Peligrosas Mentiras
a
Cande. Cuídate -l
espedí de ella y c
é las lá
r la nostalgia. Me sequé las lágrimas, pensando en todo lo que dejé atrás. Sabía bien que cuando tuviera mi título en manos, todo este esfuerzo y este do
do como ellos, con el poder de decidir qué carrera estudiar, luchando por su futuro. Siempre se le iluminaban los ojos al contármelo, supongo porque le dolía no haber podido estudiar. Mamá se quedó embarazada de mí a los dieciséis años, y desde entonces, se dedicó a
esto tiene, para poder vivir mejor), y porque sabía que a ellos les encantaba la idea de verme estudiando en la universidad. Claro, no era de su agrado no tenerme cerca, pero, por ahora, lo estábamos llevando bien, más allá de que
dormir del estrés, era un constante pensar en los enormes apuntes, en los libros, en resúmenes, marcadores de colores y ganas de llorar. Iba a
y cansancio me había quedado dormida sobre la mesa, encima de esos endemoniado
i jefe podía ser un asco cuando quería y seguramente me reprendería por mi tardanza y n
al que entrevisté la noche anterior, fumándose un cigarrill
ada que quiere mantener su trabajo -dijo apenas
resencia. Tenía que responderle. Además, ¿quién se creía que era? Ta
ué hac
e seguridad -respondió con una sonrisa-. Y eso
e luego de la entrevista. Stefan dijo que necesitaba el trabajo y me sentí identificada con él porque yo también lo necesité una vez que llegué a Los Ángles, también fui lugar en lugar, intentando con
iendo pasar adentro-. Deberías e
e bloque
o trabajando. Y, tú, deberías llega
os -me defendí, sintiéndome algo irritada-. ¿Serás
está algo molesto. Bajó de su oficina y no te vio en tu lugar y empezó a hacer
se viejo. Aparté a Stefan y entré al bar, donde rápidamente, los
sperando en su ofi