Estos ojos no son míos
or mi mente en ese momento de intranquilidad. Al principio me pareció extraño, luego sentí como mi corazón palpitaba más fuerte con cada paso que daba ac
los míos y negros, nunca había visto ojos tan oscuros, tan nítidos, que al observarme me mostraban unos dientes aserrados amarillos. Mi respiración agitada alarmó a mis padres y al médico quien me rec
ron relajantes en caso volvía a sufrir de otro ataque. Revisaron mis ojos y mis latidos una vez más y luego me dijeron: «Ya puedes ir a tu casa». No sin antes recom
abrigo, todo normal... Mi padre es policía, y su lema de: «Aquí se hace lo que yo ordeno», era el pan de cada día. Si no hacías caso, pues aplicaba la ley conti
sa era mi vida, levantarme temprano, ir a estudiar, volver a mi casa, hacer lo que me ordenaran que hiciera, y luego dormir, con ganas
la sensación de ser perseguida. No le di importancia, todos tenemos pesadillas de vez en cuando, y no conozco a nadie que se queje de ellas,
lases, siempre que me enfermaba de gripe iba de igual manera. Miré televisión hasta la hora de almuerzo, vi programas que nunca había vi
on dos personas distintas, una es cariñosa y conve
le gusta mirar tele sin que lo interrumpan. No pasaron muchos minutos hasta que empecé a oí
salgas». En ese instante me quedé petrificada, otra vez la sensación de algo corriendo por mis venas, la misma sensación que había tenido en el hospital. Cerré mi puerta, corrí hacia mi