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El caso de Luis Galiano

Capítulo 2 I LA CASA MALDITA

Palabras:4568    |    Actualizado en: 06/02/2023

un terreno desconocido. Aunque no tiene luz, es cegadora y atractiva. Es necesaria para el engaño, y vital para los entes profanos que reposan en ella. Por ello,

ncesas servían de decoración. El ramillete de doncellas era variado, desde rubias blancas a morenas y pelirrojas, todas mujeres de gran va

riatura no paraba de reír con diversión, cada carcajada la acompañaba por su balbuceo natural. Era una risa pura, radiante, libre de maldad. Con una de sus diminutas m

os. La joven rubia remojó su boca con saliva y dio un giro con el fin de lanzar su brazo sobre el pec

rta, Francisco! -Movió a su esposo con desespero-. ¡Des

uros, con ojos tan pesados como su sueño. Entonces otra risa

ni

ro el hombre, que corrió tras ella, fue bloqueado por

o! -gritó

las manos a la cabeza con desespero. Temblaba de los nervios, y la presión de sentirse observada desde la oscuridad no la ayuda a calmarse para nada. No conse

bella! -exclamó Francisc

La observó dando palmaditas lentas mientras reía con la pared, cosa que la horrorizó. Con la rapidez del pensamiento

su corazón ac

Camila escuchaba el retumbe

Francisco intentando abrir la otra puerta no la ayudaban a concentrarse. La única acción que su mente l

ntó, en un intento p

sí misma-. Por favor, pie

esistía, fue a buscar a otro elefante», y la poca tranquilidad obtenida desapareció en menos de un segundo. El sonido siguiente fue estruendoso, como e

reguntó él, con

ando de los nervios-. La puerta tambi

ste y asustado. El colgante musical aún ofrecía su melodía, esa vez con «dos elefantes se balanceaban sobre la tela

, sin pensarlo dos veces, la estrelló contra la puerta. El impacto l

ncertante. Recordaban haber dejado a Isabella envuelta en sus cobijas, mas en el momento en que entraron, la niña se encontraba de pie sobre

a sacó de allí con rapidez y la envolvió en la seguridad que sus brazos podían ofrecerle a su frágil bebé. Con los ojos llorosos y

n nerviosismo mientras se sentaba en la m

-. ¡La niña estaba parada sobre la cuna, y ni siquiera había aprendido a levantarse por sí sola! ¡Es imposible! ¡Llevamos tan solo una semana viviendo aquí y es la terce

a sonar?! No creo que ella alcance hasta ah

los ojos, se levantó de l

dida-. No pasaré una n

sto tiene una respuesta lógica.

-

estaba copado de muebles, listo para marcharse. La pareja lo observaba terminar la labor bajo la sombra de un árbol de limones. La mujer cargaba a su bebé dormida, mientras el

ombre de la mudanza-. March

gustia. Se trataba de una señora de edad, robusta y de cachetes regordetes, con el cabello pin

unto de vecinos amistosos, no tiene piscina, pero sí casas amplias y hermosas, zonas verdes y un parque natural

las ojeras marcadas hacían evidente que llevaba tiempo sin dormir-. Las madrugadas aquí son una tortura. Mir

l interior de la vivienda al hablar-. Nuestra bebé no paraba de llorar, las puertas se abrían y se cerraban, las paredes sona

as, como si hubiera escuchado un chiste de mal g

n artista es e

lma-. Insisto en que deberían quedarse. -Pensó por cortos segundo

su determinante decisión. Lo primero que pensaro

-cuestionó Fran

bida en las barandas de la cuna! ¡No nos quedaremos aquí a pasar las peores noches de nuestras vidas, Dilma!

or qué el arriend

asa en arriendo! Está embrujada -concluyó-. Algo sucedió aquí, algo muy oscuro. Lo peor es que pareces estar totalmente consciente de ello y, aun así, no haces nada al respecto para ofrecerl

ados, Dilma, porque por nuestra parte, n

. Eso es por los daños a la propiedad. Y olvídate de regresarnos din

camión, dejándola con el dinero que tanto

No quiero volver a saber nada de este lugar. -E

Se resignó a ver cómo el vehículo se alejaba de la casa a toda velocidad para nunca reg

gar. Le dedicó una mirada más a la vivi

os que contrarrestaban su fachada. No era lo que los arrendados decían, ni lo que Dilma conocía en su versión de l

o. Por tu culpa he perdido otro arrendado. - Encendió el auto con la llave respectiva-. Gracias, Luis Galiano. Dilma tiró de un port

-

o, arropada con una sábana blanca. Sonrió con dulzura al verla, estaba hipnotizado con su belleza natural. Le agradecía a la vida por tenerla. Despertar a su lado cada mañana, era el mejor motivo para leva

erpo y se quedó con el pecho al descubierto. Sus músculos eran marcados, sin llegar a ser exagerad

-exclamó

chón para sobarse el dedo

bulancia? -preguntó entre risas la ca

estaré pegando con todo. -Respiró hondo y apartó el p

ió-. Preparar

ver televisión era la mejor manera de distraerse, al menos hasta que la llamaran de alguno de los tantos trabajos a los que envió su hoja de vida para desempeñarse como bióloga. Aunque se esf

-

a la perfección. El último detalle fue el reloj en la muñeca. Trabajaba en una de las agencias de abogados más importante

l que más deleitó fue el del exquisito café colombiano. Su estómago crujió

epartido con escasez. Todos los muebles se hallaban agrupados en un rincón; el planchón de la cocina era diminuto y compartía espacio con la nevera y la estufa; el comedor se hallaba a unos pocos pa

s de las cosas que habían comprado habían tenid

de lo que imaginó, lo que le dio tiempo suficiente para desayunar con calma. Se de

PE

IFIC

CA

e y económica en conjunto L

oferta de un bien inmueble no muy lejos de aquí. El anuncio asegura que la casa es grande y que

smo, David! No podemos dejar pasar la oportunidad de salir de este infierno que ten

fuiste tan sincera -respondió con sorpresa-. Siempre me escuchas

el de ensueño... ha habido muchos gastos y pocos ingresos. Gastaste bastante de tus ahorros en nuestra boda, sería una descarada si te exigiera una ma

omo eres -dij

por eso nos casamos.

l mismo sentir que sus corazones demandaron. Un ges

o de esto. -Recogió los plat

có en su teléfono el númer

vieron que resignarse al poco espacio; era eso, o limitarse a visitar a Gabriela en casa de sus padres mientr

-

ue sucedía allí. Se las ingeniaba por conseguir los números telefónicos y dar el aviso, que siempre iba acompañado por un insulto hacia Dilma por su consciencia sucia. Algunas veces, tuvo que volverse ins

inero con la propiedad, era su único sustento para vivir, junto a la miserable pensión que recibía cada mes. Además de ser

tas crisis, las psicológicas y las alimenticias fueron las más duras

se interesaba en saber cómo estaba, sus amigos eran escasos y su familia distante. La llamad

scuchó en

nas tardes

o con

s, ¿con qu

o, llamo por el anu

sitar su casa

r teléfono para que la visita a la vivienda fuera un hecho. Acordó con el interesad

id. Un gusto hablar contigo -di

tuvieran de firmar a último momento. También deseaba a Camila lejos del asunto, lo más distante

-

frente a la casa reconocida en el conjunto por su árbol frutal. Allí esperaba Dilma, recostada sobre su Twingo blanco, luc

a. Se encantó con la cabellera larga de la joven, sus piernas anchas le tonificaban el short, y aun a la distancia presenció el brillo de esos ojos que evocaban la naturaleza. Él le pareció bastante alto y atr

visual y se les acercó

tirando la mano en dirección a

ecibirlos en esta bella casa. -Se dirigió a la joven que lo acompañaba-. Tú debes s

Dilma -respondió con

con ademanes-. Además, me contó que tu especialidad son

vez que David tenía la oportunida

a. Es bienvenida a comer e

lo de su pantalón-, a lo que vinimos. -Introdujo las llaves en la chapa de rejas bla

lantas lo adornaban, pero lo que más les causó curiosidad fue el frondoso limonar podad

s? -preguntó Gabri

u paladar -respondió Dilma, sonriente-. Oh, y aquí podrán gua

ace tres meses, vamos poco a poco con nuestros bienes. T

ivos les será más fácil... son una pareja muy tiern

ondió él, sonrojado. Gabriela s

s el re

na de las llaves en la puerta blanca q

el espacio era gigantesco, con facilidad cabían tres o cuatro

tufa estaban incrustados, con gavetas arriba y abajo, extractor de grasa, buen espacio en el planchón y lugar para la nevera. A unos pasos

. Estaba protegido por la seguridad de rejillas de metal en la parte de arriba, con césped en un lado y tableta de gavetas para guardar sus pertene

tó Dilma, con una so

perdería otra oportunidad. David dio un giro sobre su eje. Observó una vez más la casa, se mostraba

edamos -de

apretó los dedos para contener su felicidad. En

ñana mismo pu

guntó Gabriela, co

para ustedes, a no ser qu

e segura, rogaba en su mente que no fuera así. Entre

o -confirmó David-. Hay

-respondi

uiremos hablando por teléfono. -Ella asi

llevo. Sería descortés de mi part

accedió,

-

la pareja que llegaron a su destino. El tema de conversación durante el trayecto corto fue el matrimon

ijo David mientras bajaba del auto junto

en bonita tarde -respondió

zos de David. Él la sujetó de la cintura y luego le dio un giro. Era un buen motivo para sonreír, dentro de poco estarí

da con sangre y maldad. El no conocer la historia los obligaría a sufrirla. Su ignorancia sería su en

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