Margia
surge algo nuevo, el hér
ar una simple bocanada de aire, si la muerte tuviera aroma, sería éste; el de sangre y sudor mezclado en la arena a lo largo de los años, el putrefacto aroma ya era un olor familiar, conocido, suave. El cuerpo luchó para adormecer el dolor al liberar un tor
decente, pero su profesionalidad le demandó concluir con lo que las apuestas dictaminaron sería el resultado del combate antes de hab
culo. ¿No puedes darme un respiro
jefe quiere un mejor espectáculo. ― Ese era el en
cción con la cual contó para salvar su existencia. La potencia lo mandó contra la barrera de madera destruyendo la estructura de está; no podía cree
ganancias, un sacrificio para la demandante muchedumbre, pero ese golpe no calmó la violenta e insaciable hambre del público, los gritos aumentaron, al igual que la frustració
repitió constantemente. Sintió la tierra mullida, cálida, sólo me dejaré envolver por el suave abrazo de la tierra, un minuto más y todo acabará. ¿Por qué pasó esto? Hice lo que me dijeron, he dado un buen espectáculo como
ahora le pareció que olía más a desechos humanos. Al final lo único que conseguí será morir en un basurero como este y las apuestas de la siguiente pelea tienen más importancia que mi muerte Vio la sonrisa de su jefe perdida
arle los planes a ese desgraciado, echar por tierra sus ganancias de esta apuesta, ¿cómo podría? Una risa infantil se escuchó en su aturdida cabeza, ¿quién dejó entrar a una niña a aquí? ¿Tan pronto buscan enseñarle la ley que rige a este mundo
neos se dilataron y la sangre fluyó por cada uno de sus músculos. Por menos de un segundo evitó el pisotón de su oponente, rodó a un lado ganando suficiente tiempo para levantarse. El d
recha, su oponente cayó en la trampa y tuvo oportunidad de ponerle el pie. El estadio vibró ante el impacto de su cuerpo contra la arena. El público volteó sorprendido y el lugar enmudeció. Cerró la
Su oponente aún de rodillas sólo pudo cubrirse el rostro de la tempestuosa furiaque le accedía
de su ataque recibió de regresó un golpe certero en el abdomen. Mientras rodaba al otro extremo del ring sus animadores callaron. Lo hlado y esquivó el golpe cargado de frustración ante esa agresión. Fue en ese momento que arrojó el segundo puño de su mano izquierda cegándolo por completó. Ante esa nueva brecha, saltó hacía el rostro del gigante y concentrando todas sus fuerzas impactó una vez más su rodilla contra la cas
nceó de lado a lado y como una enorme plancha de metal, cayó hacía atrás sacudiendo de nuevo la arena y las ilusiones de sus apostadores. Sin fuerzas para celebrar, colocó una rodilla en el suelo, no podía desplom