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En busca del tesoro de Ashwöud (Los guerreros de Fagho I )

Capítulo 3 El resplandor de una estrella

Palabras:2538    |    Actualizado en: 07/02/2023

la noche estrellada mientras alumbraba con su lámpara hacia el firmamento. La linterna emitía un largo haz de luz que se perdía en

do una voz interrumpió

haces,

apá. Viendo

izaste la

stá. —Señaló un punto

volteó

que enseñarte má

preguntó e

cena está list

imó un poco—.

al bosque por una semana. Le expuso que estaban creciendo y que no quería que se le fuera de las manos el tiempo que un padre debe aprovechar para estar con sus hijos, además, deseaba que vivieran aventuras lejos del mun

scar en el río, escalar el monte, intentar cazar algún conejo y disfrutar de la tranquilidad del c

ata en busca de un tesoro, otras con ser astronauta y descubrir nuevos planetas, no podía faltar el ser un experimentado mago con poderes sobrenaturales o un gran héroe salvador de la humanidad. Las horas del día no le bastaban para crear en su cuarto las atmósferas propias de sus aventuras moviendo de un lugar a otro la cama y la cómoda simulando un barco pirata o una nave interestelar, o atravesar hasta la sala de su casa escondiéndose detrás de los muebles imaginando que sus padre

la miel, y aunque lo tenía lacio, siempre llevaba su pelo alborotado. Su estatura era media y de complexión delgada y tenía en su rostro ese encanto que

visto. Durante el tiempo que había estado tumbado sobre la hierba, había contado ya tres veces seguidas las estrellas más brillante

firmamento. Se talló los ojos y volvió a mirar. Nuevamente estaba allí, era mucho más respl

le la mirada. Nunca había visto una estr

estrella por horas, pero el llamado de su padre a

Er

nfuñó poniéndose de pie y olvidá

ida. Se sentó a un lado sin decir palabra y recibió de manos de Rober

ner importancia, pero Eric sabía que él jamás preguntaría algo sin importancia, además, Eric odiaba que lo l

taba haciendo. Ante la contestaci

o quiero discusiones e

sonsonete inocente—. Tú estás de testigo de que so

e a tu her

to y tuvo que responder, aunque l

iendo las

as estrellas por qué? ¿Esperas algún arribo inter

ar las risas socarronas de su hermano—. ¿Para eso me pides que le

u hermano, Héctor, que él

siento —dijo, aunque a E

a amable con él si ya lo co

da ajusticiadora de Roberto, que, de haber tenido poderes sobrenatura

la hora diaria que pasaba en el gimnasio. Cuidaba detalladamente su forma de vestir y siempre estaba al grito de la moda. Él quizás se creía el chico más guapo de la clase, la escuela, el vecindario y el mundo entero, aunque no lo fuera. Eso sí, definiti

ue le había desagradado la idea, su mundo ya lo conformaban la escuela, los amigos, amigas y las salidas nocturnas con ellos, por lo que no había cabida en su agenda para

grillos y otros insectos envolvía la noche, pero fue a mitad de la cena cuando un ruido a la distancia los interrumpi

apar a un zorro que ya los había burlado en dos ocasiones, y antes de terminar el día le habían dejado una trampa para ver si el animalillo caía por la noche, a

su hijo había desaparecido. Solo movió ligeramente l

pie—, sigamos a tu hermano. Llévate dos linte

on cierto to

salió corriendo sin luz se va a q

o? —le preguntó Roberto sin darl

medio cobarde y

entender? Le llevas siete añ

quieras admitirlo porque

e lo permitía, hasta podría llevárselo a casa, pero la emoción no le permitió darse cuenta cuánto se había alejado del campamento, y… oh, oh, había olvidado la linterna. La noche ha

vido. Sabía que ya no estaba muy lejos d

ente de él, no a su lado derecho. «Rayos. ¿Será el zorro?» Pero si era así, ¿por qué lo escuchaba del otro lado de la trampa? El corazón le lati

delante de él. «Oh, por Dios. No me hagas esto». Y en la penumbra observó que las ramas de un arbusto se movieron. ¿Qué era? ¿Qué clase de animal

un paso, otro más, y luego otro. Tenía tantas ganas de gritar, de llamar a su papá con todas sus fuerz

H! ¡C

Se sentía rodeado. Acorralado. La luz de la luna le permití

ronto…

der el equilibrio. Cayó hacia atrás al pisar una piedra. El golpe que recibió en el trasero le sacudió y le dolió, pero de

de sí mismo. Dejó caer la cabeza en el sue

e él creía que estaba el campamento, tenía que regresar, pero al único sitio al que salió después de avanzar un trecho fue al río, al mismo río en el que el día anterior su padre había pescado tres pececillos. Se acercó hasta la orilla, se arrodilló en las piedras y haciendo canoa con ambas manos se echó un tanto de agua fría para remojarse la c

en el agua? El hecho le pareció increíble, tanto, que volvió la vis

an, la de color rojo, y justamente la misma que había aparecido ante sus ojos, sobresalía má

manera d

tocar el reflejo con su índice. Estaba cercano a la orilla, y al hacer ag

hacia todas direcciones. A Eric se le introdujeron algunos rayos de refulgencia en el pecho, no sintió nada, pero el inverosímil acontecimiento lo asustó a

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