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La Cuarta Generación

Capítulo 3 Prohibido amar. Prohibido matar… Prohibido vivir.

Palabras:2355    |    Actualizado en: 29/03/2022

amarnos has

man, después de mu

via y los rayos retumbando a lo lejos… Solía divagar sentado en el escritor

rra, tabaco y fósforo. Había perdido el libro, sabía que estaba prohibido fumar y los libros del «otro mundo», dur

o… A veces caminaba chueco, como si aún llevase el pesado fusil y los cargadores. Y

lvarlo estaba oculto en su despacho. O estaba… Porque había desaparecido. Las perso

s de la maldad de la humanidad… Libros, videos, música y entretenimiento limitado mientras crecían… dóciles y obedientes. ¿Qué sentido t

batallón, que huían durante su primer permiso o morían al no poder jalar el gatillo y cerrar

as guerras por recursos y territorios desataron la cólera, durante muchos años una desestabilización llevó a las personas a cruentas trifulcas… Y luego la humanidad manchada de sangre sufri

ue unirse con una alarmante reducción de su población. La sociedad fue un caos durante una década hasta que las pe

topos—que convierta el calor en electricidad. Protegido con un escudo antirradiación, el segundo reactor subterráneo está ubicado en el último pasillo de la caverna, con paneles extendidos para disipar el exceso de calor, y

de un rollo de papel toalla. Los tubos de calor de sodio pasivos transfieren el calor del reactor a motores Stirling de al

ionar varios hogares promedio de forma continua por alrededor de diez años. El primer reactor era bastante

, la base también usaba energía eólica de los vientos marcianos y un generador

ético se estabilizaba… ¿Por qué había ido al refugio? Era uno de los últimos ingenieros nucleares del mundo. No tenía familia… Nad

los en el trasto de hojalata durante seis meses… Y asesinó de nuevo, esta vez a Eduardo Benedetti, el supervisor

o—. Mi papá vino a… hablar conmigo y entró esta figura

u historia sonaba ficticia, aunque era sólo una niña asustada. Ella simpleme

rando a mares no podía articular palabra, estaba ta

neles de Ciudad Bolívar, bajo el Casco Histórico… escuchando como los ratones le comían los zapatos. Cerró los ojos intentando despertar, cua

ar? —La voz sutil de A

clinó aún más

ancas proporcionaban vitamina D… No eran lo suficientemente intensa como pa

podría decir que era la única hembra digna de admiración, porque las marcianas eran fla

r con tristeza, se tocó los labios—. Las manos me temblaban y los ojos me daban

r la de Ana al otro lado del escr

or a tu vida? —Preg

difícil, pero aceptaba con la primera proposición… sólo debías ser paciente. Dr

o… ni el lugar,

llevó las man

playa, yo me quedé en la orilla construyendo un gran castillo con la arena mojada. Mi madre creyó que

l cuello. Quizás, si hubiese sabido… que ella no sabía nadar… Me hubiera la

con el ceñ

nunca me hubie

oso de la sangre coagulada. No lo dejaban salir del módulo de control, si el almirante

s y llevar un control de los reactores a través de las c

ando era la hora de dormir. El almirante venía de vez en cuando con el ceño fruncido y lo miraba hosco, no t

sta una o dos veces en la placentera oscuridad. Al menos eso lo ayudaba a conciliar el sueño, sus noches estaban llenas

y la cena; algunas veces verduras, carnes sintéticas, compresas de insectos y otras veces una pasta marrón oscuro sin sabor. Dreyfus no se esforzaba por averiguar el origen de la última, pe

estremecerse y el peso de Ana reposó sobre su pecho en el dulce lecho, cerró los ojos esperando el dulce letargo

go… Dreyfus se encogió asustado, seguía siendo joven pesé a sobrevivir las quince misiones de servicio obligatorio e ir terminando el último

túnel las personas golpeaban el metal ardiente pidiendo entrar a gritos. El asfalto silbaba cuando el sol abrasador lo derretía… Cuando lo

ritó el sargento con el fu

lar; muertes, extinciones masivas, cambio climático… Dios arrojó el incienso sobre el mundo. Ruega por nosotros pecadores… Las luces del túnel parpadearon y reventaron en u

módulo estaban volcados. El hombre se levantó de la cama escuchando la ventil

el corazón roto, aunque quizás fuera más como estar sufriendo la abstinencia… La compuerta se abrió c

lamó una v

silbaban sulfatadas desprendiendo el olor a cable quemado. La mujer desnuda cubierta de algas cojeaba con una pierna llena de g

eantes, cambiaba de expresión con cada parpadeo—… ¡¿Por qué te escondi

recordar a veces… tomó el arma con las dos manos en direc

ame, pe

bieras muerto

golpeó la barriga con el retroceso y lo dejó sin aire. Quedó en penumbra cuando las luces se sulfataron y silbaron desprendiendo un insípido olor a quemado.

nada hubiera pasado… no tenía el arma en las manos, pero sentía su peso. Ana yacía en el suelo de hojalat

iel Azdrubal y Victoria Carvajal entraron por la compuerta abierta

bolsillos y las muelas apretadas. Asintió con la cabeza

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