Esposa Virtuosa
nía sus ojos cerrados. Sentía la ilusión con la que latía su cora
atas para descender, el sol golpeó su rost
sperando en el aeropuerto porque no había anun
aleta de la banda transportadora. Quería salir de allí corriendo lo más pronto posible, pero un gran zapat
nte. Anastasia se quedó perpleja y ese hombr
or más astuto que fuese. -¡Suelta mi equipaje o
tó del cuello. Era diez veces más alto que ella, su reacci
exigieron a aquel hombre que la soltara, él lo hizo, pero no dejaba de decir que le quería robar sus pertenencias. Sin m
robarse mis cosas. ¡Arréstelo, señor
el orden público! Ac
algo casi al oído. Luego el oficial se gi
ó la cremallera y la corrió por completo, se veía en su rostro una completa s
cuerpo e intentó correr para zafarse de esa situación tan vergonzosa, pero
nte por su ofensivo trato hacia mi persona. -Ella tiró con fuerza de su br
o en su mano, por ende, debería ser algún tipo de abogado. Con un aparente trato educado y amistoso le pidió a aquel hombre
e le había desaparecido. -¡Cretino! Solo espero que la vida jamás lo vuelva a cruzar en mi camino. -No sabía lo que
ó un taxi que la llevará a casa de su familia, en repetidas oportu
su padre, los árboles estaban sin podar, las orquídeas que tanto cuidaba su madre estaban llenas de maleza y
é aspecto tan abandonado tiene esta casa! -dijo quedándose paralizad
ededores. Una vez en la sala bajó la maleta con cuidado al ver la figur
ntenían largas charlas, nunca lo había visto en fotografías actuales, siempre l
ciendo de alguna enfermedad delicada. Recordó cuanto odiaba que l
leadas de la casa llamada Malena, dej
rió y le ofreció sus brazos abiertos de pa
r a mi casa. ¡Los echaba mucho de men
de Anastasia, por eso guar
nmigo en esta enorme mansión. -explicó la mujer mientras exigía a la
odo luce deteriorado y olvidado. ¿Qué me dicen de mi padre? Acabo de verlo y apenas pude reconocerlo.
amos! -Ella sospechaba que algo le estaban ocultando, las miradas furtivas y cómplices qu
nunciadas, a la que Europa había moldeado a su antojo. Lucía glamorosa y con clase, para el viaje había
aba la atención de su rostro. Su piel era tersa y sin alguna mancha,
pedido con tanta melancolía unos años atrás. Era probable que todo se debiera a q
ue no encontraba respuesta, escucho a su
, pero la expresión del mismo, en
iando; para eso te enviaba constantemente el dinero que necesitabas. ¿Qué haces aquí? -Anast
casa, odio mi carrera y no quiero continuar -respondió ella ent
ecerse por el pasillo. De inmediato pensó que ese no era el mismo hombre del que varios años atrás