Los Mellizos del CEO
rado una nueva razón para vivir, sino que había creado una familia a partir de su dolor y sufrimiento. Por fin, h
ista para enfrentar lo que viniera, un día a la
en aquel pueblo alejado de la ciudad, donde los días eran simples y llenos de risas. Clara, con sus ojos verdes y cabello cobrizo, había heredado la curiosidad y la inteli
uja. Aquella mañana, mientras los niños jugaban en el jardín, Paola se sentó con ellos ba
iero hablar con ustedes -comenzó, viéndol
a, inclinando la cabeza, mientra
do un nudo en el estómago al ver sus reacciones
an, con su voz pequeña-.
ción de sus hijos. Sabía que su vida en el campo había sido una bendici
ro quiero que tengan la oportunidad de conocer más cosas. La ciudad tiene muc
tratando de comprender.
es todo lo que sé, pero la ciudad tiene tantas cosas que podríamos descubrir juntos. Imaginen un lugar don
elices en su hogar, había un mundo más allá que aún no habían explor
s cosas? -preguntó Ethan,
-aseguró Paola, envolviendo a ambos en un abrazo c
ojos. Clara sonrió al imaginarse las aventuras, y Ethan, siempre
enfrentarlo. Tenía la firme convicción de que, sin importar dónde estuvieran, lo más importante
lla nueva aventura no solo sería una oportunidad para ellos, sino también un camino para que ella misma siguiera creciendo. Con sus do
partamento para ella y sus dos hijos, Clara y Ethan. Aunque el espacio era modesto, ella lo llenó de calidez, decorándolo
a su mamá a colocar los platos y le hacía preguntas curiosas sobre la ciudad, los edificios y la escuela que pronto comenzaría. Ethan, por su parte, era el revoltoso de la familia. Con su risa contagiosa
ajo? -preguntó Clara un día, m
a para tranquilizar a su hija. -Aún no, cariño,
embargo, la espera comenzaba a preocuparla. El dinero que había ahorrado no duraría mucho tiempo, y cada día que pasaba sin recibir una respuesta aumentaba su a
mbiaría. Preparaba a sus hijos para ir a la guardería y volvía a enviar currículos, chequean