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Él es mi boxeador

Capítulo 4 3

Palabras:5690    |    Actualizado en: 03/02/2023

legar a nuestro piso, lanzando las llaves en un cuenco

los regalos que me m

te, salgo corriendo por las e

s relajada y alegre con ellos, y con la vida en general. Antes la odiaba e intentaba con muchas fuerzas olvidar, no quería vivir mi día a día con pesadillas. Pero ahora quier

rta de mi cuarto, por lo que asomo mi ca

quiero abri

izando esas dos últimas palabras, mientras él y Ty suben las escaleras con lentitud. A

ta antes de abrir la puerta de mi cuarto

ra mi p

risa aparece en mis labios cuando los dos entran y se encaminan hacia mi lado. Al instante, noto lo pequeña que la cama es en comparación con todos nosotros y la maleta, por lo que me hago a un lado y les dejo un poco más de espaci

con curiosidad, intercalando la mirada entre la maleta

aber que estoy extremadamente contenta de finalmente hacer esto. Cuando termino por desgarrar el envoltorio, me encuentro con un conejo de peluche muy

rto hace más de cuatro años, cuando eras má

iete años, aún me agradaban estas cositas rellenas y gordas con las que decorar mi cama cuando la arreglo. Aparte, no era lo mismo para mi yo de niña abrir aquellos regalos sin nadie

onrío y dejo el

n un corazón rojo debajo. Me río, recordando todas las tazas que teníamos de pequeños y que rompíamos cada cierto tiempo. Acto seguido, abro otr

Volteo mi cara hacia ellos, quienes me sonríen reviviendo ese día—. Mamá sa

uavemente, mirándome a los ojos con intensidad para que yo realment

os y de todo lo que pasamos juntos. El hecho de que ellos se hayan ido cambia mucho, pero a la

o. Esas almas puras y buenas que me rescataron se encuentran en el fondo de esos adolescentes frente a mí. Y a pesar de no verlas a menudo

guna familia que no quería y por ustedes tengo todo lo que nunca imaginé

er todas mis emociones, las cuales hace bastante que están pen

do contener las lágrimas,

⦿

a con fotos de nosotros haciendo caras raras que van desde mis ocho años hasta los diez años, un álbum de fotos fa

fueron entregadas hace mucho tiempo como los anteriores obsequios. Algo así como un año o dos que ellos me las enviaron y, que por suerte me quedaban bien, ya que mi pie no creció casi nad

s. Nos reímos de lo que recordábamos en la infancia y las cosas que hacía cuando dormía, como si el tiempo n

el celular de Sam y mientras él bajaba a recibirla, Ty y yo terminamos

iernos por la posición incómoda en la que dormí y mi cabeza palpita de dolor por encontrarse prácticamente colgando fuera de la cama mientras mis hermanos se abrazan a mis piernas como dos koalas.

l reloj y me f

ndo de la cama de un salto y corriendo a mi armario como si mi vida dependiera de e

a que mis músculos tensos se sientan más relajados. No solo porque el agua está completamente fría, sino porque no me doy casi nada de tiempo para disfrutar del

entrada a los chicos. Ellos hacen el esfuerzo de no caer

riéndome a carcajadas,

contra nosotros cuando salimos a la calle aleja todo rastro de sueño de nuestros sistemas. Nos adentramos en el jeep. La calefacción es r

mujeres sacan a sus perros a pasear y estos ladran cuando escuchan gritar a los conductores. Tengo que taparme los oídos para que no sangr

aba cansado del trabajo y se le gastó la gasolina, aparte de que no se dignó a llamar a un maldito remolque. Aquello me deja molesta por

hora a cada estudiante que llega apenas un minuto tarde a la clase. Para mi mala suerte, llevo

gitada y mi pelo un desastre espantoso. Estoy más que segura que si me veo la ropa, voy a encon

llos y entro cuando escucho

lo. Al parecer, le gusta mucho usar trajes, y su calva es a la única cosa que la luz ilumina. Le saludo con la mano mientras camino hacia un asiento vacío en algún lado

ble de lo malo que es llegar tarde a

er

pana. Ni bien escucho esa cosa aguda que siempre odié y que en estos momentos amo con toda mi a

sabe porque la mira confundido, pero no dice nada. Casi me parto de la risa cuando él le pregunta si todavía va a venir a dormir a nuestro departamento y ella, mirando a Ty, le responde que sí. Sam se levanta furioso, su silla resonando contra el suelo,

n un asco. Sinceramente, no se le pueden llamar chistes. Desde que se fue de la cafetería, Emma no sonríe ni ríe por nada. Solo mantiene la mirada fija en el piso, como

n el semblante serio, su aura visiblemente roja por el enojo. La perpleji

ta que Emma no

siento que se lo merece. Sam siempre quiere toda la atención puesta en él, y si no la tiene, la intenta conseguir de cualquier manera. Au

todas las canciones que vienen luego me las sé; las canto a todo pulmón y gritando. De vez en cuando, en alguna estrofa, Ty se me une y reímos a la misma vez como si la tensión no rodeara la longitud del coche. Parecemos perros aullando a lo loco en vez de p

uando ella ríe. En cuanto nota que lo descubro mirándola como si fuese el dulc

e tórtolos sea como sea», pienso, y siento cómo el aire dentro del auto se calie

o piso y luego encerrarse en su habitación sin decirnos ni una palabra. Emma m

sando con la mirada el suel

Vamos a hacer palomitas y luego ver una película

We’re the Millers hasta que mi estómago ruge y pide que lo alimenten otra vez. Algo que tengo que aclarar es que nunca me canso de comer. El hambre me viene a cada rato. No puedo vivir sin comida. Creo que como

con confusión brillando en sus ojos marrones. Se

del refrigerador y lo dejo en la mesada. Nos empeñamos en hacer cuatro malteadas, pensando que mis hermano

y. Se encuentra con los auriculares puestos, por lo que deduzco que no me escuchó entrar. Así que dejo la mal

los dos —comento ansiosa y empujándolo hacia la puerta. Cuando digo todo eso, él me mira divertido y, como mi cómplic

s piernas su laptop con sus auriculares puestos. Puedo sentir el nerviosismo de mi amiga a cada paso que da y cu

yo a ti. Espero que te guste —dice con atropello la última frase, entregándole la malte

aci

ja la mirada como si

e despedida y se da la vuelta aún con sus mejillas encendidas. Con Tyler salimos de nuestro escondite para meternos en su habitac

tan tímida y que tartamudee de esa ma

a mirada que le dio S

doración

Lo

tada que me va a matar por hacerla pasar ese p

ue

ma enojada, como bien me esperaba, encuentro a una sonriente y feliz. Hago que no noto esa

ares de hombres semidesnudos que hay en algunos comerciales. Ella se ríe cuando digo cosas descaradas sobre esos tipos y los señalo con mi tenedor.

tan grandes son sus brazos. No dice ni una palabra sobre alguno de los gemelos. Es más, evita ese tema de conversación cuando lo saco a colación. E

que ella se vaya ya a la cama. Dice que su entrenamiento de ballet la agotó y que tiene

y unas zapatillas de correr. Ato mi cabello en una cola de caballo y me encamino a la puerta de e

alle y comie

mi camino y rompe mi paciencia cuando corro bajo la luz del sol, por lo que siempre elijo las noches. Trotar bajo el manto oscuro lleno de estrellas mientras la brisa hace a mis vellos erizarse. Ya hace una semana que no salgo a correr por todo lo de la

itándome a seguir y a aumentar mi velocidad, muy insegura

o llevar un abrigo y disfruto el sonido que los grillos. El cri, cri, cri me envuelve y se mezcla con la música sonando en mis oídos. Sigo unas manzanas m

or eso por lo que tomo varias respiraciones más, aún sin parar ni disminuir la velocidad. Mis brazos se mu

, me encorvo hacia adelante. Mis brazos apoyados sobre mis muslos mientras mis manos cubren mi rostro. La sangre

ento. Mis músculos chillan y piden piedad, pero los ignoro. Miro a mi alrededor intentando ub

sta distancia, como si estuvieran apoyando a alguien. Sus cuerpos se deslizan por el césped hasta la puerta de entrada, en donde más tumulto de gente se encuentra queriendo entrar a tropezones. Confundida, me acerco más hasta ver desde la distancia a dos

allejón al costado del gigante edificio hace que mi curiosidad crezca más acerca de este lugar, por lo que me encamino hacia allí. Mirando a mi alrededor, busco una entrada oculta o algo por dónde entrar a hurtadillas, pero mis ojos no se encuentran con ninguna. Solo un enrejado mu

ado, viendo si hay algún lugar por

ninguna parte de mi menudo cuerpo. Gracias a los ejercicios constantes que hago, supongo yo, logro pasar sin llegar a hacerme rasguños. Tomo un respi

beza. Hay un pasillo con alguna que otra persona caminando. Llevan cosas oscuras y negras sobre sus cuerpos, y al verlos decido inmediatamente que

ta mi pr

za un poco y veo una habitación grande y muy espaciosa, llena de personas eufóricas que gritan por los vientos con demasiada ansiedad bullendo de sus poros. La tensión se siente

e, y lo siguiente que sé es que cierran una puerta con un golpe sordo y furioso. Levanto mi mirada, mi interior ligeramente intimidado, y me enfoco completamente en es

la mirada

do casi un susurro en comparación con el ruid

te —digo. Él gruñe de nuevo, ahora

lames as

as les dan invitaciones a mis manos para recorrerlas y su mandíbula, cincelada y espectacularmente cuadrada se encuentra contraída a más no poder. Por un momento me permito embelesarme ante la vista. Es realmente hermoso de una manera

dez. Por un momento casi digo que entré como todos los demás, con simple

diré cómo pasé. ¿Por q

ico. Y, ya que las personas que ingresaban tenían entrada, una que es muy parecid

ue te encontró —gruñendo, cruza sus brazos esculpidos y desnudos en su pecho, cubri

tillas de correr al igual que yo, y que le quedan extremadamente bien. Su pelo despeinado le da aires de rebeldía y h

o —digo decidida y sin permitir que él

Creo que nunca escuché a alguien parecerse a un perro loco tanto como él. Y eso es decir mucho, ya que ape

nado, girándose hacia la puerta y abriéndola. La poca luz que entra hace que apre

s y lo sigo hacia d

olesta,

lo v

—Noah, necesito que la vigiles bien y no te separes de ella, ¿entiendes? —ordena con esa voz grave y sexi que tiene a u

se la lleva a la boca. Antes de poder besarla, la mano del Mu

ltándome y viéndome a los ojos—. No te separes de ellos, hazme caso si no quieres llegar golpeada y mag

siente y se prepa

utacas. Los gritos del público se intensifican ante las palabras del presentador, y todo a mi alrededor se vuelve un estallido de aullidos en busca de acción. Tiemblo intimidada, y pestañeo un par de veces. Nunca antes había estado en un sitio como este, mucho menos con personas semidesnudas gritando a todo pulmón en dirección al cuadrilátero, en donde un

! Y en la otra esqui

ar a vociferar palabras no aptas para menores de dieciocho años. Sus aplausos y alaridos seguramente se debe

hacia un delgado pasillo, en donde una cortina negra e

mie

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