Votos Rotos, La Venganza de un Científico
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mi hermana su premio póstumo de investigación. Se lo entreg
y el trabajo de mi vida -la cura para el mismo cáncer que se
s. Luego, hizo que me rompieran las manos, las manos de una neurocientíf
a toda mi carrera y a disculparme pú
taba aprender. ¿Cómo pudo el hombre que juró
exto iluminó mi pantalla: "¿Necesitas ayuda? Le debo una deuda a tu familia". É
ítu
ta de Aureli
punto de descifrar el código de un cáncer raro y agresivo, el mismo que me había arrebatado a mi madre y que ahor
taba Javier
ra arrebatarle a Karla su premio póstumo de investigación. Quería
bi que mató
o lo sabía. Creía
o es
el consejo es
staba enmarcado en la puerta, su silueta bloqueando la
gaba como u
Fi
a estéril. Mis manos temblaban, no de fatiga, sino de un pav
premio. Su trabajo
s, usualmente tan cálidos y acogedores, eran fríos, duros como el hiel
amarga se
visión de Karla. Has
mpre hacía cuando s
urelia. Y renunciarás a cualquier rec
despiadado. Mi hermana, Karla. Mi brillante, amable y frágil hermana menor.
se en mi garganta-. Después de que Bambi la incriminara. Después
despectivo que me
por las acciones de Karla.
ntra su propia mentora? -mi voz se alzó, cargada de rabia y do
o un paso más cerca, su sombra envolviéndome-
enía ni idea del tormento que vivía. La
sprovista de toda calidez-. Llevó a mi hermana a
erró l
as, Aurelia? Muéstrame
ando de esperanza. Luego, las llamadas frenéticas, los viciosos ataques en línea, las acusaciones fabricadas
ucionarios, meticulosamente clonados y reatribuidos a Bambi. Las marcas de tiempo, las direcciones IP, todo apuntaba a Bambi. Pero la prueba final y con
blor-. Tu red. Tus servidores. Le diste a Bambi acces
, vi un destello de algo, algo parecido al miedo, pero fue r
urelia. Esa es una
la v
brillo peligr
desacreditaré tu investigación -hizo un gesto alrededor del laboratorio, hacia la maquinaria int
y asfixiantes. El trabajo de mi vida. La cura que po
audible-. Esta investigación... sal
permaneció
apoyar a Bambi. De lo contrario, me aseguraré de que tu nombre sea borrado de cada revista científica, cada beca, cada universidad -s
Me dejó sin aliento. Hablaba en
con una ferocidad que
cuatro
. Pero no había salida. Todavía no.
do. Los flashes de las cámaras, la multitud zumbando de anticipación. Javier estaba allí, u
a Garza, para presentar el prestigioso Premio al Innovad
ancé, una marioneta en los hilos de Javier. Bambi me ofreció una sonrisa empal
mis dedos rozando el metal frío. Mi mirada se
premio y su cara de suficiencia c
i voz era plana, sin emoción, un marcado contraste con la alegría fingida a mi alreded
inó, su voz u
n correcta, Aurelia
ía, un gesto fing
. Su toque se sintió co
vantó una copa, un brindis silencioso por su victoria, por mi humillación pública
cutibles. Él sostenía su mano, su mirada fija en ella con una intensidad que una v
as palabras resonaban en mi mente, un estribillo cruel y burlón. Ahora, sus ojos sostenían a Bambi con esa mis
rloteo festivo. Mi asistent
ó, su voz frenética-. El nuevo lote... están contamina
ras. Las que acababa de preparar con tanto esmero. Las
arré el teléfono, m
imió-. Es una pér
bitación girando a mi alrededor. Esto fue obra de Bam
ía reía, su brazo alrededor de la c
ia él, cada paso un acto deliberado de volu
LA
cabeza se giró bruscamente, una marca carmesí floreciendo en
como platos por la sorpresa. Bárbara
pí, mi voz ronca de furia-. ¡Arruinó m
illa, su mirada
-se volvió hacia ella, su voz suavizándose-. No te preocupes, cariño. Compensar
no se trataba de dinero o becas. Se trataba de Karla. Se trataba de
Crees que todo se puede comprar, reemplazar, compensar -mi voz bajó a un sus
su mandíbu
e que signific
, mis ojos clavados en los suyos-, q
mbi soltó un grito teatr
iento débil... tod
áticamente, sus
atención en ella, su rostr
antó en brazos, acunándola contra él,
l silencio atónito, el aire todavía denso con las se
anza murió en mi corazón. S
e debo una deuda a tu familia"*. Era Bruno Montero. Había sido colega de Karla, un CEO r
an por la bofetada, pero un nuevo tipo de resolución se asentó en lo profund
ra la
blorosos, pero con una nueva determi
ayó sobre mí. Javier. Había vuelto. Sus ojos se entrecerraron, la
relia? -preguntó, su
e me resbaló