Más allá de la cruel obsesión del multimillonario
vista de
sión una máscara de pura adoración y preocupación. Ciro, que parecía perfectamente bien apa
tengo tanta hambre. El humo... me resecó la garganta. Quiero... quiero un poco de
preocupación en sus ojos. Ni sorpresa. Ni lástima. Solo una impaciencia fría
mi rostro pálido, y su voz fue un l
evántate y v
io. Mi cabeza daba vueltas por la conmoción, mi cuerpo era
surré, mi
iencia agotada-. Ciro quiere tus past
r. Fue como si una presa se rompiera. Cinco años de lágrimas tragadas, de gritos silencioso
iva-. ¡Estoy sangrando! ¡Mi pierna está rota! ¡Tus hombres me sacar
volvieron imprudente. Ya no m
o años, fui tu esposo! Te amé, te respeté, te di todo lo que tenía, ¡y me trataste como si no
spendidas en el aire, re
stro permaneció como una m
mbargo, par
so. Me está empeoran
ción de Alonso se desvió
voz goteando ternura. Me lanzó una mira
una nube de tormenta. Me miró desde arriba, su
, su voz peligrosamente suave-. ¿Te
año. Un monstruo. Los últimos vestigios de mi corazón destrozado se convirt
mí, reemplazada por un profundo y a
en una sonrisa que no tenía humor
paldas-. Llévenlo al almacén frigorífico de la cocina d
orme congelador industrial mantenido a temperaturas bajo cero. Para una person
l suelo, el movimiento enviando dagas de dol
ché, pateé con mi pierna buena, grité hasta que mi voz se volvió ronc
estaban demasiado intimidadas para intervenir, y hacia la cavernosa cocina del hospital. Abriero
na oscuridad helada. El pesado golpe del cerroj
sculos, mis huesos. El soporte de metal en mi pierna se sentía como un bloque de hielo ardiente. Cada termi
río, la oscuridad y el dolor. Podía sentir mi cuerpo a
ensé. Finalment
ignificaba nada frente a la muerte. Un instinto pr
puerta de metal hasta que est
ngelado graznido-. ¡Por favor, déjenme salir
enc
e abrió y la luz cegadora de la cocina inundó el lugar. Uno de los guardaespaldas me
mantenerme en pie. Me medio cargó, medio arr
el cernidor de harina. Mi visión se nublaba y desenfocaba. La sangre de la heri
e movieron en piloto automático, siguiendo una receta que conocía de memoria, una receta qu
os y brillantes de miel, el guardaespaldas
No me miró. Echó un vistazo a los pastelito
ó hacia el guardaespaldas-. Ya cump
cia el quirófano del que me habían robado, vi a Alonso tomar uno de los
edor, una única y solitaria lágrima escapó de la e
tristeza. O de ira.
final a la chica tonta que había creí
o. Me había ro
arrastrarme, un pequeño y frío pensamie
per algo que
to. Y en su lugar, algo nuevo, algo d