución.
Aún así y para no poner en riesgo a la manada, el viejo lobo continúo corriendo; sabía que si se detenía, Accalia y Sigmur no lo dejarían solo y terminarían asesinándolos a todos. Varkolak se mantuvo con ellos hasta el final a pesar de la perforación en su costado izquierdo.
Por suerte, el proyectil había taponado la herida evitando que la sangre saliera a borgollones y permitiéndole llegar a salvo al pequeño pueblo.