MACABRA OBRA DE TEATRO
ue intercambiaba palabras. Era de madrugada, y nadie de los tantos que vigilaban embarrados en una curiosidad sin parangón, estaba atento a aquella plática que se prometí
l sentía aquella incomodidad, ya que, cruzando como estaba la curva rumbo al centenario, le resultaba incomprensibl
. Tal vez esté siendo sometida a esa tortura y a ese sufrimiento que usted me cuenta, por alguna otra cosa. Pero si m
e ser que se cuente. Lo único cierto, es que en realidad lo qu
adrecita. En verda
de todo lo que sucedió. De no haber sido
querida, por Di
la "teta". Ya Ignacio vivía refunfuñando que trabajaba demasiado, y que lo poco que ganaba se lo devoraba aquel ejército de críos chillones, quienes ocupaban toda la casa y no daban cabida para nadie más; según sus despreciables palabras. Tarde había entendido, que no había sido acertada la idea de unirme a ese monstruo. Ya nada podía hacer, sino aceptar las libidinosas exigencias de ese hombre, y dedicarme a parirle muchacho tras muchacho. No existía control familiar alguno en esa época, por lo menos en este país. Entonces, a pesar de que Tina estaba dispuesta como siempre a ayudarme a parirte, Nacho me montó a la fuerza en el carruaje, llevándome hasta no se sabía dónde, porque la lluvia tapaba todos los caminos. Su propósito mezquino, era acabar entonces con la máquina de parir en que me había convertido, como que si yo salía preñada de manera espontánea. Era en ese momento cuando debí a
desgr
as eso. Es tu padre
ntaron ellos mismos; me hubiese muerto de hambre. Ellos fueron mis verdaderos padres. Ese hombre nunca tuvo compasión de nosotros, y ni siquiera un gesto de amor nos regaló. Pero, madre, yo no termino de entender lo que todos aquellos años se dijo. Que la carreta quedó atascada en el lodazal y por más que era azotada la bestia,
ue un engaño. Lo que quiso ese ser despreciable, fue lograr un mezquino propósito embarrando con su absoluto machismo todas sus actuac