Estos ojos no son míos
podía sentir esa mano escamosa tomándome de un brazo, mientras la otra me abofeteaba. El reflejo del espejo empotrado en el ropero se transfor
aba, me hacía producir saliva. ¿Qué sigue ahora?, me pregunté mientras contemplaba un trozo de comida darse vuelta para cocerse por ambos lados. Quizás escapar de mi casa fue lo má
me apena, es mi madre. Debe estar preocupada, a pesar de todo, la amo. No puedo evitar que mis mejillas se humedezcan con mis lágrimas, estoy tri
da que tiran las personas a diario. No me había dado cuenta de la contaminación que hay en cada rincón de la ciudad, en cada espacio oculto de los rayos de luz. Por suerte ya me alejé de eso, lo único que alcanzo a divisar ahora es una carretera sin fin
tantas estrellas, que bonito. Quisiera ser una, hermosa, brill
s se conocen. Y así era, solo bastaron unas horas para que las personas se dieran cuenta que no era de pertenecía a su comunidad, y en seguida llamaran a la policía. Intenté huir,
uien era. A pesar de amenazarme con enviarme a un reformatorio, no lo dije. Buscaron en sus archivos a niñas perdidas, pero ninguna tenía mis ca
rada de aquello que más que un reformatorio, parecía una cárcel para jóvenes. Seguramente eso es, solo que suena feo decirlo de ese modo. Pasé de llamarme Micahela Rojas, a solo Mica
ías malos, y no tan malos. Aprendí a la fuerza lo que son las drogas. La primera vez que las probé no me gustaron, pero cada vez que tenía un episodio de alucinaciones-así los llamé, episodios-corría a buscarlas, me ayu
se quitaba el cinturón grueso que llevaba en su pantalón verde, para luego alzarlo sobre su hombro, y bajarlo con fuerza apuntando a mi cuerpo impactando sobre mi pecho izquierdo hasta la parte baja de mi espalda; bastó sólo un golpe para que yo saliera corriendo a mi cuarto, y pusiera el seguro al cerrar la puerta, pero fue en vano, él rompió la manija y entró, yo estaba sobre mi cama tapada con mi frazada temblando, sintiendo todo el lado izquierdo arderme; el sonido de sus botas pesadas pisar
un estado de shock. -Quería darte una
egunté tontamente, e
e y empezó a caminar colocándose a lado mío, mirándome co
car en los bolsillos de mi camisa, de mi p
trándome la droga que tení
re? -pregunté tratan
ás bien de la cabeza, no sabía que consumías drogas desde niña, y tenías esas alucinaciones. Lo sé todo, me reportab
. -reclamé. Mi corazón se aceleró. Estaba a punto de entrar
de mi dormitorio-Con respecto a tu madre...ella se suicidó, no aguantó el que te fueras de casa. - «¿Qué?» Fue l