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La cortina de cristal

Capítulo 3 Cap. 3: Encontrando el pasado

Palabras:2910    |    Actualizado en: 14/04/2022

atronadora, rugían más allá. La cas

mbras, permanecía la entrada a la pequeña gruta. La opresiva sensación de anhelo y desesperación

aba desde el interior de la caverna, fuera lo que fuera. No podía marcharse hasta que hubiera cumplido lo que se le pedía. Pero también sa

esvanecía. Cada vez era peor. Había tenido aquel sueño muchas veces durante los veinte añ

ro en el último instante cambió de idea. No necesitaba luz para sab

ue resplandor de la luz interior. Podía elegir entre unos restos de ensalada de atún, queso en lonchas, pepinillos y cerveza. Eligió la ensala

tras la muerte de su madre. Estaba mucho más interesada en su desahuciada carrera de poeta. Michael había apre

a experiencia casera le había servido como preparació

tempestuoso temperamento de poetisa, por su tendencia a sumirse en largos períodos de depresión y por su deseo

de cerveza y bebió un largo trago pensando en lo mal que se había co

obsesionaba casi tanto como aquellos retazos de sueño. Pero había creído que respecto a Clare podía hacer algo,

desatinadamente aquella situación, delicada y frágil como

ado a dejar sus errores atrás. Tenía mucha práctica. El problema ahora consistía en

nía que lograr que le p

-

mpie el parabrisas

e larguirucho, vestido con un mono verde. Eddy Rivera

or, Eddy. Le

en verano es polvo. ¿Está esperando a

er, todo el mundo en La Colonia Tovar sabía qu

¿Lo has visto

edificio de la oficina de envíos, al otro lado de la calle prin

lare suavement

precisamente porque quería encontrarse a Mi

restablecer las líneas de comunicación con Michael allí donde se habían visto por primera v

as repasaba lentamente el cristal. Rivera lo

hael y usted se

quería era hablar de su relación con Michael. S

siempre se iba a por las mejores. Los chicos se preguntaban que a santo de qué picaba tan alto. Pero yo siempre le decía:

es. Por primera vez, cayó en la cuenta de que Eddy Rivera era más o menos de la edad de Michael, tal vez un año o

tar que Rivera llevaba puestos. Ni del pelo rubio y ralo que le caía hasta la clavícula. Se debía a algo más, a algo que tenía que ver con la expresión de perpetua amargura que caracterizaba lo que tal vez, en otro tiempo,

ran amigos de peque

o volví aquí. Pero Michael, no. Michael probó suerte fuera de aquí. No había regresado hasta este verano. Me pregunto por qué habr

de Michael había vuelto a desatarse. Pero antes de que pudiera

ra metió el limpiacristales en un cubo y se acercó a

apartar la vista del Jeep negro que se ha

nter que, vigilante, permanecía s

erro se h

os sus dientes. Estaba acost

a veces —murmuró Clare acar

bonito. Pero se murió hace un par de años. —Rivera giró la cabeza para mirar a otro coche

a —dijo Clare girando

a oficina de envíos —le advirtió Eddy—. A no ser

, como si le causara un placer perve

go? —preg

ese Cadillac azu

S

aún no había visto su coche aparcado al otro lado de la cal

ñora que sale

specto regio que salía lentamente del lado del pasajero del Cadillac, ayudada por el conducto

Velutini han sido los dueños de casi todo e

h,

una mano grasienta sobre el techo del Buick de C

soberbia y poderosa señora

ría de sabe

ivera calmosamente—, que es

sue

rtó del coche, aparentemente satisfecho por haber conseguido captar su atención—.

era sintiéndose aturdida. ¿La suegra de

estarlo. Si tuviera esposa se lo habría dicho.

se dijo mientras aparcaba el Buick junto al Jeep de Michael. Era precisamente

media vuelta y ahorrarse, lo que prometía ser una escena desagr

—le dijo a Hunter—. Gri

ctor, gordinflón y al instante apartó la mirada. La cara fofa de aquel hombre poseía los rasgos crueles y obtusos de un camorri

una marea. Había un silencio crispado. Varias personas estaban de pie, como clavadas al suelo. En lugar de intercambiar cotille

a y vio a Clare. Por un instante, la traspasó con sus brillantes ojos grises, pero un segundo desp

dar órdenes. Llevaba sus casi sesenta y seis años con rígido y gélido orgullo. Tenía el pelo recogido en un elegante moño y sus ojos castaño

la mujer una m

único que tenía. Discúlpeme, señ

ezco. También he oído hablar de ella

, usted tampoco —dijo Mic

iseó la seño

será la última. Pero, sin duda, respecto a mi hijo no puede decir lo mismo,

preguntaba si coincidiríamos esta mañana. Iba a llamarte luego para recordarte esa excursión a la cascada que me prometiste —dirigió su sonrisa

ando a Michael, a la se

dijo, y la puso s

spreocupación, percibiendo la tensión de sus músculos, y sonrió a Elizabeth Velutini, cuya cara había adquirido una mueca agria—.

orcita como para cometer los errores que quiera. Recuerde mis palabras: cualquier mujer que se arrime a Michae

er una salida triunfal si las supuestas víctimas no se lo tomaban en serio. Clare quería asegurar

. Estaba pensando en llevarme el bañador al picnic. Ah, y será mejor que compremos unas patatas

salió trabajosamente del coche para ayudar a Elizabeth Velutini a montarse en el asiento del

. La operación de rescate se ha acabado —se apoyó en el capó y se dio un

on la mano y miró el C

e las ganas que tuvier

ja arpía. He perdido la práctica. Pero creo que todavía podría vérmel

ue Juan es

lla le dice. —Michael pareció perder interés en aquella pareja—. ¿D

hondo y se a

Elizabeth Velutin

las cejas s

ien te ha estado

el de la gasolin

n. Me casé con la hija de Elizabeth Velutini

nsistió

ichael volv

e su

ía está

N

livio sacudiendo la

puestas de ti, tendría que esperar ha

rió le

n las respuestas

es de irme a la cama conti

u semblante se animó c

la posibilidad de i

S

ro una alegría exultante b

c, yo te daré unas cuantas resp

e dio la vuelta y se d

as de deporte —dijo Michael tras ella, alzando la

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1 Capítulo 1 Cap. 1: A mi regreso2 Capítulo 2 Cap. 2: Encantos3 Capítulo 3 Cap. 3: Encontrando el pasado4 Capítulo 4 Cap. 4: Disculpas5 Capítulo 5 Cap. 5: Pétalos de pasión6 Capítulo 6 Cap. 6: El ocaso7 Capítulo 7 Cap. 7: Sorpresa8 Capítulo 8 Cap. 8: La Cena9 Capítulo 9 Cap. 9: Decisiones10 Capítulo 10 Cap. 10: La cascada de la Prisionera11 Capítulo 11 :Seduciendo al ocaso I12 Capítulo 12 Seduciendo al ocaso II13 Capítulo 13 : Sucesos del pasado14 Capítulo 14 : Elizabeth Velutini15 Capítulo 15 : La sombra16 Capítulo 16 : Aprender a confiar17 Capítulo 17 : Aprender a confiar II18 Capítulo 18 : Encuentros19 Capítulo 19 : Malentendidos20 Capítulo 20 : Malentendidos II21 Capítulo 21 : La sombra oculta22 Capítulo 22 : La sombra oculta II23 Capítulo 23 : Comandante de la policía24 Capítulo 24 : Comandante de la policía II25 Capítulo 25 : El intruso26 Capítulo 26 : El intruso II27 Capítulo 27 : La noticia28 Capítulo 28 : La noticia II29 Capítulo 29 : La Cena30 Capítulo 30 : La cena II31 Capítulo 31 : Pasados oscuros32 Capítulo 32 : Pasados oscuro II33 Capítulo 33 : Oficina de envíos34 Capítulo 34 : Oficina de envíos II35 Capítulo 35 : Oficina de envíos III36 Capítulo 36 : Oficina de envíos IV37 Capítulo 37 : Fiesta38 Capítulo 38 : Al fin juntos39 Capítulo 39 : Al fin juntos II40 Capítulo 40 : Desacuerdos41 Capítulo 41 : Desacuerdos II42 Capítulo 42 : Persecución43 Capítulo 43 : Persecución II44 Capítulo 44 : Persecución III45 Capítulo 45 : Persecución IV46 Capítulo 46 : Disputa47 Capítulo 47 : Disputa II48 Capítulo 48 : Nueva vida49 Capítulo 49 : Nueva vida II50 Capítulo 50 : La gota que derramó el vaso51 Capítulo 51 : Incordio52 Capítulo 52 : Incordio II53 Capítulo 53 : Bajó el mismo efecto54 Capítulo 54 : Bajó el mismo efecto II55 Capítulo 55 : Decisiones56 Capítulo 56 : Decisiones II57 Capítulo 57 : Tregua58 Capítulo 58 : Convalecencia59 Capítulo 59 : Convalecencia II60 Capítulo 60 : Rivales61 Capítulo 61 : La verdad62 Capítulo 62 : La Verdad II63 Capítulo 63 : Más allá de la oscuridad64 Capítulo 64 : Destino65 Capítulo 65 : Destino II66 Capítulo 66 : Destino III67 Capítulo 67 Epílogo