Amor Bajo Contrato
y con un aire de seguridad que solo los años de experiencia en el mundo de los ricos y poderosos podían otorgar, guiaba a Valentina con paso
en que la miraba que sugería que estaba constantemente evaluan
a se deslizó dentro, sintiendo que, por un momento, el mundo exterior quedaba atrás. Sabía que esta noche no solo sería un simple paseo de compras; era una entrada definitiva en un universo donde las r
a película de fantasía. El escaparate mostraba prendas de lujo que Valentina solo había visto en las páginas de revistas internacionales, aquellas que detallaban el es
si estuviera dando la bienvenida a alguien que ya formaba part
enda tener estos vestidos, estos trajes que solo en los sueños más salvajes de las mujeres se hacían realidad? Er
ecía que podrían desmoronarse con solo mirarlas. Valentina pasó la vista por la boutique, impresionada por la calidad de las prendas que se ofrecían. Cada uno de esos vestidos p
idida. Parecía como si ya supiera exactamente lo que V
los colores. Había vestidos que rozaban el suelo en una cascada de seda y encaje, otros que se ceñían al cuerpo con una perfección que dejaba poco a la imaginación. Algunas piezas eran tan
aba sin aliento. Nunca había imaginado que la tela podría ajustarse tan perfectamente a su figura, realzando sus curvas y disimulando cualquier imperfección. Era como si, en ese momento, ella dejara d
e los vestidos se acumulaban en montones, una montaña de lujo y promesas. La asistente la observaba con at
lles dorados que brillaban con sutilidad. -Este otro será ideal para las primeras apariciones en público. -
eventos extraordinarios. Mientras elegía los vestidos que llenarían su armario, las horas parecían desvanecerse sin que ella se diera cuenta. Por primera vez en m
exclusiva, una joyería que mostraba vitrinas llenas de diamantes, zafiros y esmeraldas, piedras preciosas que parecían casi irreales. Valentina había v
a una exhibición de anillos y collares. -Tienes que brillar, Valentina.
que había tocado era de una calidad tan impresionante que la hizo preguntarse si, en algún momento, podría volver a vivir en un mundo que no tuviera este lujo a su alrededor
acón, sandalias delicadas de diseñador y botas de cuero negro que se ajustaban a sus piernas con una precisión casi perfecta. La extravagancia de la tienda la d
o esa tarde. Ahora, con su nuevo guardarropa, joyas y zapatos, había tomado una decisión tácita: no iba a ser solo un accesorio en el juego de
a ser solo una pieza en su tablero de ajedrez.