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Más allá de la cruel obsesión del multimillonario

Capítulo 4 

Palabras:1272    |    Actualizado en: 11/11/2025

vista de

sión una máscara de pura adoración y preocupación. Ciro, que parecía perfectamente bien apa

tengo tanta hambre. El humo... me resecó la garganta. Quiero... quiero un poco de

preocupación en sus ojos. Ni sorpresa. Ni lástima. Solo una impaciencia fría

mi rostro pálido, y su voz fue un l

evántate y v

io. Mi cabeza daba vueltas por la conmoción, mi cuerpo era

surré, mi

iencia agotada-. Ciro quiere tus past

r. Fue como si una presa se rompiera. Cinco años de lágrimas tragadas, de gritos silencioso

iva-. ¡Estoy sangrando! ¡Mi pierna está rota! ¡Tus hombres me sacar

volvieron imprudente. Ya no m

o años, fui tu esposo! Te amé, te respeté, te di todo lo que tenía, ¡y me trataste como si no

spendidas en el aire, re

stro permaneció como una m

mbargo, par

so. Me está empeoran

ción de Alonso se desvió

voz goteando ternura. Me lanzó una mira

una nube de tormenta. Me miró desde arriba, su

, su voz peligrosamente suave-. ¿Te

año. Un monstruo. Los últimos vestigios de mi corazón destrozado se convirt

mí, reemplazada por un profundo y a

en una sonrisa que no tenía humor

paldas-. Llévenlo al almacén frigorífico de la cocina d

orme congelador industrial mantenido a temperaturas bajo cero. Para una person

l suelo, el movimiento enviando dagas de dol

ché, pateé con mi pierna buena, grité hasta que mi voz se volvió ronc

estaban demasiado intimidadas para intervenir, y hacia la cavernosa cocina del hospital. Abriero

na oscuridad helada. El pesado golpe del cerroj

sculos, mis huesos. El soporte de metal en mi pierna se sentía como un bloque de hielo ardiente. Cada termi

río, la oscuridad y el dolor. Podía sentir mi cuerpo a

ensé. Finalment

ignificaba nada frente a la muerte. Un instinto pr

puerta de metal hasta que est

ngelado graznido-. ¡Por favor, déjenme salir

enc

e abrió y la luz cegadora de la cocina inundó el lugar. Uno de los guardaespaldas me

mantenerme en pie. Me medio cargó, medio arr

el cernidor de harina. Mi visión se nublaba y desenfocaba. La sangre de la heri

e movieron en piloto automático, siguiendo una receta que conocía de memoria, una receta qu

os y brillantes de miel, el guardaespaldas

No me miró. Echó un vistazo a los pastelito

ó hacia el guardaespaldas-. Ya cump

cia el quirófano del que me habían robado, vi a Alonso tomar uno de los

edor, una única y solitaria lágrima escapó de la e

tristeza. O de ira.

final a la chica tonta que había creí

o. Me había ro

arrastrarme, un pequeño y frío pensamie

per algo que

to. Y en su lugar, algo nuevo, algo d

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