Dr. Andersen
la desesperación se está haciendo presente en mí. Sin darme cuenta, ha
el proyecto en el que había estado trabajando durante meses, hasta la noche anterior. Proyecto por el cual m
s. Una vez segura de que todo está perfecto, dejo salir el aire que había estado reteniendo en mis pulmo
defensa del dichoso proyecto me obliga a traer tacones y fal
ción que me inunda. Siempre me ha gustado tener todo en orden, ser puntual y destacarme en todo lo que hago
rcadores y un libro. Una vez segura, quito la vista de la cartera para mirar la acera, pero como la suerte siempre me acompaña y nunca se separa de mi lado, la punta del tacón de mi zapato e
uelo cuando escucho una
onca que escucho me eriza la piel, pero a
una camisa blanca que se ciñe bastante bien a su abdomen; un pantalón negro que cae justo en sus caderas y acentúan sus piernas atléticas; bajo la vista a sus zapatos y veo que los tiene bien lustrados. S
mi desgracia, se cubrió de polvo. Gracias al cielo no queda tan mal, y suspiro aliviada al ver que mis tacones siguen intactos, al menos no se quebraron. Levanto la vist
a ¿No cree, señorita?- dice burlón,
rlándose de mí?-Respondo, con sarcasmo.-Créa
é genio.
mancharlos y de pronto el susodicho a mi lado se pone de clucillas cerca de mí para ayudarme a recoger los papeles. Sin pensarlo, me levanto con la intención de alejarme de él pero en vez de alejarme, solo me pongo de pie y aprovecho para ver cómo acomoda los papeles en la mano. Me doy el lujo
tido y huele rico. Pero en estos momentos me interesan más lo
cuidado, no quie
y suelta un risita que se
ertida y me nacen unas ganas de patearlo entre las piernas, pero no creo que sea muy buena idea, así que me doy por venc
decir, empiezo a cam
itar sentir como su mirada