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El pecado de Azael

Capítulo 3 «Culpa»

Palabras:6890    |    Actualizado en: 10/07/2022

n su mirada infantil siempre que no estaba con ella y terminaba buscándola, inquieto, solo pareciendo tranquilo cuando se adentraba en su habitación y ella estaba ahí, siempre l

iaban cada vez que lo escuchaba hablar, cuando él le leía su libro favorito hasta que se quedara dormida y después,

e estuviera bien. Nunca la trató mal, nunca la volvió a ignorar. Cada vez era más correcta la forma en la que se acercaban, cuando Aurora abraza repentinamente a Azael por primer

tiempo pasó, semanas después, fue cuando ambos

y ahora regresaba por primera vez como una de ellos. Las dos como unas Harvet. Aurora temblaba cuando se bajó del automóvil, su mirada yendo hacia la part

iderando la parte de su imperio en Alemania- eran los actuales líderes y cabezas de su apellido. Easton, Kaethennis, Mikahil. Los gemelos y la niña de lar

s sorprendidos mientras miraba a su madre delante de ella y el agarre de Mikahil rodeando su cintura; Ariah Gallone con la cabeza en alto y los

idamente y observando a todos con frialdad, cubriendo a Aurora por la espalda en un medio abrazo discreto, como si quisiese

a su vez comenzaba el tintineo de copas, Aurora se había pasado la velada con sus ojos gachos y la expresión tímida y temerosa, solo apegada a Azael. Intimidada por los ojos persistentes de los ad

s mechones de su frente. La niña le sonrió, un gesto pequeño y dulce con sus mejillas pintadas de rojo. La acción no pasó desapercibida, la mujer -madre de la chiquilla de cabellos n

iar como se tratan, él casi podría llevarle la comida a la boc

ación, él la alimentaba. Había comenzado como un gesto pequeño cuando ella se estaba recuperando del hospital, pero no lo dejaron de hacer ni siquiera después. Solo surgía. Y aquel no era el únic

mplir una promesa: Azael protegía a Aurora como ella lo había hecho con él a

, había perdido a su madre por un corazón roto... y que ahora quería cu

quel apartamento no era suficientemente seguro para ellos y hubo una nueva casa, entonces, una nueva gran casa. No tan grande como la residencia de los Harvet, pero si lo suficiente para que Aurora se quedara quieta por l

los al este pero en cambio, la de Azael estaba en el otro lado de la casa. Existió un momento en el que la niña miró a

vendr

, interrumpiéndola y co

as -le dijo

ola cada vez que miraba, ella escondida bajo las sábanas. Hasta que, minutos después de que su madre pasara verla para darle las buenas noches, se escucharon p

a se acurrucó contra su costado, suspirando finalmente con alivio cuando el niño la saludó de la forma en la que

ra el brazo de Azael y luego pestañeó, mirando al n

nuevo libro que traía esa noche. Como si no hubie

le que Ariah y Mikahi

ueciendo en la mañana, porque cuando fue a ver a su niña a su habitación, ella no estaba. Pero luego, cuando ambos adultos desesperados fueron a buscar a Azael, ell

acomodaron la habitación más grande de una de las plantas. Dos camas, dos mesas, dos armarios. Un solo librero para todas las historias que Azael le leía a Aurora antes de dormir... y, entonces, lo último que

onvertido uno en una parte del otro, como si no se pudiese

vet... y después, a los hermanos Harvet, Azael y Aurora. La primera vez que sucedió, a Aurora se le habían sonrojado tanto las mejillas que las niñas de su c

a se había quedado quieta, con sus mejillas sonrojadas

Y era que, como mismo se referían a Milosh y Nish -los gemelos- o a Thomas y Earlier -los hermanos de cabello pelirrojo y expresión seria- de esa misma forma se tomaban a Aurora y Azael. Como cuando Aurora tenía mucho sueñ

la respuesta de Azael. "Ella no es..." y algú

a ahora la tomaba de una forma más cálida, recibiendo a Aurora como si fuera suya, tratándola con delicadeza y cariño. Como cuando ella llegaba de mano de Azael y Emma Harvet la arropaba en un abrazo, y Pe

vó desde el balcón, su mejillas tan rojas como su cabello cuando dieron las doce y la familia entera la envolvió en un abrazo, como si en lugar de celebrar un nuevo año, la celebraran a ell

abios por la piel pálida del niño hasta que los ojos bicolore

r que lo que brillaba en los ojos de la familia Harvet cuando la abraza no

aba extraños, o cuando las atenciones de la familia caían en ella. Y no había quien dijese que aquella niña no era una de ellos sin ser rápidamente despreciados, porque

omo una herencia de Kaethennis, su piel pálida como si hubiese sido pintada en Berlín, su voz y su tacto como si hubiera sido de cuna plateada. Ella se convirtió en uno de ellos. Y podría haberse convertido

a. Sucedió muy pocas veces pero cuando lo hacía, los niños despertaban juntos, sus ojos siendo lo primero que veían. Era imposible apartarlos; Azael siempre estaba junto a Aurora y cuando no, sus ojos la perseguían por la habitación, vigilando. S

rora cumplió doce

de agost

tivo. Azael siempre tenía una pequeña cajita negra a un lado de su cama, observándola hasta que se quedase dormido y Aurora había estado tan curiosa por ver lo que había dentro... cuando lo hizo a escondidas, encontró un pe

cercándose al otro cuando se fueron a dormir... la niña se quedó dormida entre sollozo

ciente... y Azael corrió hacia su lado, el colgando cayendo de sus manos y él fue hacia ella, encontrándola pálida y temblorosa entre las sábanas, dormida por el dolor de un corazón enfermó

reglas y su madre sollozando a su lado, abrazándola a cada rato, pero luego, sola. Azael no fue ni una sola vez al hospital. Y ella, a

ncluso Earlier, quien era la única que se mostraba levemente distante y renuente aún, se acercó y le regaló una rosa roja. Aurora miró a cada uno de ellos con una

, sin encontrarlo. La niña rubia, Lobríah, era quien estaba a su lado. Ella t

ha salido desde qu

ho. Con la mirada llorosa, le

o inclinándose hasta que su boca quedó cerca de

muy mala. Cáncer -susurró. -Un día, su co

as, despidiéndola de todas y empujando la silla de ruedas, llevándola hacia arriba. Los ojos de Aurora cayeron al suelo todo el ti

medio de la habitación, reemplazando las dos antiguas. Parecía estar esperando por ella,

y creemos que una cama para ambos sería lo mejor, al menos por un tiempo. Solo para que Azael pued

o e intentando darle un gesto pequeño. La mujer acarició su mejilla, co

de tela suave y sedosa rosada. Con solo flores sobre la seda fina. Eran bonitos y tersos; luego, la condujo hacia la cama. Azael se

unto de salir, ella miró al jo

dijo simplemente

re la cama... y miró a Azael todo el tiempo; cuando el chiquillo se acercó, cuando él apagó las luces poco a poco y l

quebradiza en medio de la noche, cu

Azael volteó hacia ella con rapidez, con sus usuales

embargo, el niño negó mirándola, tan lento y suave y Aurora

pestañas. -Entonces, ¿Por qué

removió en la cama, acercándose y volteando con cuidado hacia ella. Aurora contuvo su respiraci

aquellos ojos que eran tan único ahora se habían ocupado por un brillo cristalizado, cubierto de lágrimas que de

ael

ercándose a ella, sus manos apartándolo los mechones rojos con cuidado, cepillando con la punta de sus dedos sobre la piel de porce

on la cabeza, movimientos lentos y torpes. Una pequeña lágrima resbaló sobre la mejilla del niño y ella alzó su m

n su pecho... y fue cuestión de segundos para que Azael la envolviese con firmeza, aspirando profundamente y abrazándola contra su pecho, sus brazos asegurándose de sostenerla con todas sus fuerzas. Aurora se quedó ahí qui

rora y sus manos unidas bajo la sábana... Ariah se encontraba asomada desde la puerta y llamó a Mikahil

cuida -

co más allá de eso. Iba por la forma en la que aque

nvertido en algo más. Algo más que hermanos y amigos. Porque si antes Azael

ndo en su pecho, un poco abajo de sus clavículas. La figura de un ángel tallada sobr

lo enganchó en el cuello, aquel colgante que él solía guardar con tanto es

sorprendida y feliz, lanzándos

dos por pestañas oscuras tornándose cautelosos, su cabello, negro como el carbón, creciendo y cambiando. Su propio cuerpo estirándose y su voz enronqueciéndose. Aurora lo no

ariamente; cuando Azael subió las escaleras tomando a Aurora de las manos y Emma le habló sobre separarse para tomar diferentes caminos la mirada del chiquillo se convirtió en algo frío, observando a su propia

iña rozaba sus pieles? ...y Azael no sonreía, nunca. Y sacarle las palabras era tan d

ía las porciones de comida de ella y conocía sus dietas y tratamientos, sacándola a caminar todas las mañanas, siempre tomando su mano incluso en el colegio, esperándola fuera del salón, apegándose a ella para que nadi

te dependencia de Aurora hacia Azael; cuando era, en realidad, algo más

o que hacía era buscarla. Y mucho menos se hablaba sobre el hecho de que Azael nunca se había relacionado con chicas de su edad, aunque ya muchas mostrasen interés, e incluso chicas mayores que se veían interesada

en los ojos, distante del resto. Algo que, al hace

es ojos verdes. Tímida y pecosa, un poco torpe cuando él no estaba sujetándola de la mano, g

ra Harvet. La gente los llamaba como hermanos e

lo

a lo

a suceder

ro, en una sola posición: la cabeza de Aurora enterrada en el pecho de Azael, sus labios rozando su cuello y su nariz respirando sobre su mandíbula, los brazos de Azael envueltos en Aurora, agarrándola; refugiada ahí -y Azael se decía a sí mismo qu

ónde

los labios; desvió la vista. Había sido silencioso cuando se levantó de su lado con paciencia para no despertarla, cuidando de aquel sueño en que ella había caído luego de la cena, quedándose do

ho -trató de explicar y tuvo que carraspea

ntamente y dedicándole una sonrisa floja,

¿Vale? Voy a tratar

a ella, a tocarla; estaba tan perdido. Llegó al despacho de su padre y se descuidó de tocar, tratando de distraerse con el aspecto que el hombre tomaba. Mikahil siempre había sido un hombre brusco, de hombros y mirada alta que, en las noches, se encerraba en su despacho

cede

ciar el iris de la pupila- se entrecerraron sobre él

a as

esión se tornó con aquella frialdad y dureza natural que siempre p

ime que

tatuajes sobre la piel. Las mismas letras que los tres hermanos compartían en la mano izquierda. Anna. Los ojos heterocromáticos se deslizaro

rca de

es entre sus manos. Estas, inevitablemente

eño. La comodidad de las sábanas, la calidez de su habitación

nuevamente, y menos sin él a su lado. Calzó sus zapatos y salió de la habitación en silencio, no lo encontró en la sala, ni en la cocina; ni siquiera en el cine o la biblioteca. Y cuando ya la preocupación latía a la par de su pulso, notó la única luz encendida en toda l

ez, sus brazos estrellándose contra una bolsa de boxeo azul que colgaba desde lo alto. No se incomodó por la desnudez de su cuerpo o capa de sudor que cu

bía comenzado a ancharse a medida de los años de prácticas marciales, sus huesos y músculos se marcaban en la piel. Sin embargo, no era usual eso. El hecho de que Azael dejase de tomar tiempo con Aurora para entrenar; él no lo hacía, nunca.

Az

ensarse ante el sonido de su voz y arrugó el ceño, extraña

e. La respiración de Azael era fuerte y rápida, aud

a fría, ni en la mandíbula tensa. Solo percibió el moretón de tono azulado, casi negro, que colorea

te s

viera furioso. Aún le daba la espalda, Aurora se le acercó mientras lo veía lazarlas al suelo. Se formó algo f

ió? -la preocupación fue evidente

a caída

do acariciar el montón y notó lo tenso de su mandíbula, Azael negándose a mirarla. Presion

ace estas her

uvo re

stas horas? -insistió cuando el pánico comenzó a formars

una mierd

expresión tornándose herida. Aquel tono seco y desagradable que Azael solía usar para el resto del mundo, nunca había sido dirigido hacia Aurora... y menos así, como si estuviese goteando repulsión. Porque él, ni en lo más

el que la vio retroceder lastimada, el arrepe

nto, Aurora pudo ver aquel torbellino de emociones que era su mirada, aquel huracán que era su cuerpo- Joder, no. Yo

da gacha, la cabeza inclina y el labio inferior ligeramente curvado hacia abajo, encogiéndose en sí misma. Y de repente, ella

, Aurora. No qui

y su silencio le p

lzando sus manos y acunando delicadamente el rostro de su hermanastra, alzán

a al final sacudió sus pestañas, el mohín pequeño

a? -musitó, entonc

ntenía. Se inclinó hacia adelante, cerrando su

en menos de quince minu

s de separarse. Ella se sentó a las afueras del gimnasio, él se había metido en las duchas que Mikahil había instalado allí

ojos. Le resultó desconocido, peligroso. Como si aquel Azael que se había alzado ante sus ojos no fuese el suyo, no el que la

l comenzaría a lastimarla tantas veces hasta desaparecer a ese c

carlo, encontrándolo poco después en el mismo sitio, golpeando furiosamente un saco de boxeo hasta destruirlo. Musitando palabras duras e hirientes y luego disculpándose. Con aquella

obre ella, leyéndole hasta que se quedase dormida sobre su regazo. Un día dejó de comer a su lado y cuidar sus límites, dejó de acompañarla a sus consultas. Y, de

zaron sus desapariciones en las noches, cuando desparecí

die sabía de donde venían y tatuajes que se trazaron sobre

entras Aurora dormía y Mikahil desvelaba uno de los s

otro síntoma y tal vez él mismo le dañó más el corazón que su propia enfermedad, destrozándolo con las mismas manos con las que lo sanó. Y

dió lo de Hebbie y las resp

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