MACABRA OBRA DE TEATRO
organismo enjuto de Generoso. Y era ella sola, nunca formó parte de ningún juego de comedor, ni nada parecido. Igualmente la mesa no era tal, sino un rudimentario pedazo de madera colocado s
o definitivamente no podía hacer más nada. Solo le quedaba aferrarse a la última esp
ía querido asistir nuevamente desde hacía muchísimos años. Ese mismo teatro al que muchas veces fue, en los años de sus mocedades. Muchas cosas escapaban de sus recuerdos, dada su gran longevidad; pero las veces que en su juventud lejana había estado en el teatro, eran sencillamente inolvidables, aunque pasaran los siglos. Una obra cumbre, la misma que había esperado como am
estauración lógica y necesaria, aunque deseó de todo corazón que estuviese tal cual lo recordaba, con sus instalaciones deliciosas y divinamente acabadas. Revivieron las imágenes del escenario, de cuyo centro brotaron exquisitas representaciones artísticas que le secuestraban y lo llevaban directo al placer que sentía, al presenciar la magia de las tablas. Era
as, y que sobre ellas reposaban dos esculturas que simbolizaban la comedia y la tragedia. El teatro poseía una sala principal de aproximadamente quince metros de diámetro y tres niveles, que podían albergar más de 700 preferencias. En el techo había cuatro cuque manifestaban muchas tristezas acumuladas, así como también; huellas imborrables de momentos felices vividos a plenitud. Era por lo tanto, una expresión vacía lo que se denotaba en aquel semblante, que se declaraba incapaz de poder exteriorizar la alegría y la tristeza en un solo gesto. Entonces se
a, donde pernoctaba de manera permanente. Caminaba en cualquier dirección de ese subyugado espacio, en procura de adentrarse en lo extenso de esa casa; pero se encontraba repentinamente al borde de un profundo abismo. Y ya a orillas de ese barranco, sentía Generoso que no
a mesa le aguardaba, y que no era otra cosa que aquella cordial invitación al teatro. Recordó el rostro vacío de emoción del muchacho, quien le entregara la amable invitación. No sabía porque, pero esa mirada vacía le incomodó. El muchacho tenía tanta prisa de alejarse de ese sitio. De