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La favorita del profesor.

La favorita del profesor.

Ivi Moreno

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Capítulo

Dicen que el primer amor siempre es el más significativo, ese que nace de pronto y casi sin darnos cuentas, es ese que hace latir nuestro corazón de forma acelerada y es el que no conoce de motivos, de estatus o edades. El primer amor no es esa relación que te robó la inocencia, no es eso que se cree sentir en una época de enamoramientos fríos y sin significados. Es un amor puro, que te hace cometer locuras, es aquel que puede permanecer oculto en el silencio y aún así crecer día a día, es ese al que te une tu hilo rojo del destino y con el que quizás jamás podrás estar. Es ese que marca tu vida para siempre y que permanece en tu memoria perdurando en el paso del tiempo, es el amor más puro y real que puede existir. Es ese que permanece aunque ya no estén juntos. El que te hace dar cuenta que desprender más energía peleando con alguien que amas que haciendo el amor con alguien que quieres. Vanessa Fullbustter conoció ese amor en el instante en que sus ojos se cruzaron por primera vez con los de su profesor, supo desde el primer momento que ese hombre de profunda mirada gris era su otro lado del hilo rojo del destino pero también supo de inmediato que era un hombre prohibido, un amor destinado a vivir oculto en los confines más oscuros de su consciencia… Sabía que no había vuelta atrás, que su corazón latía más rápido por él, que sus sentidos se nublaban al tenerlo cerca y que la calidez de amar crecía dentro de su pecho; calidez que era opacada por la frialdad de unas palabras profundas, de una mirada indiferente y de un amor que jamás sería correspondido. Sin imaginar que por azares del destino ella terminaría siendo la favorita del profesor… Porque aunque ella había decidido callar su amor, la vida tenía otros planes para ellos…

Capítulo 1 Cuando todo comenzó.

Recordaba con exactitud ese justo momento en el que todo comenzó…

Esa primera vez en que sus ojos color miel se encontraron con esos enigmáticos orbes grises…

Y desde entonces supo que su vida había cambiado para siempre…

Era su primer día en la universidad, iniciaba un nuevo camino a seguir; ella era solo una niña asustada que no sabía cómo enfrentarse al mundo sola y que ahora comenzaba una nueva aventura, lo recordaba como si fuera ayer, el miedo corriendo por sus venas guiado por su sangre acelerada al igual que los latidos de su corazón, ese pitido ensordecedor que invadía sus oídos y esa terrible sensación de sentirse perdida en la inmensidad de las instalaciones de la universidad.

Ni en sus más profundos sueños hubiera imaginado llegar tan lejos, la fortuna siempre le había jugado en contra, colmando su vida de adversidades; como si el creador no tuviera otros guerreros al que confiarle sus más duras batallas…

Pero había logrado llegar hasta allí… estaba a pocos meses de cumplir sus 18 años cuando había logrado ingresar a una de las universidades más prestigiosas del país y aún pesa a sus negativas de continuar con sus estudios, su hermano mayor le había insistido en que continuará, que ella tenía un gran futuro por delante y que él haría hasta lo imposible por verla alcanzar sus metas.

A él le debía mucho, demasiado, había cuidado de ella durante prácticamente toda su vida a pesar de no tener que hacerlo, eran hermanos de vida, de guerra y de circunstancias.

Gael… habían crecido juntos, ambos parte de un orfanato y siendo los desdichados niños a los que nadie quería adoptar, hasta que cuando ella tenía tan solo 12 años escaparon y desde entonces él se había hecho cargo de ella, la había proclamado su hermana desde hace mucho tiempo atrás y en el momento en que él decidió huir la llevo con él.

Le agradecía, le debía mucho, por él había sobrevivido a la frialdad del orfanato, a una vida sin amor, sin cariño, sin atención, sin esperanzas y por él había llegado muy lejos o al menos más lejos de lo que una huérfana sin hogar podría.

Y gracias a Gael ingreso a la universo y gracias a él conoció a quien se convertiría en su más agradable tormento…

El primer día de clases estaba asustada, aterrada, sumergida en sus pensamientos; cuestionandose porque debía estar allí, ¿Por qué tenía la oportunidad de ingresar a una universidad tan importante donde no encajaba en lo absoluto?, no lo sabía y muchos menos lo lograba comprender pero sin embargo allí estaba, sintiéndose como una insignificante hormiguita recorriendo la inmensidad de un jardín.

Y de pronto lo inesperado sucedió, sintió un terrible dolor, un golpe fuerte que la había hecho caer al suelo y todas las libretas que llevaba entre sus brazos quedaron repartidas por el suelo, escucho un simple “Mierda” proveniente de una voz masculina, la más atrayente que hubiera podido escuchar en su vida.

— ¿Está bien señorita? — una mano grande pero delicada se extendió frente a ella, la tomo sin prestar mucha atención, levantándose con ayuda del desconocido sacudiendo su ropa.

— Si estoy bien — susurro apenada, ¿Por qué le tenía que pasar eso justo a ella?, ¿Por qué tenía que ser tan increíblemente torpe? — discúlpeme… — y de pronto sintió que se quedaba sin aliento, que las palabras se rehusaban a salir de su boca de un momento a otro y todo por haberse topado con los más hermosos ojos que podía haber visto en toda su misera insistencia. Ojos grises de mirada profunda y realmente abrumadora, capaz de hacer latir su corazón con vehemencia.

El dueño de aquello ojos de mirada penetrantes era la representación física de un Dios griego, hermosas y masculina facciones, su fuerte mandíbula, su cabello negro un tanto largo con algunos mechones en punta, ella podía observar como pasaba su mano por ellos en un intento de que esos mechones rebeldes quedarán peinados hacía atrás, sus hombros anchos y sus fuertes brazos que se marcaban aún debajo de la gabardina que llevaba puesta.

Era probablemente el hombre más guapo que ella había visto en su vida, era elegante pero con un aspecto un tanto relajado; era alto ,mucho más que ella, haciendola sentir pequeña e insignificante a su lado.

— Descuide señorita, también fue mi culpa; iba un poco distraído — aseguro el hombre antes de agacharse a recoger las pertenencias de la chica que habían quedado esparcidas por el suelo, ofreciéndose las de inmediato.

— Gracias — susurro avergonzada, mientras tomaba sus cosas de las manos ajenas, su piel rozo la del hombre unos segundos al hacerlo, sus mejillas de inmediato adoptaron un leve sonrojo, mientras ella giraba la cabeza hacía la derecha para evitar la profunda mirada del hombre, ¿Cómo es que una simple mirada podía hacerla sentir mariposas en el estómago?.

Él la observo durante un par de minutos en completo silencio, detallando las facciones delicadas de su rostro, esos hermosos ojos color miel enmarcados por dos espesas hileras de largas pestañas que parecían revolotear cada vez que ella abría y cerraba los ojos con rapidez, en sencillos pestañeos, su cabello castaño rojizo largo cayendo en suaves ondas hasta perderse más allá de sus finos hombros.

Era delgada, cubierta con una abrigo azul que evitaba que su figura pudiera ser contemplada a plenitud, poseía un semblante inocente que se acentuaba con ese sutil sonrojo que coloreaba sus mejillas, era realmente bonita.

Carraspeó para interrumpir ese silencio que se había colado entre los dos para luego decir — que tenga buen día señorita — y retomar su marcha, tenía muchos asuntos que atender y no podía seguir perdiendo el tiempo contemplando a una niña como ella, porque estaba seguro que cuando mucho tendría 18 años. A juzgar por sus facciones aún infantiles.

Ella quedó allí de pie, pensando en lo que acaba de pasar y como la había hecho sentir, ¿Quién era ese hombre?, giró para observarlo, con la esperanza de que él hiciera lo mismo pero eso nunca pasó; respiro resignada para seguir su camino.

Él había detenido su andar al momento en que sintió la curiosa mirada sobre él, espero unos segundos y giró en su lugar para ver cómo la señorita retomaba su camino. No pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro al observar lo perdida e indefensa que se encontraba aquella criatura, tan inocente.

4 largos años habían pasado desde ese primer encuentro, 4 años desde que ella albergaba esos sentimientos y había descubierto que era prohibido.

¿Por qué eran sentimientos prohibidos?, ¿Quién era ese hombre?. Pues ese hombre de penetrante mirada gris, de esos ojos llenos de tormenta; había resultado ser uno de sus profesores y en ese momento, cuando estaba reunidos en el salón y lo vio entrar presentándose como su profesor guía lo supo, sus sentimientos estaban condenados a permanecer ocultos en lo más profundo de su corazón.

No importaba que tan intensos fueran, no importaba que tanto pudieran crecer con el paso de los años; no importaba que sus ojos se cruzarán, anclandose a los del otro por largos minutos, nada de eso importaba porque él era su profesor y ella era su alumna, y por ello nunca podría existir nada entre ellos, aunque su corazón clamara por ser confesado, por gritar a los cuatro vientos esos sentimientos que había surgido con la primera mirada.

Pero eso no podía ser, estaba condenada a amarlo en silencio, a la distancia y conformarse con esos momentos fugaces en los que sus miradas se encontraban, en los que sus manos se rozaban sin tener la intención, ¿Qué más podría hacer?; absolutamente nada.

Porque ella para él, estaba prohibida y para ella, él no era más que un imposible. Porque él era ese temible profesor que hacía temblar a todos, él era ese hombre que robaba suspiros colectivos pero que solo dedicaba miradas cargadas de indiferencia; era ese cuyo nombre está en boca de todas pero cuyo corazón no pertenecía a ninguna.

Era un amor imposible, un amor puro que crecía día a día pero que se marchitaba de a poco al ser conocedor de su cruel destino.

¿Por qué?, ¿Por qué su corazón tenía que latir apresurado por un hombre que jamás correspondería a sus sentimientos?, ¿Por qué el amor más puro y sincero que había sentido jamás tenía que ser hacía alguien que jamás podría sentir lo mismo que ella?.

Dolía, cada palabra severa, cada mirada fría, cada interacción distante y aún así ese amor masoquista se rehusaba a perecer, aún así cada día despertaba con esa llama de esperanza naciendo en su interior, aún así siempre tenía una sonrisa nerviosa para regalarle aunque el no supiera ni su nombre.

O al menos eso creía ella, porque él si conocía su nombre, guardado en los rincones más profundos de su memoria ¿y como no saberlo?, llevaba siendo su alumna durante 4 años, cuatro años notando ese pequeño brillo en esa mirada color miel, 4 años viendola temblar ante su presencia, 4 años de aparente indiferente en los que no podía evitar verla siempre sentada en primera fila muy cerca de su escritorio, 4 años en los que trataba de ignorar totalmente su presencia pero ella seguía allí, siendo un pequeño demonio que lo incitaba, sin saberlo, a cometer el pecado más grande de todos.

Y todo ese martirio había comenzado con una simple mirada, un instante basto para que ella, Vanessa Fullbuster supiera que él era la persona que la esperaba al otro lado de su hilo rojo del destino, un lado que jamás podría alcanzar, que aunque tuviera la certeza de que era él y supiera dónde encontrarlo jamás podría disfrutar; porque por alguna razón, quizás por caprichos del destino, su amor había nacido en solo un instante y había sido condenado a perecer o al menos a vivir en el cruel olvidó, porque era un amor de esos que jamás podrían ser, que jamás sería correspondido y sobre todo jamás debía ser confesado, un amor destinado a dejar un cruel vacío en el pecho y un dolor incomparable en el corazón…

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