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Corazones indomables.

Corazones indomables.

Ivi Moreno

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Capítulo

Eduard Carbajal, era un hombre humilde que se había esforzado mucho para salir adelante, con el corazón roto y un profundo rechazo hacia las personas de alcurnia; gracias a su tormentosos pasado. Su vida dará un giro de 180 grados el día de su graduación, cuando Helena Bomparkt aparece ante él, imponente y muy segura de si misma ella llegara para poner su mundo de cabeza. ¿Pero que se oculta detrás de su repentina aparición?, ¿por qué ahora después de tantos años ella regresa a él?. Su pasado y su presente se juntan, dejandolo con un futuro incierto, no está seguro de que curso de acciones tomar pero si de algo está seguro es que nunca más caerá en los caprichos de la familia Bomparkt, ese que no había hecho más que arruinarle la vida.

Capítulo 1 Irrumpes en mi vida.

Muchos dicen que la vida está regida por el azar, que a algunos nos toca tener suerte mientras a otros les toca la gran desdicha, que la vida es una cuestión de oportunidades, errores y aciertos.

Pero siempre debemos tener en cuenta que los resultados finales dependen de nuestro esfuerzo, de la fuerza de nuestros corazones y de nuestra voluntad.

Quizás sea cierto, quizás no, unos creen en el destino mientras otros creen en las causalidades, fuera como fuera; todos jugamos para ganar o al menos lo intentamos.

Eduard Carbajal había aprendido que, cuando la fortuna te jugaba en contra; debías esforzarte el doble para cumplir tus sueños. Aunque costará, aunque tropezaras millones de veces. Porque, nos guste o no; los obstáculos siempre se interpondrán en nuestro camino y debemos buscar la forma de superarlos.

Era un fresco día de abril cuando él había alcanzado cumplir uno de sus más grandes sueños: graduarse de la universidad; con 25 años finalmente había logrado recibirse de la universidad siendo por mucho el mejor de su clases. Por fin podrían dirigirse a él cómo Ingeniero Carbajal y estaba orgulloso de eso, si quizás le había tomado más tiempo que a los demás, quizás había perdido un año o dos de estudio pero nunca se había rendido y por fin vería los frutos de todo su esfuerzo o al menos eso esperaba.

Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando entre la multitud pudo divisar una figura imponente, una mujer, aquella que se había convertido en su bendición y en su peor pesadilla. Por un momento pensó que su mente le estaba jugando una muy mala pasada, que estaba alucinando pero ese andar era inconfundible, aquella penetrante mirada de ojos grises él la conocía muy bien y era demasiado fácil identificar a quien pertenecía o al menos así era para él, aún podía recordar cómo esos ojos lo hacían sentir expuesto.

Ella... caminando como si sus pasos fueran dados sobre nubes de algodón, imponente, hermosa y peligrosamente seductora; sus facciones mostraban una madurez envidiable y exquisita que provocaba que fuera imposible confundirla con una niña pero la juventud de sus fascinantes facciones, tiernas como las hojas verdes de los árboles en primavera; hacían imposible confundirla con una mujer mayor.

Helena Bomparkt, a sus 24 años seguía tan hermosa como la primera vez que sus ojos se posaron en ella; tan seductora y atrayente que era imposible que los presentes ignoran su presencia, siempre había sido así; una mujer elegante, sofisticada que atraía miradas aún siendo muy joven; con cada paso que daba él sentía que su respiración se hacía más pesada, sus ojos se encontraron y una vez que lo hicieron fue imposible apartar la mirada.

Sus suaves rizos color chocolate se movían levemente con cada paso que daba, su blanca piel resaltaba aún más por esos labios carmesí que resultaban provocativos y aún así el no podía pensar en otra cosa que no fuera la inseguridad que sentía al verla; cada célula de su cuerpo gritaba que ella era peligrosa.

¿Por qué?, ¿por qué después de más de 5 años sin verla ella aparecía de pronto?, cómo una diosa entre los mortales, como una deidad de la devastación que venía a poner su mundo de cabeza; porque de eso podía estar seguro si su vida se había vuelto un caos cuando la conoció años atrás muy fácilmente podría volver a ser un caos por su simple presencia.

— Felicidades, ingeniero Carbajal — su voz dulce, aterciopelada era como un bálsamo para su alma, para su corazón desbocado pero todas las alarmas dentro de su mente se dispararon y aún más cuando ella se inclino depositando un suave beso sobre su mejilla, no había nadie que no los estuviera observando. ¡Por Dios!, ¡era Helena Bomparkt presentándose en su graduación!, era un sueño que ninguno sabía que tenía hasta que se hizo realidad.

— Gracias, señorita Bomparkt — respondió, intentando mantenerse en una pieza, ya no era ese mismo muchachito de años atrás, ahora era un hombre hecho y derecho; seguro de si mismo y no caería ante la tentación que representaba esa mujer frente a él.

— Me gustaría invitarte a cenar — agrego la mujer, sin prestarle atención a la presencia de los demás; quienes observaban interesados la interacción de su compañero con aquella mujer recién llegada.

— Lo siento yo... — su respuesta fue interrumpida cuando una muchacha, de estatura baja y cabello negro se acercó a él, sujetándole del brazo.

— Eduard... llegaremos tarde — aseguro la muchacha sonriente, antes de dirigir su mirada a la mujer frente a su amigo; quien observaba con un semblante terriblemente serio; que incluso resultaba aterrador.

— Alexa... en un momento voy — aseguro el hombre, liberando su brazo de manera sutil; Alexa era aquel apoyo incondicional con el que había contado durante los últimos 5 años, más que su compañera se podría decir que mantenían una especie de relación que iba más allá de una simple amistad.

— Eduard... no creo que te guste hacerme esperar — está vez fue Helena quien hablo, ignorando de forma descomunal a aquella mujer bajita que actuaba de forma posesiva ante el hombre — pasaré por ti a las 7. Disfruta con tus — sus ojos grises se fijaron en la mujer mirándola a detalle — compañeros. Nos veremos en unas horas.

Sin decir nada más, Helena dió media vuelta y siguió su camino, ignorando los murmullos que dejaba atrás; así era ella, acostumbrada a hacer su voluntad, a tener el mundo completamente a sus pies. Cómo si fuera la dueña del universo. Y quizás tenía razones para ser así, ¡por Dios!, ella era Helena Bomparkt, única heredera de una cuantiosa fortuna, de un conglomerado de empresas situadas en la cima del éxito, una fortuna envidiable que muchos desearían tener; sin duda los Bomparkt eran como la realeza, todos se rendían a sus pies desde el comienzo de los tiempos, así que por obviedad ella estaba acostumbrada a ello.

Eduard dejo escapar un suspiro, lo menos que había esperado era que ella irrumpiera en su vida de esa manera; cómo si aún tuviera alguna especie de poder sobre él. ¡Pero ya no era así!, Helena Bomparkt ya no era el centro de su mundo.

— Eduard... ¿quien es esa mujer? — preguntó Alexa, sabiendo de quién se trataba pero queriendo escuchar de sus labios que papel jugaba aquella mujer en la vida del hombre.

— Ella es... alguien de mi pasado — se limito a responder, sin desear dar detalles de lo que Helena Bomparkt había significado en su vida — Vamos Alexa, llegaremos tarde a la celebración... es nuestra graduación. No hay que hacer esperar a nuestros compañeros.

Eduard sujeto de la mano a Alexa, provocando que las mejillas de esta se colorearan de rojo, no estaba acostumbrada que él tuviera gestos de cercanía con ella, no al menos cuando se encontraban en público.

Ninguno perdió tiempo para finalmente reunirse con sus amigos y dirigirse al lugar donde celebrarían, había decidido pasar lo que restaba de la tarde y desde luego la noche, en un club, beberían, bailarían y la pasarían genial. En ese momento era precisamente lo que Eduardo necesitaba. Perderse en el alcohol y olvidar aquella visita que hacía latir su corazón a mil. ¿Por qué esa mujer tenía que aparecer para perturbar su paz?, esperaba no tener la oportunidad de averiguarlo.

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