Apartada Para El Alpha (I libro)
e sueltan. Ni con la distancia, ni con el silencio,
ansformaría. Al saber que ella era su Luna y tenerla cerca, él se volvería insoportable, con una necesidad de estar siempre junto a ella que podría ser pelig
mutua. Era un tipo de paz que pocos podían comprender, esa tranquilidad que se encontraba solo en la presencia de alguien especial. El chico, con su energía habi
tipo de abuso o daño. Él estaba dispuesto a tomar cualquier medida si su hijo se veía obligado a enfrentarse a quien osara lastimar a su Luna. No quería ni ima
ompletamente relajado. Ella le acariciaba el cabello con una sonrisa en el rostro, como si nada más en el mundo importara. Él disfrutaba del toque de ella, ese gesto tan simple pero lleno
ña para que pudieran despedirse. Cuando llegaron donde estaban, al señor Mael Itreque le pareció una escena hermosa, llena de ternura. Observó a la niña con atención y vio en sus ojos un amor tan puro q
joven. Él gruñó, queriendo continuar en su mundo
escuchar s
ba. Él abrió los ojos entre bufidos y g
como si la comodidad de estar allí fuera
tan relajado y tranquilo, sobre todo con ella, él sabía que su hijo estaba cambiando de alguna mane
ón, y el padre frunció el ceño, sin compren
ras ayudaba a la pequeña a levantarse
una devoción tan grande que incluso su padre se sintió incómodo con esa demostrac
ró, visiblemen
o el padre, deteniendo los pasos de
ue estar conmigo siempre-respondió Oshin, molesto, d
con cautela. Oshin frunció el ceño, confundido, sin entender por qué su padre no estaba de acuerdo-. Ella se reencontrará contigo cu
la tristeza en los ojos del joven, mientras sus propios sentimientos comenzaban a desbordarse. No podía entender completamente la situación, pero sentía en su pecho
trás, como si la promesa que había hecho de protegerla fuera ahora más importante que nunca. Fumiko, sintiendo la devoción d
la situación, comenzó a llorar. Las lágrimas, pesadas y gruesas, comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras sentía el dolor de la sepa
lamando la atención de ambos, aunque s
do, con los ojos llenos de dolor y desconfianza. Oshin gruñó nuevamente, mirando a su padre, quien observaba sorprendido los ojos apagados de la niña. Nada de
padre de manera firme y seria, con
umiko por la cintura y la separó de Oshin, comenzando a caminar haci
s las lágrimas continuaban cayendo de sus ojos. La mujer que la sostenía trat
ujer que intentaba llevársela-. ¡QUIERO ESTAR CON ÉL!-seguía
y la niña, se aferraban el uno al otro, sin querer soltarse, como si su vida dependiera de ello. El dolo
n que eso