Bianca se puso un ajustado vestido rojo de algodón sin mangas que le cubría hasta debajo de las rodillas, que dejaba ver su delgado cuerpo, sus senos perfectos proporcionales a su estatura, su cintura estrecha, sus piernas largas y uniformes, observó su trasero y pensó que era lo suficientemente grande y firme para llamar la atención pero no tanto como para hacerla ver vulgar, se veía hermosa, el rojo realmente hacía juego con su pálida y suave piel y su largo cabello rojo, se miró en el espejo dudosa.
Sus pensamientos la llevaron a distraerse frente al espejo. Solía distraerse fácilmente, la gente la percibía distraída y despistada por ese detalle, ciertamente podía estar en una conversación y perderse gran parte por estar metida en su cabeza.
La mañana estaba fría.
—Estoy pensando seriamente en usar algo más atrevido a pesar del frío, hoy quiero hacerlo —pensó.
Finalmente optó por llevar el vestido y completarlo con tacones rojos, un suéter blanco y un sobretodo largo blanco también, podría quitarse todo eso y verse sensual si así lo decidía en cualquier momento del día. Eran las 8 y media de la mañana e iba rumbo a la oficina de abogados para la que trabajaba, comenzaba a las 9 am en punto así que iba con el tiempo justo.
La ciudad, Isla Verde, aunque pequeña tenía algo de tráfico, era una ciudad hermosa, tranquila, sin ajetreos mayores, el sol siempre era intenso, había humedad, y de vez en cuando se sentía el olor a mar, que llega desde la bahía e inundaba la ciudad, al pasar por una calle se podía ver el mar al fondo de los modestos edificios cerca del puerto.
La firma de abogados estaba en el distrito más céntrico de todos, a Bianca le agradaba ver los comercios y edificios de oficina contrastando con la imagen de la bahía, la gente salía y entraba apresurada de los edificios, inundaban los locales de comida que estaban cerca, antes de comenzar el día de trabajo, muchos tomaban su desayuno cerca de los edificios.
Bianca, entró al edificio donde estaba la oficina de la firma para la que trabajaba, Yores & Smith, era una firma de abogados, no tan grande para ser la más cotizada pero tampoco tan pequeña como para que no sintiera que su carrera de abogada no iba a avanzar. Está en un buen lugar, al menos profesionalmente.
Entró a su oficina, al rato se acercó alguien a la puerta.
—¡Buenos días Bia! —parado en la puerta con una media sonrisa, estaba Ignacio.
Ignacio era un apuesto abogado que entró junto con ella a la firma dos años atrás. Moreno delgado, alto y definido. Él siempre le coqueteaba, pero Bianca estaba segura de que era gay, o al menos lo sospechaba.
—Buenos días Ignacio, ¿A dónde me llevarás hoy a almorzar? —le preguntó ella coqueta.
—¿Quieres que te lleve a almorzar? —dijo con cara de sorprendido a la vez que decidió entrar a la oficina y tomar asiento frente a ella.
—Hoy lo merezco, hoy estoy de cumpleaños, tienes permiso de consentirme —le reveló sonriéndole ampliamente.
—No sabía, felicitaciones, que mal trabajo el de recursos humanos, ¿Por qué esta oficina no está llena de flores?, ¿Por qué toda la oficina no está llena de flores? —le preguntó divertido—. Estoy seguro de que tienes más de un admirador, ¡Despistados todos tus admiradores!
Ella se rió con sinceridad.
—¡No exageres Ignacio!, Recursos Humanos hace su trabajo bien, un error en mi registro de nacimiento da cuenta de una fecha distinta: en 15 días, para efectos del público uso ese, para mi círculo más íntimo y familiares tomó en cuenta mi fecha original de nacimiento —le confesó ella.
—¡Pilla! ¡Te asegura dos celebraciones! —le dijo el acusadoramente, sonriéndole.
—Hoy me prepararán una cena en casa de uno de mis hermanos, puedes venir conmigo, tú y quien sea con quien estés saliendo —le dijo ella expectante.
—No salgo con nadie, estoy esperando por ti —le dijo mientras se inclinaba un poco sobre su escritorio con un gesto como quisiera contarle algo más —Y gracias por contarme en tu círculo más íntimo—le dijo sinceramente.
—¡Buenísimo! Ven conmigo esta noche y le dirás eso a mi familia, que esperas por mí —le dijo con tono de complicidad.
Ignacio era la persona con la que Bianca tenía más confianza en la firma, el resto de los hombres querían llevársela a la cama, y los que eran lo suficientemente decentes como para no acosarla, la querían sacar siempre del juego, era gente muy competitiva, había pocas chicas en la oficina, una de las jefas y su asistente, las 2 recepcionistas, 4 en áreas administrativas recursos humanos y par de abogadas más, Nía y Luisa.
—¡Bianca! Cariño, te esperan en la sala de juntas —le dijo con tono calmo la asistente de la socia Yores.
—Gracias, Alicia, ¿Quién? —le preguntó amablemente.
—La Sra. Yores y los Sres. Martin y Smith —respondió de forma robótica.
—¿Tenía alguna reunión que olvidé? —preguntó preocupada Bianca, a veces olvidaba asuntos importantes.
—No querida, te están requiriendo ahora —dijo la mujer con tono sarcástico. — ¿No estás ocupada ahora o sí? —completó en el mismo tono.
—No, te sigo, voy enseguida —dijo —. Odio como aquí todo es tan formal y todos son medio antipáticos, pensó.
Bianca se levantó y siguió a Alicia, estaba por cumplir los 30 años pero parecía mucho más joven, era rubia, delgada de facciones muy finas, era seria y un poco pedante pero muy eficiente en su trabajo.
Alicia le tenía algo de envidia a Bianca, había escuchado más de una vez en las conversaciones de la oficina que todos los hombres de la firma decían que ella era la más bella, que tenía el mejor cuerpo de todas, en la firma y se motivaban entre ellos a ver quién se animaba a hacerla caer. Alicia era fanática de la atención. Bianca se la quitaba.
Entró a la sala de juntas y los socios la miraron sonriendo, la invitaron a pasar.
—¿Ignacio les contó? ¡Qué tonta! No soy tan importante como para que me inviten a la sala de juntas a felicitarme por mi otro cumpleaños —pensó Bianca.
—¡Bianca! — habló Yores, morena, alta elegante con su cabello recogido y tenue maquillaje —. Tenemos excelentes noticias, la firma acaba de conseguir un cliente importante, Bianca, es grande, ¡Será el más grande que hayamos tenido jamás! —le dijo con solemnidad.
—¡Es una gran corporación! —Habló Smith— ¡Nos han contratado para algo puntual pero esto de verdad puede ser el inicio de una relación más larga y muy provechosa para nosotros, nada más que entrar en el círculo de este cliente es ya bastante positivo para nuestra imagen —continuó.
—¡Ya veo! —alcanzó a decir Bianca, sin saber exactamente a dónde iba todo.
—¿Cómo puedo ayudarlos? ¿Para qué me han llamado? —dijo torpemente.
Yores, la miró con su expresión amable pero fulminante, como queriendo comprenderla.
—Me escuche ruda o desinteresada, de los tres, ella me intimida más, es fuerte y decidida, muy inteligente, con mucha experiencia, es exigente sin piedad, es del tipo de jefes que si viviéramos en la época medieval, te mandaría a colgar si te equivocas, le estoy causando mala impresión —pensó Bianca angustiada.
—Nada querida —le dijo con tranquilidad— queremos que formes parte del equipo de abogados que asistirá a este cliente.