Los Mellizos del CEO
se en algún lugar donde pudiera dejar que el dolor fluyera, aunque solo fuera por unas horas. Manejando sin rumbo, terminó frente
na efímera sensación de anonimato y soledad. A medida que el alcohol comenzaba a hacer efecto, Paola dejaba que los recuerdos y las palabras hirientes de Lucas se di
-se dijo en voz baja, con u
. o al menos eso había creído. Recordó las veces que intentaron formar una familia, los silencios incómodos que surgían cuando se hablaba del tema y las promes
dos en la cama que compartían, aparecía en su mente con cruel nitidez. Podía escuchar la voz fría de Lucas, diciéndole que era frígida, que estar con ella
ba sufrir. Rose siempre había estado allí, en la oficina de Lucas, ocupando un lugar en su vida que ahora sabía había sido mucho más import
-susurró al aire, como si de alguna manera
la rabia se mezclaban en un cóctel que
ntras las horas se acumulaban y el dolor en su pecho comenzaba a sentirse más ligero. Pero la noche no durar
ría irse a casa. He llam
quería irse, no quería enfrentar la soledad de su hogar ni recordar lo que
rarse a la barra mientras el mundo a su alr
salida. Sus protestas eran poco más que un murmullo incoherente mientras intentaba resistirse, pero era inútil. El gua
r a casa de Lucas. Mientras trataba de orientarse, un auto negro se detuvo frente a ella. Paola, con la mente nublada por el alcohol, pensó que era
de cabello oscuro y mirada intensa, la observaba con curiosidad d
ber -su tono revelando una mez
, como si el mundo girara a su alrededor. Apenas recordaba cómo había llegado hasta
a se nubló y calló sobre los brazos de ese ho
a. Lo primero que sintió fue una superficie suave y cómoda bajo su cuerpo; a
ombre alto y atractivo se perfilaba frente a ella, o
s palabras de Brenda, su suegra, volvieron a inundar su mente, reviviendo la rabia y la humillación. Sintió que el fuego de la ira se en
or qué ella no podía hacer lo mismo? Quizás no devolvería el tiempo ni sanaría su dolor, pero al
r nada, lo besó. En ese instante, esperaba que él se apartara, que la alejara. Pero, para su sorpresa, él respondió al beso, envolviéndola en sus brazos con una intensidad
labios se movían con urgencia, pero también con un cuidado que la desconcertaba. Todo su cuerpo reacci
a uno de sus movimientos, dejándole la libertad de detenerse en cualquier momento. En los brazos de un completo extraño,