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Bajo La Luna de Madrid

Capítulo 5 Regresa El Rey Inmortal

Palabras:3851    |    Actualizado en: 15/05/2022

, sus vagos recuerdos sobre los turnos de guardia del palacio, y todo se le añadía a ciert

soleo, decidió reunir a los hombres, a

anecer a tomar el palacio Imperial. Maña

an de ataque_ le dict

emos entrar sin demasiadas pérdidas

Agregó su interlocutor con orgullo, ya sabía que tendrían aquella conversación, que la d

ron hasta esperar que su general les convocara

s corceles de guerra, y se arroparon con las mejores ropas para resguardarse del frío. Colocaron sus corazas, y s

el arrojo de su fuero interno. El Duque galopaba a su lado. Si bien los vestigios del tiempo le aseguraban aún la fortaleza y vigor a

rtem

y el corazón le dio un vuelco. Su general Brandom Del Cury, quien lo forjó,

egrecido y rizo le ocultaba los labios, pero tenía una mirada que causaba pavor. Llegaba el ocaso y parecía q

no. ¿Cómo lo has hecho?_ le dijo mientra

se sentimiento cuando le arrebataron todo lo

comprendió que estaba ante una belleza imponente. Sin dudas había sangre inmortal en él. Lo supo siempre; aunque

el general de su padre, le había servido de escudo protector. Era él, lo había

la traición, y un vestigio de cru

eyó en sus gestos l

no será nada fácil_

es mi hogar. No me sentaré en mi trono con argucias calc

mbres. Ellos intentarán defen

i. Pero no los pienso exponer _ advirtió con determinación_. Yo entraré. Te lo

oraje te vuel

leyenda_ Añadió con temeridad y gritó_. ¡Soldados!!!. Han jurado dar la vida por su rey. L

punto de parecer negros, y las venas sobre la amplia frente denotaban su furia, una que estaba a punto de estallar. Acaric

ilas! _ rug

ía que le esperaba un nuevo destino tras la batalla. Confiaba en el entrenamiento y en los años entregados al príncipe. Prepararlo le costó olvidar el lazo de

ies sobre su corcel mientras huían de la matanza. El Duque Artemían emitió una sonrisa d

ad que violentaba su alma. El palacio y sus torres de mármol le quedaban cada vez más cerca. La agilidad de los pies y el denuedo

de guerra, los más osados. Los que enfrentan el hedor de la muerte sin p

er el blanco de nadie. Las flechas silbaban tan cerca como amenazas recurrentes en tiempos de batallas. Entrar por la alta puerta a su palacio fue una victoria de instinto y de poder, la que

ado desde el anhelo de satisfacer un deseo mayor: su venganza. Su ej

ida! ¡Ataquen!_ volvió a gritar

estentórea. En segundos cayó una lluvia de flechas sobre ellos, pero maniobraron bien las estrategias y cuatro

su palacio con emociones ocultas tras la ira. La muerte de su padre le martillaba dentro, en

certidumbre al verle batirse con la capa imperial de su padre. Intentaron detenerle cuando comenzó la marcha sobre la alfombra roja, pero

mían les quebró las piernas

s atrás. Columpiaba recuerdos vagos de la mano de su madre, y la espera del padre. La agilid

ante su presencia. No lo presintieron nunca. Dejaron de buscarle cuando festejaron su

toda su d

ue habían contraído nupcias no lograron la miserico

os cuerpos que yacían en el frío refugio del suelo. Un olor a masacre, que se confundía con los alaridos de terror, y los quejidos de

cabellera copiosa y abundante como la del Rey Joseph IV. Su mirada azul imperturbable, como la de aquella doncella que llegó al palacio para cautivar a todos

los soldados del Duque Artemían. La armadura del Rey Joseph IV en el hijo, les hizo revivir el parricidio. Era como ver al antiguo monarca en batalla, pero más fiero, más rápido y letal.

ontinúo su andar acompasado con el mismo ritmo, hasta que contempló las puertas. Sabía que detrás le esperaba un destino. Siempre lo supo, cuando le contaban como brotaron los lotos negros de Azur, como renacieron las le

pero no se dejó doblegar por ninguna. Parecía un hombre de hielo que convertía en fuego todo a su paso. El trono de oro blanco brillaba frente a una m

una mirada intensa capaz de hacer derretir el acero. Pero sus mejillas parecían más duras. Estaba viviendo la venganza soñada des

llegaría, el justo instante en que recuperara el hilo de su destino. Los presentes en el gran salón, doblaron la rodilla

da y se atrevieron a contemplar toda su belleza y su distinción, muchas doncellas quedaron con los ojos impregnados de lágrimas, los hombres más f

u padre, y un brillo suave comenzó a cubrir su piel, como si un rocío de un hechizo desconocido le rega

pintura que ninguno de los presentes jamás olvidó. La mirada de océanos

a vida a mis padres. Durante diecisé

aron con temor. Sabí

vida solitaria. Vas a vivir en soledad. Será tu castigo po

Mixán!?_ gritó e

brotar lotos negros en el lago. Vas a tener un rival digno de

nombre de su padre, y lo sentía como una ofensa que no estaba dispuesto a tolerar. Desenfundó la espada y le cegó a cada u

Duque Artemían y El General Brandon hicieron una corrida tras él para prote

costumbradas a cazar. La sorpresa del encuentro, y los gritos de las doncellas, no le robaron el coraje. Su mano fue firme cuando le encontró. Mixán se había forrado con armas de combate y estaba protegido por los mejores guardias de la realeza. No

No puedes

ndo sus hermanos prometían protegerle, y volvió a recordar los pasos rígidos y á

de está tu hijo?_ preguntó lleno de ira, encont

ebiste haber nacido nunca! ¡Te maldigo Aslam! ¡Tus hermanos te hemos maldecido desde que

necesaria. El odio no es algo que se puede disimular, y un Rey debe tener el pulso firme para acabar con la amenaza a su vida y a su reino. La guardia real desenfundó las armas, y le asestó duros golpes hacia puntos mortales. Aslam respiró hondo antes de recuperar su

sus hombres. Cuando contempló la forma de sus est

sueños. Su hijo podría matar al heredero inmortal. La espada atravesando su corazón le hizo recobrar

o de sangre. Los sobrevivientes de la guardia personal estaban arrinconados entre las altas torres, y cada hombre que intentó detenerlo, quedó suspendido entre su daga y su puño mortal. Aslam se acercó a sus hombres a p

acio de Mixán, sobre las doncellas que perdieron su vida inocente ante su ira. Nadie supo que escondía una pintura en

Aslam deseaba vivir ahora un tiempo de paz. Solo en las noches más solitarias un recuerdo vag

aquellos años. Pero una pintura se mantuvo oculta entre sus reliquias. El rostro del único sobrev

travesía de aquella eternidad sin dejarse encontrar. En su huida fraguó las distintas formas en que podría vengar a su padre. Solo que no imaginó que el Rey Inmortal, también

colocado sus valiosas pertenencias. Los salones estaban forrados en mármol y oro. La riqueza del lugar era legend

recuerdos. Era una pieza única, hecha a mano por el Primer Monarca. El Rey que preparó el arma de e

y enterró la punta en su corazón, y le añadió las gotas al metal sometido a las últimas llamas. Se decía que al atravesar el

he colgó la pintura de su único sobreviviente frente a la cama. Una parte de sus emociones deseaba verle, aprenderse cada detalle de su fisionomía, porque en su instinto estaba escrito que su búsqueda sería larga, hasta el punto de sentirla interminable. Nadie imaginaba que en las noches más solitarias, las lágri

s emociones. Cada página se convertía en una cómplice silenciosa y fiel de todos sus pensamientos.

s invoco, cuando el rostro de mi madre y mi padre aparecen frente a mí. Hubiera sido verdaderamente glorioso si ellos estuvieran vivos. Hoy exterminé toda mi casta. La Casa Imperial solo lleva mi nombre, mi esencia. Solo yo caminaré este destino amargo y solitario, con alguien que también

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